Mastai Chamaga el poeta-político que se adelantó a su época según TEO

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Guanajuato a 12 de abril de 2021.- De los hijos de nuestra vecina el mayor llevaba un nombre extraño. Cuando nació el niño hacía poco que había subido al solio pontificio Pío IX, cuyo título anterior a su elevación había sido cardenal Mastai, y esto determinó que le pusiera al recién nacido el nombre de Mastai.

El niño fue creciendo y revelando poco a poco cualidades que lo singularizaron y lo convirtieron, como a su abuelo materno en una de las curiosidades de la población. Desde luego presentaba las apariencias de un proceso evolutivo que se manifestaba por intermitencias de aseo, que acusaban la aparición de un principio antinómico que había de minar aquel organismo. Probablemente era la limpieza cualidad que adornara a alguno de sus más remotos antepasados y que, después de mucho pugnar por salir a la luz en medio de las robusteces grasientas de luchadores empedernidos, que no necesitaron más que músculos y despreocupación para ir tirando de la vida, al fin había logrado, si no sobreponerse, sí hallar el modo de respiraderos en los momentos en que la raza se preparaba para una transformación, y comenzaban a perderse por inútiles las antiguas aptitudes.

Lo cierto es que esas fallas e intersticios de la vieja y sólida armazón le nacían al muchacho las veleidades de presunción aristocrática, y entonces se le veía salir de aquella panadería infecciosa y ennegrecida hecho un dandi de limpio, rizado y perfumado, como esos insectos que en el mes de mayo cruzan por el aire luciendo sus cambiantes de oro y de colores al salir de inmunda incubadora. Mas no se paraban en esto las anomalías, sino que, como aquellas divergencias eran sólo manifestaciones exteriores y palpable de que la urdimbre intelectual de los Chamagas se desbarataba y perdía su ligada contextura, y que la vieja nave hacía agua, no sé por cuál de aquellos desajustes había penetrado en el cerebro del garzón un anhelo de poesía que, a guisa de viento fresco y perfumado que llegaba de fuera, se descomponía al pasar causar la risa a los muchos malo y la compasión de los pocos buenos.

Lo que sucedió fue que el joven Mastai se puso a versificar a más y mejor. Y como a él mismo, a pesar de su obsesión no podía ocultarse que no había tenido preparación educativa que le diera las pujanzas que necesitaba su numen; algunos pícaros tomaron por su cuenta doctrinarlo a su modo, de usar en la conversación con él palabras nunca oídas, o dar a las conocidas significaciones extrañas, sin que el pobre poeta estuviera en aptitud por su ceguera e incultura, de descubrir el fraude, de allí las combinaciones más extrañas y risibles.

¡Compuso la letra de una danza dedicada a la madre Santísima de la Luz! que comenzaba así:

 De la luz eres madre,

del que sufre consuelo.

Llévanos al cielo

por la tauromaquia.

A un periodista que osara darle un consejo sano y que se quitara de hacer versos, le hizo unos que empezaban:

 ¿Quién es ese rudicundo (sic)

censurador profundo?

El mundo, etcétera.

Componía un drama cuyo título era Ruidos en el amasijo, o sea un pleito de mi señora madre con los señores panaderos. Él se complacía leyendo sus composiciones en público, y el público correspondía con toda la malicia que sabían imponerle los que hacían de aquel pobre desequilibrado un motivo de burlas y chacota.

En las noches de serenata en la plaza, éstos subían a Mastai en un ariete para que recitara sus composiciones y lo ovacionaban tirándole cerillos inflamados a modo de cohetes. Tanto fue el ruido que metió aquel poeta y que él interpretaba a su manera, que lanzó en candidatura para diputado al Congreso de la Unión, publicó su programa en el cual prometía, entre otras cosas que propondría una ley para que se mandara iluminar las calles de León con fuegos hidráulicos.

La campaña electoral costó a la familia, que también creía en las excelencias del vástago, unos cinco mil pesos, y si al fin no triunfó aquel candidato fue, según el sentir de los electores, porque, por pudor, que no tuvo su oponente, se rehusó a presentarse en el colegio electoral el día de los comicios. El mal fue que con los gastos hechos para aquella campaña el presupuesto de la familia quedó irreparablemente desnivelado y acabó la panadería; no mucho después murió Mastai y tan había en aquellas gentes anomalías y contradicciones que acusaban un desequilibrio orgánico, que en pocos años no quedó uno de los cinco hijos de la panadera de enfrente de mi casa.


N. de A. En los célebres Recordatorios públicos y privados –León, 1864-1908– de Toribio Esquivel Obregón (TEO) aparece una descripción del poeta panadero Mastai Chamaga uno de los tipos más populares de aquel tiempo, quien se puso a versificar más y mejor utilizando palabras sorprendentes que generaron combinaciones extrañas y risibles. Hoy por hoy parece que el espíritu de Mastai sigue vigente en muchos “poetas de las redes sociales” y “candidatos a cargos de elección popular