Todos nos paralizamos (Segunda de tres partes)

Juan José Alvarado, columnista en Platino News

Nos disciplinaron, nos lavamos las manos infinidad de veces y nos dimos más cuenta de las severas diferencias en nuestro pueblo y en el mundo. Gente sin agua, sin comida, sin ingresos. No se diga sin internet, sin luz, pero sobre todo sin esperanza, más cuando se dijo que se le daría prioridad en el servicio a los jóvenes sobre los viejos.

Hubo encuentros que parecieron despedidas de los cercanos. Se repitió el no podremos vernos si nos enfermamos o morimos. Fue como una despedida anticipada, que desgarró las entrañas, pero había que tomar decisiones, no frías, pero sí cerebrales.

Vi el sufrimiento de parejas que usaron la internet para verse, acariciarse, quizá hacer el amor a distancia, pues estaba prohibido tocarse, más para no contagiar a los viejos de casa, así que se privaron, por meses, del contacto físico.

Nos llenamos de información y de desinformación, de calificativos y descalificativos a los gobiernos, pero de todos los países. Siempre dije, es muy pronto para opinar sobre la buena o mala actuación de los dirigentes. Pero lo invisible nos domo a todos.

El enemigo estuvo dentro de nosotros, en nuestra casa, viviendo y durmiendo constantemente, comiendo y consumiéndonos. Muchos se llenaron de aburrimiento, el tedio llego a las relaciones familiares, los amantes dejaron de verse -no había pretexto para salir de casa- se dejó de abrazar al amigo, al pariente, a la madre, al padre, a los hijos.

Cualquier estornudo fue una amenaza, no se diga los abrazos, los saludos de mano y menos los besos que dejaron de existir, para que atrás del cubrebocas adivináramos la mueca de una sonrisa, de un detalle, más que nada por la frialdad de las redes sociales, que supimos, en general de la existencia de plataformas para trabajar, para dar y tomar clases.

Pero las jornadas laborales se extendieron, aquello de no llevar el trabajo y los problemas a casa se vio, de pronto, rebasado y las viviendas, en general sin espacios adecuados pata el teletrabajo se inundaron de tareas simultaneas para ayudar a los niños, para compartir la computadora con la pareja y a turnos estar haciendo trabajo, pues unos cuanto pudieron tener una computadora, un celular por cada uno de los habitantes, confinados, en las casas.

Se multiplicaron los rezos y las cadenas de oración, sin mucho resultado, pues las muertes de propios y extraños se daban y se sumaron a diario. La pesadilla fue en aumento y se veía lejos, muy lejos la solución.

Se repartieron las culpas, del origen de la pandemia, de las curas milagrosas, de los procedimientos para contener la expansión del virus. Las medidas fueron radicales en algunos lados e insuficientes en otros.