Todos nos paralizamos (tercera parte de tres)

Lo real, es que muchos, la mayoría, sobrevivimos, y ahora nos damos cuenta de lo vulnerable que somos, pero no aprendimos como humanos, no creció la solidaridad, no aumento la socialización, el ver por los demás, el apoyar a los más desprotegidos y los más necesitados.

Cierto que hubo muchas menos muertes que en mal llamada gripe española, la cual, según investigaciones después de cien años, seguramente la iniciaron los gringos. Pero ellos son expertos en repartir culpas, sin lugar a duda, para aliviar su responsabilidades y fracasos. Seguramente sabremos a quien se le responsabiliza del COVID 19 dentro de cien años, o menos.

No hubo el desastre masivo cuando llegó a África o a países muy pobres de Asía o América. Aunque carecieron de las vacunas que les negaron los países ricos, aunque carecen de lo mínimo para palear la pandemia: agua y agua corriente, comida al menos tres veces al día, hospitales y medicinas. Aunque ahora sabemos que la mayoría de los países, ricos, emergentes y pobres, habían desmantelado los sistemas de salud.

La brecha entre los que más tienen y los que menos tienen creció más, la diferencia entre países ricos y países pobre quedó más al desnudo. La nueva normalidad es igual que la vieja normalidad.

Se repitió como mantra enfermedad-muerte, enfermedad-muerte, enfermedad-muerte. En eso sí coincidieron los medios de comunicación. Hicieron que creciera la paranoilla y anunciaban la muerte, que, si bien sabemos que es inevitable, al verla tan cerca, no la queríamos afrontar.

La alternativa creció: que cada quien se rasque con sus propias uñas, aunque haya millones en el mundo que seguro ya no tienen ni uñas ni esperanza, solo la desesperanza de seguir viviendo en la mayor de las marginidades, con la complacencia de los que comen a diario y no entienden que sus privilegios les quitan un mendrugo de pan, no a uno, sino a millones.

Pasaron los años y pasó la pesadilla, volvimos a la normalidad en que cada uno resuelve lo suyo, pues al fin, parafraseando a Martin Niemöller, a mí no me afecta, claro que entonces vinieron por mí, y para entonces no había nadie que levantara la voz y nos quedamos solos, muy solos.

Soñando, creo que algo hay que hacer, al menos cobrar consciencia social. No esperemos otra pandemia para aprender a ser solidarios.