Mexicanos alcemos el canto/ proclamando la hermosa igualdad

Juancarlos Porras y Manrique

Recién me preguntaron sobre cuál de nuestras instituciones debe hacer defensa del Himno Nacional Mexicano ante la reciente manifestación de un grupo de mujeres, en el Arco de la Calzada, que decidieron utilizar la música de Jaime Nunó y cambiar los versos de Francisco González Bocanegra por una letrilla que les acomoda a su momento. Mi respuesta, a botepronto, fue: “El ciudadano mexicano que se precie de serlo y que sepa entonar nuestro canto sagrado”.

Conste que no apelé a que, el ciudadano de a pie, sepa de historia oficial de la configuración del Himno (que es muy necesario si se quiere debatir con juicio para no irse por las ramas), pero no necesitamos esto al momento sino tener mayor responsabilidad como mexicanos aunado a identificar que “cada una de las notas del Himno Nacional representa una gloria nuestra o una gota de sangre de nuestra sangre, y por ello absolutamente nadie tiene el derecho de modificarlo, pues debemos venerarlo como una obra sagrada”, como bien apuntara el maestro Julián Carrillo en 1922.

Ahora bien, hay que recordar, sigo con el inventor del Sonido 13, que “desde la primera edición de la instrumentación para Banda Militar, publicada en el año de 1854, hayan empezado las alteraciones, pues se marca metronómicamente el “aire” de la composición, entretanto que en la edición impresa para voces y piano publicada por la Casa Murgía en el mismo año de 1854, no aparece el metrónomo sino únicamente la palabra “MARCIAL” que musicalmente lo dice todo.

En nuestros días, la alteración más grave que sufre el hermoso canto bélico, es que, con frecuencia al interpretarlo, se le despoja de toda marcialidad, y con ello lo transforman en una cancioncilla insignificante”.

En el caso particular que nos ocupa, al intervenir en la composición literaria, vigorosa y patriótica, por frases intercaladas ―sin fondo ni forma― resultan aflictivas, distantes y foscas, así como libres del boato y de la brillantez requerida en la conciencia musical.

Si bien el entusiasmo se asoma ante el anuncio de la interpretación de la “canción sin miedo” (feministas al grito de lucha/ compañeras cantar sin temor/ y que tiemblen los machos de mierda/ al sonoro rugir del amor…//.) no dejan de forzar los elementos musicales para propiciar en diversos círculos, la frialdad y oposición a más no poder de un fenómeno ―como es la violencia de género― que a todos nos involucra, y conviene erradicar pronto.

Yo me inclinaría a favor de propiciar un himno que represente su auténtica lucha y sea acogido por todos si es que logra cautivarnos literaria y musicalmente.

O bien, y aquí sí acudo a la historia, hacer propia la letra del poeta cubano Juan Miguel Losada en 1850 y adoptarla. Dicha letra decía:

 

Mexicanos, alcemos el canto

proclamando la hermosa igualdad

y a los ecos los ecos repitan

¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

 

No más guerra, ni sangre, ni luto;

cesen tantos y tantos horrores,

que la sien coronada de flores

triunfadora levante la paz.

 

Nuestros campos bañados en sangre

se engalanan doquier de esmeraldas,

y las ninfas nos tejen guirnaldas,

de Anáhuac en la orilla feraz.