El misterio supremo en León: la mujer

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

Léon Guanajuato a 5 de octubre de 2021.-Vamos a comenzar esta historia por el envés. Quiero decir, por la apertura del tiempo distante donde más allá de Anáhuac y Castilla surge una trayectoria ligada al “núcleo de las sucesivas aventuras de la conquista de la Nueva España” (Raúl Noriega: 1952). Seguro muchos pensaron en la creación de la leyenda del mexicano. Y con ello, por supuesto llega, la proveeduría del misterio supremo: la mujer.

Alma indígena e intelecto europeo piensan algunos. Tal y como hace el citado Noriega en su texto “Los mexicanos, análisis y síntesis” (incluido en el libro México, realización y esperanza de Editorial Superación) donde apela a la geografía para determinar la marca inconfundible y forma del cimiento de las nacionalidades.

Si nos atenemos a esta voz encontraremos que los habitantes del Bajío condensamos lo español y lo indígena en reservas y audacias. De allí que nuestro veleidoso provincianismo sea entrañable y persista en resguardar el pasado donde debe: algunas veces en la vitrina o pared de algún museo. Otras en los libros de costumbre que los historiadores nos han legado para supervivir. En ambos casos nos abstraemos porque los tiempos actuales, llenos de innovaciones tecnológicas, no nos dejan pensar alto ni sentir hondo. Por ende, en lo cotidiano no hablamos claro. Porque el triunfo del leonés está fincado en el poder y luego en el dinero. Pero no en la educación aun cuando esta sea no formal.

Si volvemos más la vista atrás encontraremos ―en reservas y audacias― el descubrimiento arqueológico del 25 de abril del año 1984 por el maestro Jorge Olvera investigador del INAH quien investigó la zona del predio de la Privada García, entre la calle Álvaro Obregón y el Pasaje Colón, que sale hacia la Plaza Fundadores.

En las excavaciones, nos relata el arquitecto Rodolfo Herrera Pérez en su libro León entre pirámides, Ediciones del AHML, 2017, León, 1ª. Edición, se encontró una figurilla prehispánica de 1600 a 1700 años de antigüedad, con la que se demuestra que la Cultura Teotihuacana se expandió hasta el norte, el nor-centro, hasta lo que antes se consideraba la zona marginal; la frontera de Mesoamérica. Así pues, entre la grava y la arena, la pieza ―a casi dos metros de profundidad― fue arrastrada por el agua hasta quedar enterrada. Se le nombró la Dama de León o La Venus de León.

La dama de León o La Venus de León, 1984.
La dama de León o La Venus de León, 1984. Fuente: Especial

La figura muestra a una mujer con tocado en la cabeza y con aretes. Lleva el torso desnudo y muestra sus pechos. Su brazo derecho está debajo de los mismos y el izquierdo está mutilado. No es una diosa como tampoco Madre de los huérfanos. Es una mujer de a pie. No tiene nombre propio sino uno asignado por semejanza al magnetismo de la Venus de Milo.

Lo mismo tenemos ejemplo en el grupo de mujeres que fungieron como fundadoras de la Villa de León (1576). Es el caso de Lucía Manrique. O bien el nombre primigenio de la Estancia del Valle de Señora ligado a la virgen María que tendría sus advocaciones en la de la Soledad, la de Guadalupe y finalmente la de la Luz consecutivamente.

Y qué decir de la india Anica ―chichimeca de guerra― recogida en la labor del padre Alonso de Espino (8 de marzo de 1585) quien declaró “lo conducente, y mostrando gran cantidad de rayas en el rostro, la india narró que había huido en busca de los cristianos por los malos tratos que sus congéneres la habían hecho víctima” (Mariano González-Leal: 1990).

El ramillete de mujeres se expande y en el siglo XIX se tiene la representación de dos damas que resguardan la finca de don Manuel Guedea y Caraza llamada “Casa de las Monas” (1870) que con el paso del tiempo fungió como almacén de ropa y de abarrotes (1883).

Lo mismo en el siglo XX la industria de la ciudad tiene cara y forma de mujer. Su representación, a través de un simbólico parque ―a la vera del río de los Gómez― es contundente. La mona es firme y está llena de vitalidad en sus formas. Es próspera y bella. Da todo a quien sepa tratarla.

En el siglo XXI los ejemplos son más atrevidos. Lo terrible es que hay todavía quien piensa que la identidad leonesa está ligada solo al asunto de la piedad popular y al balompié de hombres solamente y bien que lo propaga desde una crónica particular totalmente absurda. Pero algunas muestras bastan para determinar que no solo las mujeres van de compras (como aquella lusitana que paseaba por la Calzada con las bolsas llenas de recuerdos y regalos para dejar testimonio en el cinematógrafo de los años 20´s del pasado siglo).

Por ejemplo, tenemos a Laura González del Castillo quien fue la primera leonesa en llegar a la cumbre del monte Everest junto con el alpinista Yuri Contreras. También la doctora Tessy López Goerne quien conquistó la mención para obtener el Premio Nobel de Química (2016) por sus estudios en nanotecnología ligados a un gel que resarce el terrible mal del pie diabético.

Y que decir de María Bárbara Botello Santibáñez primera alcaldesa en la historia de León en un mundo dominado por noventa hombres atrás. O también María Regina Yamín Morales ganadora del maratón de Londres en la categoría de 55 a 59 años hace unos días. Y la segunda alcaldesa Alejandra Gutiérrez Campos, número 93 de los 91 hombres que nos han gobernado, que tomará posesión de su cargo el próximo 10 de octubre. O si me permiten también citar a Rosamaría Porras y Manrique madre de familia de cuatro hijos y profesionista que supo tranquear los llanos, con la vida entre las manos, potentes de valentía que llega ahora a su tiempo jubilar.

Pues bien, el misterio supremo tiene “un torrente de voces antiguas pero vívidas” sin duda alguna. Sus escrituras están olvidadas, pero no muertas. Lo mismo, pienso, en el estudio de la lingüística que merece tener sus queveres para comprender la estructura y la gramática de nuestro idioma local (Yuval Noah Harari: 2014) para entendernos mejor entre todos sin el afán del roto lenguaje inclusivo.

Así pues, necesitamos palabras definitivas para arrojar entusiasmos y anhelos que nos lleven a, por aquello de nuestro santo y seña, afirmar nuestra mexicanidad (Octavio Paz: 1950) desde una tierra como el Bajío leonés donde el misterio supremo sigue en desvelo: la mujer. Y este mes de octubre es una magnífica ocasión para hacerlo.