El Quijote como biblioteca y escuela: un ensayo no apto para retardatarios

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Guanajuato a 26 de abril de 2021.-En el ensayo literario “Nueve tesoros que se pierden con la lectura de novelas” del jesuita R. V. Ugarte (incluido en el tomo III de Curiosidades) que cierra el libro Novelistas malos y buenos (1901) del P. Pablo Ladrón de Guevara, S.J., anuncia como “males de lectura de novelas” lo siguiente:

—Se pierde tiempo y dinero.

—Se pierde laboriosidad.

—Se pierde la pureza.

—Se pierde la rectitud de conciencia.

—Se pierde el corazón.

—[hay] pérdida del sentido común de esta vida.

—Se pierde la paz.

—La piedad naufraga por completo en la lectura de novelas.

Ante tal advertencia no existe ningún antídoto, por llamarle de alguna manera, que contrarreste dichos males. Pero en La Divina Comedia —véase “El Infierno”, Canto XX— Dante nos advierte algo sobre dichos males. Nos relata el autor: “(…) Ahora bien lector, si Dios te deja sacar de esta lectura, considera si mis ojos podían permanecer secos al ver de cerca nuestra humana figura tan retorcida que las lágrimas le caían por la espina dorsal”.

Ahora bien, en el Canto V de la citada obra, se nos propone cómo y de dónde surge el mal de la lectura. Allí aparece Francesca de Rimini “quien le refiere cómo su amor por Paolo, que los ha llevado juntos al infierno, fue espoleado por la lectura de un libro, una novela caballeresca que narraba los amores de Lancelot y la reina de Ginebra, entre quienes actuó como intermediario Galeoto”.

Entonces, la lectura de novelas deriva en muchas de las variantes la conducta humana que, a decir de los psiquiatras no hay orden y sí mucha desventura. En contraposición aparece aquella máxima de Borges: La literatura es orden y aventura.

Consideremos pues que la superstición nunca ha sido del agrado de los pensadores mágicos y menos de los no lectores, pero ellos se afianzan a la declaración posible de los tesoros que se pierden por leer ante el rechazo del orden y la aventura. El personaje de una novela, por cierto, busca como buen Quijote, proceder de la mejor manera para que un escribano testifique lo que hizo y lo dé a conocer de manera pública.

En una buena novela recordemos que merece la pena explorar la unanimidad como reconocimiento de participación que nos conduce al deslumbre (y vislumbre) de posibles realidades, pero también de mundos improbables que podemos habitar. Los múltiples escenarios obligan por supuesto al escritor a utilizar todo como pretexto para recordar su mundo contiguo. Evoca e invoca de manera obligada.

Milan Kundera afirma que el camino de la novela se dibuja como una historia paralela de la Edad Moderna y es verdad. Para llegar a ello existe un camino donde: “(…) el novelista será el artista de más poderosa influencia, porque va a presentar, pensar, discutir, analizar y sugerir la conducta humana, iluminándola”.

Por eso un libro como El Quijote (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 1605 y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, 1615) es una selva cambiante y ofrece inagotables sorpresas (Alfonso Reyes, dixit) escritas en una lengua poética no artificial donde se da a conocer una Biblioteca (la recopilación) y la Escuela (la transmisión) que es el afán de conservación del hombre. O para seguir con el sabio mexicano A. Reyes: “Memoria es continuidad y tradición”.

No por nada Francis James en Pensamiento de los jardines (Porrúa, 1917) traducción de Enrique González Martínez anota: “Que Dios me dé tu fin, oh Don Quijote, porque quiero morir de un modo conveniente. Quiero morir según los ritos católicos, después de una existencia de ensoñaciones más o menos dolorosas. Quiero que el laurel bendito orne mi alcoba, que se me llore bastante, pero no demasiado; humanamente, de tal modo, que los que me hayan conocido mejor, evoquen con placer mi memoria”.

Es decir, un lector de novelas gana con su ejercicio cotidiano y suma —abate los males pues— ya que vivir es pensar. E imaginen ustedes lo que significa “escrivivir”: Libertad e Independencia porque se está en paz con el alma. Los no lectores viven fuera de la alucinación del Quijote. Lo sabemos. Están inmersos en las RR SS. Por eso no lo entienden. El lector, como buen Quijote, la vive metido en ella.

¿A quién de nosotros no nos gusta entrar a una biblioteca e ir a la escuela para pensar? Los taimados que afirman que la escuela pública virtual no sirve, no entenderán nunca esto. Los maestros sí, algunos alumnos también y uno que otro padre de familia quizá, (los políticos, una minoría recalcitrante —retardatarios del cambio de régimen—, no; nunca) porque, concluyamos, “que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto”.