La sequía

El infierno del hubiera, que acrecienta la sequía en nuestro corazón pasa por entender que la libertad es el camino para encontrar los veneros, manantiales y pozos

“Cuando miro mi vida y sus colores secretos, tengo ganas de estallar en lágrimas. Pienso en los labios que he besado, y en el niño desgraciado que fui, y en la locura de la vida y la ambición que a veces me arrebata. Soy todas esas cosas a la vez. Estoy seguro de que hay momentos en los que ni siquiera me reconocerías. Extremo en la miseria. Exceso de alegría.” Albert Camus

“El destino de uno nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.” Henry Miller

“La única forma de no perder tu corazón es ponerlo en todo lo que haces.” Massimo Lo Pilato

“Nobleza, dignidad, constancia y cierto risueño coraje. Todo lo que constituye la grandeza sigue siendo esencialmente lo mismo a través de los siglos.” Hannah Arendt

El calor golea con su seco aire a los cuerpos, los rostros derraman el agua que le falta al mundo y la lluvia se desea como el llanto contenido por eso que duele, lastima, esas lágrimas que reclaman ausencias inesperadas. La sed se siente como desierto de un bosque al que le faltan árboles y arbustos de esmeraldas tonalidades. La ausencia de la humedad dibuja tenues y elevadas nubes que no alcanzan a condensar la lluvia que reclama la tierra hecha terrones secos y polvo fino, que espera la bondad de una lluvia fuerte que mitigue la sequía.

Ya hemos integrado el concepto de cambio climático a nuestro discurso, lo vemos como preámbulo de la hecatombe que se anuncia en una distopia que no tiene un buen desenlace. La utopía de la reconciliarnos con la naturaleza se ve muy lejos, y pareciera que es sólo una preocupación de las organizaciones ambientalistas y mientras que el agua potable se hace el negocio más rentable de este milenio y que  junto el augurio de la guerra del agua que se ha anunciado y en la que nuestra soberbia y falsa esperanza nos acorrala en una anomia social y en una parálisis política, en donde  converge como única posibilidad el tomar consciencia de los riesgos, y parar entonces el modelo de desarrollo económico vigente y poder reorientar las prácticas sociales de vida, en las ciudades y en el campo para crear la sustentabilidad de recursos -agua, alimentos, vegetación y fauna- y actuar con responsabilidad para la conservación de la naturaleza y la vida, incluida la de todas y todos como la civilización que deberíamos de ser.

Las más de las veces la sequía nos llega también a nosotros y nosotras. Sequía de ideas, de amores, de palabras para nombrar lo que no falta, lo que duele. Una sequía que pasa por aceptar que no hemos hecho nuestra parte con los amigos y amigas. La lluvia fresca que nutre nuestros afectos se va espaciando, y va menguando con la falta de tiempo, con los pretextos, con las escusas. Las relaciones de pareja, las relaciones con la familia se van secando también. Las palabras amables que mojan el corazón y lavan el alma, que refrescan el espíritu y la esperanza escasean, se esconden, se evaporan en instantes.

El punto es entender que para que la sequía pare, para que regrese el agua como manantial fresco y cristalino en donde meter manos y pies, y refrescar la cara y el cuerpo se necesita abrir el corazón y dejar que la sangre brote, y esa humedad, aunque dolorosa, porque es aceptar que hemos dejado de regar y sentir, que hemos pospuesto la disculpa, el perdón, admitir la responsabilidad, actuar el deseo, y hacer el que los sueños se puedan concretar, en hechos que liberan los efluvios de sentidos y sentimientos y nos nutren con agua limpia.

Habrá que hacer nuestras las palabras de Marguerite Yourcenar para ir juntando en pequeños baldes el agua del mundo interior que necesitamos para saciar la sed y salvarnos de la sequía emocional: “¿Qué es lo que te ayuda a vivir en los momentos de desconsuelo? La necesidad de ganar tu pan, el sueño, el amor, la ropa limpia que te pones, un viejo libro que relees…Todo lo que era bueno en las horas de deleite sigue siendo exquisito en las horas de desamparo.”

Salir de la soledad del desierto en lo humano requiere ser capaces de reconocer que: “Hay que hablar del fracaso, del escándalo, de la muerte, no para despertar a los lectores sino, al contrario, para intentar salvarlos de la desesperación… Una desgracia que encuentra las palabras para ser dicha ya no es una exclusión radical. El lenguaje nos reintegra a la comunidad humana.” como escribió Simone de Beauvoir

El infierno del hubiera, que acrecienta la sequía en nuestro corazón pasa por entender que la libertad es el camino para encontrar los veneros, manantiales y pozos de agua fresca, que pasa por comprender que “Existe una cantidad de gente en el mundo que está en un infierno porque depende excesivamente del juicio de los demás.” (Jean Paul Sartre) Atreverse a ser uno mismo es una hermosa forma de saciar la sed que la frustración, la desilusión y desamor nos hacen sentir. Y como Sylvia Plath nos invita a sentir y vivir desde la libertad y la consciencia; “Que me haga fuerte, con la fortaleza del sueño reparador, la fortaleza de la inteligencia, el hueso y el músculo; que aprenda, gracias a esta desesperación, a salir de mí: a saber, dónde y a quién dar”. Nada fácil, un desafío por qué: “Si yo no sé quién soy, voy a terminar siendo quien otros quieren que sea. Si no sé qué deseo, si no sé qué necesito, si no sé a dónde voy, si no sé, si no sé, si no sé; acabaré por no ser la persona que realmente soy”. (Marcela Lagarde)

Son tiempos para asumir la responsabilidad de ser personas, con toda la complejidad y con todas las carencias y faltas que nos han imposibilitado crear mundos posibles, justos y humanos, siendo parte de la naturaleza, en donde la capacidad de sentir, de pensar, junto con la capacidad de crear y recrear la vida desde la cultura, desde la palabra nos lleve a asumir la libertad de poder saber estar y ser en mundo, con los otros. Nikos Kazantzakis y Gioconda Belli con su poesía nos ponen enfrente un vaso de agua fresca para que la podamos beber con el gozo de la esperanza, si es que la deseamos, como el agua que nos falta en estos días.

Sé humilde

sé simple.

Inclínate ante la grandeza

de una flor, de una nube,

de un insecto.

No seas nada.

No seas nadie.

Sé literalmente una nada.

Y cuando estés

completamente vacío,

el recipiente se puede llenar

de todo lo que realmente eres…

 Nikos Kazantzakis

 

Y río porque amo el viento y las nubes

y el paso de los pájaros cantores,

aunque ande enredada en recuerdos,

cubierta de hiedra como las viejas paredes,

sigo creyendo en los susurros guardados.

 

Gioconda Belli