Apuntes para identificar y prevenir la violencia política de género

Pepe Pedroza
Pepe Pedroza, analista Platino y especialista en temas electorales.

Trascendió a principios de este mes de febrero una discusión en la sesión de cabildo entre un Síndico y una Regidora, con motivo del informe del Presidente del Consejo de SAPAL el cual fue duramente criticado por la edil de oposición recordándole contratos que favorecieron a sus familiares y amigos, así como la “negligencia” de la paramunicipal en la atención a los familiares de los trabajadores que fallecieron a causa del fatal accidente en una planta de tratamiento.

La discusión fue viral en las redes sociales por los calificativos “ignorante” y “cínica” usados por el Síndico con un tono muy particular, actitudes que al parecer le habían valido ya una denuncia por Violencia Política de Genero de otra Regidora.

Lo sucedido provocó un debate en redes sociales en donde por un lado se acusaba la misoginia y machismo del servidor público, sobre todo por referirse despectivamente a los “argumentos feministas” y por otro lado quienes le defendían diciendo que lo único que hizo fue describir las conductas de la Regidora y que tenía todo el derecho de evidenciar su mal trabajo.

Lo cierto es que lo acontecido nos sirve como caso de estudio para aprehender de la Violencia Política de Genero (VPG), conocer sus elementos, condiciones y características, para poder identificarla y saber cuándo sucede, elementos que a continuación me permitiré exponer al tiempo que lo desmenuzamos:

1.- El sujeto. – Puede ser cualquier persona o grupo de personas, sin importar su género, muy en especial integrantes de partidos políticos, candidatos, organismos gubernamentales, medios de comunicación y de los distintos órdenes de gobierno.

En el caso que nos ocupa es el Síndico del Ayuntamiento, encontrando ahí un primer error de estrategia ya que hubiese sido conveniente que la réplica, desmentido o contestación a la Regidora lo hubiera hecho otra mujer del H. Ayuntamiento, ya que, si bien una mujer bien puede propinar VPG a otra mujer, en un inicio deja en igualdad de condiciones a las debatientes, restándole a las intervenciones la fuerza, el tono y la “masculinidad” con la que los hombres solemos imprimir nuestro actuar.

No se trata de que los hombres rehúyan el responder o interactuar con la mujer, de hecho, el ignorar o evitar el debate es también otra forma de violencia, se trata de que los hombres sean conscientes y aborden con cuidado y sobre todo con el respeto debido la interacción con nuestras compañeras.

2.- El contexto. – Debe darse en el marco del ejercicio de derechos políticos electorales o bien en el ejercicio de un cargo público, ya sea en público o en privado.

En este caso estamos justo en el desarrollo de una Sesión del H. Ayuntamiento de León Guanajuato.

 3.- Finalidad. – Menoscabar o anular el reconocimiento, goce y/o ejercicio de los derechos político-electorales de las mujeres.

La interpelación del Sindico tiene como objetivo “evidenciar” y “desmentir” lo que considera como falsedades de su compañera Regidora, es evidente que trata de afectar su credibilidad, aunque no anula o afecta (porque además no puede, ni debe,) el reconocimiento, goce y ejercicio de su derecho a manifestar los señalamientos e inconformidades en contra del Presidente del Consejo de SAPAL.

4.- Componentes violentos. –  Son aquellas acciones y omisiones que se basan en elementos de género, es muy importante saber distinguirlos pues en ellos radica la VPG y los identificamos bajo los siguientes criterios:

  1.  Agravio a una Mujer por ser Mujer. – Concepciones basadas en estereotipos dirigiendo el ataque hacia lo femenino como defecto o en sentido negativo, menospreciando los roles que desempeñan las mujeres.
  2. Impacto diferenciado en la ejecución. – Cuando la acción/omisión se ejecuta de manera diferente y/o desproporcionada a una mujer en comparación a como se haría con un hombre.
  3. Impacto diferenciando en el resultado. – Cuando el resultado afecta de manera diferente y/o desproporcionada a una mujer en comparación a lo que sucedería con un hombre.

Volviendo al análisis que nos ocupa el Síndico no se apoya, ni argumenta estereotipos que pudiera significar una violencia simbólica, sin embargo, se refiere a los “argumentos feministas” de manera peyorativa, fue esto último lo que le valió la crítica de la clase política de la ciudad.

En la valoración diferenciada de la ejecución y el resultado de los señalamientos del síndico es donde podríamos sentar el centro del debate y podríamos analizarlo a la luz de las siguientes preguntas:

¿Hubiera utilizado el mismo tono de voz y los mismos calificativos si sus señalamientos los hubiera realizado a alguien del género masculino?

¿Las expresiones del Sindico inhibieron o menoscabaron el actuar de su compañera y el resultado del debate e incluso de la Sesión del H. Ayuntamiento?

Sin pretender resolver el caso en concreto y emitir una valoración que además no nos corresponde, sirva este análisis solo para exponer los supuestos sobre los que la autoridad electoral debería de resolver una eventual denuncia por Violencia Política de Genero, si es que la hubiese.

