Tráfico de drogas, el mal que aniquila a León

Jorge Marcelino Trejo Ortiz
Maestro Jorge Marcelino Trejo Ortiz, presidente del Colegio de Abogados del Estado de Guanajuato

La escalada de violencia que vivimos en León, como en muchas partes del Estado y el País, tiene un trasfondo que no es de sabios identificar: el tráfico de drogas que enferma y mata a la sociedad cada vez con mayor rapidez.

Los estudios oficiales que se realizan para conocer el fenómeno de las adicciones a las drogas ilícitas, queda superado con la realidad. Mientras que las autoridades estiman que en promedio el incremento es de un 35% en los últimos 5 años, los Observatorios Ciudadanos nos dicen que en realidad puede ir del 100 al 200%.

Los entes públicos y privados nos quedamos atrás en acciones mientras que los grupos delictivos hacen sus grandes cruzadas para aumentar sus ventas, a la par que luchan encarnizadamente por el control de las plazas.

El interés de los cárteles no es cualquier cosa, se estima que los recursos que generan, triplican el presupuesto de los gobiernos municipales. Si el presupuesto general de León fuera de 20 mil millones de pesos, los dineros del crimen serían de 60 mil millones de pesos.

Sin considerar zonas metropolitanas, León se convirtió en la tercera ciudad más poblada de la República, con un millón y casi 800 mil habitantes. Esto va unido a su importancia y aportación económica en el producto interno bruto estatal y nacional.

El tráfico de drogas es un azote que trae consigo otros flagelos: cada vez es más alarmante la cantidad de jóvenes que se drogan y la edad a la que se inician los menores en el consumo de sustancias.

Mientras que en otras ciudades de Guanajuato ha bajado la cantidad de homicidios dolosos (dígase ejecuciones del crimen), en León, a medio mes y se llevaban 50 asesinatos de este tipo, o sea 3.3 casos por día; un promedio que horroriza, porque no se tiene ni en México ni en ningún otro país.

Derivado de las adicciones, en nuestra sociedad subsiste un problema de afectación al entorno familiar y poco a poco vemos más personas que caen a la indigencia luego de los efectos psicológicos y psiquiátricos de su adicción.

El Estado y el Municipio aceptan que se atiende a unos 8 mil jóvenes adictos en la Entidad, pero estudios indican que esto solo representa del 1 al 2 por ciento del universo real.

En pro de no afectar la reactivación económica, no se realizan operativos en bares, restaurantes y antros. Nos asombraríamos del tráfico de sustancias y seguro tambien de armas de fuego en esos lugares.

Un adicto requiere de 7 a 8 mil pesos mensuales en promedio para mantener sus consumos y sub adicción. Los que tienen la capacidad económica navegan sin problema, pero los que no, incurren en abusos de confianza en su entorno y luego en los robos y asaltos o, en el peor de los casos, en la distribución ambulante de drogas para preservar su adicción.

El Estado y el Municipio anuncian mayor presupuesto para el tema de la seguridad pública y el rubro de la prevención y atención de adicciones no llega ni a un 5 por ciento de esos recursos.

Ha faltado atención real al tejido social y campañas que desincentiven la participación de las familias en el tráfico de las drogas. Esas familias, sin importar si se trata de niños, adultos mayores o mujeres, son la carne de cañón en la disputa de los grupos delictivos.

Estamos a días o semanas de que el Senado de la República asuma en tema de la legalización definitiva del “uso lúdico” de la marihuana, porque de antemano ya estaba aprobado el uso medicinal e industrial.

Se tendrán que ajustar las normatividades para que se lleve a efecto esta reforma, con el fin de que quede claro lo relativo a la producción y trasiego de la cannabis y todos sus derivados, incluyendo el cáñamo.

Pero no hay que hacerse ilusiones, no se va a terminar el problema del tráfico de drogas, porque además de la “yerba”, hay un sinnúmero de sustancias naturales y sintéticas que seguirán en el mercado ilícito.

El cristal es una metanfetamina que le está ganando el lugar a la marihuana en León, en cuanto a consumo, pero lo que estamos viendo es que no es otra cosa que un veneno que daña la salud más rápido que otras drogas y es capaz de matar a los adictos.

Los jóvenes lo conocen como “speed”; se trata de un poderoso estimulante, altamente adictivo, que acelera la actividad del cerebro, el sistema nervioso central y la excitación sexual. Pero los efectos son que poco a poco reduce el tamaño del cerebro y provoca daños al hígado y al corazón.

Nuestros diputados locales y federales están metidos en pleitos polarizados, mientras que ya debieran haber legislado para que la producción y el tráfico de drogas sea castigado en proporción directa a los daños que causen, como es el del cristal y otras metanfetaminas.

El tráfico de drogas pasó en nuestra ciudad de ser un flagelo a un caballo del Apocalipsis. No podemos dejar que nuestra ciudad se siga enfermando y se nos muera en las manos, porque de ella formamos parte todos.

O nos unimos en un mismo fin, o estaremos presenciando el resquebrajamiento paulatino de la ciudad que heredamos de nuestros padres y queremos legar a nuestros hijos, y algo mas que llama poderosamente la atención, Canadá y Alemania ya alertaron a sus ciidadanos de lo peligroso que resulta visitar nuestro estado, la pregunta es: ¿Ahora que sigue?