Luis Long viajero del conocimiento

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.
  1. EL SABIO EN SU OTRO ESTUDIO

Una de las figuras más amables del antiguo León es un hombre extraordinario: don Luis Long―como le decimos acá―. De origen inglés y con aire aristocrático, se radicó primero en la Ciudad de México para luego recalar en Guanajuato, capital y finalmente, escoger a nuestra ciudad―“por su clima y por sus gentes”―para instalar su relojería y joyería en el Portal de Soto en la Plaza Principal No. 44 hoy Portal Guerrero (el de las Cebadinas).

Allí también hacía composturas de máquinas, instrumentos científicos y aparatos eléctricos que encargaba a México, Europa y los Estados Unidos.

Hombre del siglo XIX, sabio, recto, honesto, y caballero a carta cabal, dejó su sello inscrito tanto en edificios como en el sonido del reloj de catedral.

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  1. EL SONIDO HUMANO DE LA MECÁNICA

La tradición popular afirmaba que las tres añorantes y sonoras campanadas del reloj de la Catedral de León “daban las horas” repitiendo el nombre de quien adaptó, cuidó y atendió siempre: “Don… Luis… Long…/don… Luis… Long…/don… Luis… Long”.

Bajo el encargo del Obispo Tomás Barón y Morales el relojero adecuó―al medidor del tiempo―el mecanismo de sonido y ritmo que actualmente tiene.

Al escuchar su sonido nos recuerda, no solo “las tardes melancólicas del Bajío” sino también su afición a la mecánica, esto por algunos aparatos como el pluviómetro y el anemómetro, entre otros, legados al Observatorio Meteorológico de la Preparatoria de León.

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  1. SOLITARIO/SOLIDARIO

“Al andar caminaba, don Luis Long, con pequeños pasos y un ligerísimo balanceo”. Así lo recuerda el ilustre maestro don Manuel Leal. Y agrega: “Era de pocas palabras, callado, sereno, padecía de sordera y esto lo hacía tributario de la vida interior”, es decir, era introvertido.

Profundo sabio, con conocimientos de matemáticas, ingeniería civil, mecánica, relojería, astronomía, y sobre todo de arquitectura y de muchas otras ciencias; se fabricó un audífono especial con pilas secas―a pesar de su aversión a la electricidad que le sobrevino por aquel pequeño motor magneto eléctrico de anillo, que la ganó en el registro de patente Granme―.

Solitario y de pocos amigos “sus asiduos acompañantes fueron un perro, un perico y un mozo fiel apellidado Reyes” además de su hijo Tomás Long.

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  1. UN VIAJERO DEL CONOCIMIENTO

La “airosa y elegante torrecita formada por varios pisos” de la casa de don Luis Long, estaba amueblada a todo confort.

En el segundo piso de aquel inmueble tenía un taller de relojería: fabricación y compostura.

En el tercer piso tenía una fragua a forja para hierro.

En el cuarto piso tenía un tinaco grande blindado para conservar agua caliente.

Y en el último piso todo un laboratorio astronómico y meteorológico además de su biblioteca científica.

Todo un viajero del conocimiento.

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  1. EL CURIOSO PERTINENTE

De su viaje por el mundo y como testimonio de este, don Luis Long escribió una serie de tarjetas a su gran amigo y colega don Mariano Leal y Zavaleta―físico y meteorólogo― donde apunta:

“Feb. 25, 1909. Sobre el río Yang Tse Kyang.

Estoy llegando a Shanghái en un río inmenso de agua amarilla, tan ancho que a veces no se distinguen las riberas. Anteayer salí de Nagasaki y la travesía se hizo en una calma completa. Muy bonito el Japón. Recuerdos a Vd., a su buena familia y Edmundo, de C. Luis Long”.

Cabe mencionar que la virtud del viajero se traduce en lo que deposita de su cultura y lo que se lleva del lugar que visita.

Acude para conocer más y aumentar su sapiencia. No por el souvenir de ocasión. Es un curioso pertinente.