Sin sueños, sin ilusiones, sin vida

Psic. Juan José Alvarado
Psic. Juan José Alvarado

No soy de los que dicen como el poeta: “…cómo a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor…” pero crecimos con muchas ilusiones, tuvimos muchos sueños y vaya que sí disfrutamos mucho la vida.

Con estas palabras no se trata de disculpar a los jóvenes, sino más bien que los adultos los entendamos más.

Por todo lo que pasa, hay un futuro desalentador. No hay liderazgos fuertes, claros, definidos, nada a nivel político, económico, social, académico, religioso, etc. parecemos una nave que va al garete, perdidos en un inmenso mar de podredumbre y vaya que no estoy evocando a Cioran.

Los jóvenes en general se han desinteresado por los proyectos de los adultos, ya no quieren trabajar en un mismo lugar de por vida, no les interesa una vivienda para toda la vida, no quieren relaciones para siempre. Y puede ser que tengan razón, pues en general, esos trabajos no han representado una seguridad para la vejez. Pagan una casa durante años y se privan de múltiples cosas a diario.

Una buena parte de todo esto, sin lugar a duda, es de los adultos. Construimos un mundo de ficción. A nosotros nos dijeron que había que luchar por un futuro venturoso, pero el futuro nos ha alcanzado y la verdad no es del todo venturoso.

Los jóvenes prefieren comerse el postre ahora, pues no saben si llegarán al final de la comida y lo peor, no saben si habrá postre al final de la comida. Por eso se esmeran en el placer inmediato. Vivir intensamente el hoy y haber que les depara el mañana.

La gran mayoría de los soñadores, no han logrado sus sueños. La vida les ha roto en la cara sus ilusiones y los jóvenes ven a millones de adultos y de viejos batallando el día a día. Con poca comida, con viviendas precarias, sin trabajo, con pensiones irrisibles o sin ingresos y al final de sus vidas sin sueños, sin ilusiones, sin vida.

Cada día acuden más y más a la consulta con vidas destrozadas. Reclamando 40, 50 o más años de frustraciones, de soledades, de sinsabores. Ya al final de sus vidas, no les queda mucho por hacer y casi nada por logra. Vacíos, sin nada que dar y sin esperanzas de recibir.

Muchos adultos ahora quisieran haber disfrutado más cafecitos, más atardeceres, en lugar de haber trabajado toda una vida y haber postergado los pequeños placeres (y muchas veces los grandes placeres) que ahora no los pueden tener. Quizá por todo esto, los jóvenes de ahora tienen razón y viven sin ilusiones, sin sueños, sin vida.