Locución para no desecar la palabra en la radio

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

Bien pudo llamarse, El locutor profesional integral de Radio y T.V. (2022) de Jorge Trujillo Ortiz, como ahora enuncio:

  • Manual íntegro para locutores descarriados.
  • Guía fundamental de locutores con los corazones rotos, o bien,
  • Instructivo para saber discernir lo que es la locución y no desecar la palabra,

esto último por aquello de “la importancia que tiene el locutor” así como “para todos aquellos aficionados que tengan esta vocación”. Por ello merece la pena citar, en torno a la desecación de la palabra, ya que estamos revestidos de una profunda posmodernidad donde impera el no sentido, es decir, el no arte. Y por ende opera también la deformación del buen decir, que influye en la vida cotidiana y más, creo, violenta el ethos que “es el carácter o la imagen ética que proyecta la persona que discurre”. En el caso que nos reúne por supuesto, el del auténtico locutor(a).

Que, dicho sea de paso, es aquella persona que habla o anuncia en micrófonos radiotelefónicos o de televisión, que también se le llama: anunciador, narrador, cronista y maestro de ceremonias. Por ende, “es un elemento de gran importancia dentro de la Industria de la radiodifusión” ya que “su voz está presente en todos los hogares donde existe un radiorreceptor encendido”, y a su vez, “con su fácil palabra prestigia a la difusora y contribuye a la mejor venta de los productos que anuncia”.

Ahora bien, hemos pasado por alto en este siglo XXI, llamado de las Identidades, que la cultura comienza en el lenguaje y el lenguaje es esencialmente traducción (Octavio Paz dixit). Sin dejar de lado que, el más perfecto de los sonidos humanos es la palabra y la literatura a su vez es la forma más perfecta de la palabra. Así que, incumbe lo posmoderno ―el vacío dentro del vacío― el imperio del no-sentido (Jacques Ellul, dixit) en estos nuevos tiempos de tecnologías digitales.

Son otros tiempos, me dirán ustedes con jocosidad, pero al ya no ser nómadas esperamos quietos a que todo se resuelva como sea. No como Di-s manda sino como el dios Algoritmo toca y trastoca nuestros usos y costumbres de consumo atroz. No por curiosidad sino por necesidad de no quedarnos atrás, es decir, en el siglo corto. Ya no viajamos y al no hacerlo nos empinamos con inquietud a los “soportes” de la verticalidad y recalamos sin cesar, por ejemplo, en la República de los culos-blandos, como le llamó al tuiter el músico Andrés Calamaro.

Olvidamos la vida misma como también el saber andar. No nos inquietan las bellas artes ni la cultura en general ¡seamos francos! Tampoco interesa el buen decir pues la disposición inicial del estilo convulsivo de los medios de comunicación en la época actual ―por aquello de la post-verdad― nos lleva, no solo a malquerer la pluralidad como un valor intrínseco de nuestra sociedad, sino a no saber ponderar el desamparo espiritual y a su vez material en que nos encontramos.

Entonces, hay que reclamarle al dios griego Pan azotando una de sus imágenes con los rabillos de las cebollas porque no nos ha dado el sustento necesario ―espiritual y material― ya que nos ha dejado caer en el imperio del no sentido, o sea, el no arte aludido. Por eso conviene tener un volumen que nos ofrece, en catorce capítulos, el ir y venir del ser y quehacer del locutor íntegro y profesional que, como bien cita el volumen, hará que “los mejores artistas de la palabra hablada o cantada sean aquellos que saben comunicar lo que interpretan o expresan”.

Aquí, entre nosotros, tenemos a varios ejemplos de lo referido: Nicolás León, Noé Roa, María Teresa Vergés, Jaime Ramírez y por supuesto el maestro Jorge Trujillo, quienes, cada uno en su tiempo-espacio han hecho en el dial, las delicias del auditorio a través de sus interpretaciones con sus conocidas voces. Son empecinados, es verdad, en su labor pues han llegado adonde merecen: al pináculo de pensar alto, sentir hondo y hablar claro. Es decir, han sabido actuar según la circunstancia. Por eso son locutores de profesión.