Los apuntes para prevenir la VPG

En la discusión de lo público y en el ejercicio de la política es inevitable e indispensable el contraste de las ideas, el debate es muchas veces apasionado porque encuentra justificación ideológica e incluso personal entre los servidores públicos y actores políticos que forman parte de ella, es por ello que resulta necesario que todo aquel que aspire a desarrollarse profesionalmente en la política (incluso fuera de ella), se prepare y se entrene respecto de la Violencia Política de Genero.

Si bien lo mejor que puede hacer el género masculino respecto al reconocimiento y avance de las causas femeninas es no estorbar, me permito compartir con todos ustedes y en especial con el género masculino algunos apuntes que me resultan necesarios para que todos los hombres que formamos parte de lo público y que interactuamos o polemizamos con mujeres, sepamos identificar y prevenir la Violencia Política de Genero.

  1. Reconocer nuestra condición machista.

Somos herederos de una cultura machista que debemos de reconocer para evolucionar, a menudo y de manera inconsciente propinamos frases, formas y modos que no son correctas.

¡YO NO SOY MACHISTA!

¡YO ESTOY A FAVOR DEL FEMINISMO!

Son declaraciones que no debemos de hacer porque suena a justificación y negación de lo que es evidente, y es que TODOS SOMOS MACHISTAS por origen, pero no tenemos que serlo por destino, por lo que el respeto y solidaridad con el feminismo empieza por el reconocimiento de nuestra condición.

2.- Escuchar más que hablar y nunca imponer.

¡Urge! Que nos dispongamos a escuchar más que a debatir, ser receptivos y no reactivos ante los posicionamientos, es imposible que pretendamos saber o suponer lo que las mujeres tienen que decir; Hay que recibir, procesar e interiorizar las motivaciones que se exponen en los debates.

Evitar el calificar o adivinar las intenciones (políticas o no) detrás de los argumentos de nuestras compañeras, nos toca respetar el punto de vista, nos toca respetar la libertad y el derecho que tienen de decir las cosas de la forma en que consideren decirlas, reconocer la valía que hay en la pluralidad de pensamiento y la forma en que se expresan

Nos es prohibido arrebatar la palabra, interrumpir y mucho menos alzar la voz por encima de nuestra interlocutora, son signos inconscientes que lastiman la comunicación asertiva y que además violentan a las mujeres que durante años han tenido que soportar estos símbolos patriarcales de que su voz no sea ni respetada o escuchada.

3.- Denostar es machismo, individualizar es agredir.

En la discusión de lo público el hombre a menudo y quizás producto del machismo con el que hemos sido educados y que se ha normalizado a través de los años: descalifica o desvaloriza el argumento de la contraparte, para imponer su visión en contra de la que el adversario sostiene, inconscientemente buscamos inhibir, denostar a nuestro interlocutor.

Sin embargo, al debatir con una mujer es aún más importante ser consciente de estos vicios, para evitar que nuestras compañeras se sientan vulnerables, respetar su opinión es indispensable, por lo que no podemos ponerles calificativos a sus expresiones y muchos menos calificarlas a ellas en lo personal, el uso de adjetivos es no solo innecesario si no que además resulta en agresivo y machista.

Deberá procurarse siempre interactuar con argumentos generales, no personales; buscar la objetividad en nuestras palabras y argumentos, una objetividad basada en la amabilidad, el respeto y la apertura de quien no busca avasallar a la contrincante, sino retroalimentarse de ella.

4.- Educar nuestra proyección física y verbal.

Debemos de identificar que nuestro cuerpo proyecta, así como el tono de nuestra voz, debemos cuidar nunca contrariar molestos o enojados, hablar con un tono mesurado y afable nunca exasperado, reflejar tranquilidad y apertura al dialogo.

El movimiento de nuestras manos, los brazos, las miradas y las actitudes son herramientas que no deben ser intimidantes, deben ser ecuánimes, pausadas y equilibradas para nunca enviar un mensaje de agresividad o altanería.

5.- Respetar el argumento, no esperemos un resultado.

No hay vencedores, ni vencidos, no se trata de ganar la discusión y por lo tanto no debemos de esperar desagravios, disculpas o reconocimiento de errores; Forzar a que se rindan explicaciones, se repitan argumentos (aunque sean erróneos) resulta en violento y agresivo.

Vale más la ecuanimidad de dejar claros nuestros argumentos, incluso reconociendo la posibilidad de que no sean correctos, demeritar el de nuestras interlocutoras no debe ser el cierre de un debate.

Nadie gana y nadie pierde, simplemente se exponen las ideas y el juicio de valores debe de quedar en la opinión pública.

Estos son tan solo algunos apuntes que me parecen urgentes en el debate político y público, no solo con las mujeres, incluso deberían de ser regla sin importar el género.

El día que reconozcamos que lo público tiene más de entraña que de fuerza habremos dado pasos agigantados por la dignificación de la política.