Entendamos que no es fácil estar al frente de un micrófono pues la debida distancia aplica a que el pronunciamiento del texto, o bien, la improvisación requiere, en general, que no se distorsione la voz, así como el mensaje que se emita. De allí que a través de la práctica continua se module no solo la voz sino la calidad de la misma, así como el énfasis necesario para lograr la efectividad solicitada ante los llamados “trebejos”. Solo así se será claro, conciso y directo según el mensaje, el contenido, que se emita.

Por cierto, cabría mencionar aquí la manera justa de saber proyectar la voz ante un micrófono como también el saber respirar del ser humano con sus tres formas distintas para emitir mejor (nuestra voz) a quien nos escucha. Este libro, guía, manual o instructivo nos pone serios antecedentes para, insisto, no desecar la palabra que también significa no desdeñar la lengua española que nos legaron nuestros abuelos castellanos con recurrencias del latín, del griego, del ladino o del jvdesmo, en general de las lenguas romances, como también del caribe, del africano, del náhuatl, etc.

Aquí valga la pena volver a citar que no debemos hacer caso a la implementación del ideológico lenguaje inclusivo pues nuestro español es por demás incluyente a más no poder si se conoce y se sabe utilizar ya que: “Lo que comúnmente se ha dado en llamar lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna”. (@RAE informa #RAE consultas, 5:00 AM OCT-7.2021).

Porque, “después del latín, me parece que no hay lengua tan apropiada para la oración y para hablar de Dios como el español, pues es una lengua a la vez fuete y ágil, tiene precisión, tiene en sí la cualidad del acero, que le da la exactitud que necesita el verdadero misticismo y, empero, es suave, también gentil y flexible, lo que requiere devoción, es cortés, suplicante y galante; se presta, de modo sorprendente, muy poco a la sentimentalidad. Tiene algo de la intelectualidad del francés; nunca desborda en las melodías femeninas del italiano. El español no es nunca un idioma débil, nunca flojo, aun en los labios de una mujer”. (Thomas Merton).

Cabría entonces parafrasear a Octavio Paz por aquello de que “la misión del locutor no es salvar al hombre sino salvar al mundo: nombrarlo”. Y es que la locución nace con el lenguaje. Por ello el aprendizaje de una profesión como esta, bien merece atender el conjunto de reglas y preceptos que nos propone El locutor profesional integral de Radio y T.V.

Dicho trabajo, un organismo verbal, deriva por supuesto del aprendizaje recogido y explicado por su autor, si me permiten decirlo, en fórmulas y recetas. Hay revelaciones como también revoluciones que bien podemos atender los lectores. No es un curso en sí porque de ser así tendríamos que tener, no solo el tiempo medido, sino la tutoría de su autor para que nos enseñe y señale a plenitud sobre las buenas cosas que hay que saber sobre la locución para corregir al dedillo en el ejercicio que se lleve a cabo.

En estos tiempos de nuevas tecnologías bien merece tener un libro como este, donde, implícitamente se obligue a enseñar a los estudiantes de Comunicación y periodismo, a los concurrentes del YouTube e influenciadores digitales que las más de las veces nunca han sabido el arte de leer quipus, por ejemplo, menos saber de contenidos, emisiones o suscitaciones verbales. Por ende, desecan la palabra y echan a perder el mundo, o sea, el grado de civilización grande y extraordinaria que hemos alcanzado.

El locutor profesional integral de Radio y T.V. (2022) de Jorge Trujillo Ortiz es un libro que no se escande, sino que se charla con timbre y tono que se conjugan con los esquemas rítmicos de la radio, nuestra Radio, que conviene también mencionar es nuestra historia, misma que alude a  nuestra memoria.

José Ruiz Miranda poeta y locutor leonés en los estudios de RPM.