El libro que no quiso ser e-book

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

Lo primero que le vino a la cabeza fue pensar en el número de parsecs (un parsec es igual a 3.27 años-luz) que lo separaban de un lugar a otro. Es decir, la medida en Unidades Astronómicas (UA), propuesta por el doctor Arcadio Poveda Ricalde cofundador del Centro de Investigación en Óptica (CIO) en León, en su publicación Estrellas dobles y múltiples: cosmogonía y evolución (El Colegio Nacional, 2013); reiteraba la sorprendente distancia en que se encontraba de aquel viernes 17 de marzo de 1989 a la anterior fecha para ser otro.

Porque más allá del ojo entrenado y escudriñador del científico, nuestro personaje soñaba con llevar una vida celestial: cumplir con el propósito para el que fue hecho de manera tradicional como libro. No como una prueba de laboratorio tampoco como una perturbación gravitatoria sino marcar detalles para contribuir con sus leyentes contemporáneos.

Entonces volvió a pensar en la propuesta de separación y, al desprenderse, tendría un encuentro con otro sistema que no atinaba a reconocer con la curiosa acepción de “nativos digitales”.

Él había sido creado a imagen, según la semejanza, de sus ancestros bien sabida por el doctor Poveda ya que su ADN era resultado de las viejas determinaciones del mismo método que le sobrevino, valga la aclaración al atento lector, al citado astrofísico y que lo llevó a crear el Método Poveda para determinar las masas de las galaxias esféricas y elipsoidales.

Así pues, entre supernovas, brillos, estudios de la función de la luminosidad estelar, aunada al de la investigación y creación de instrumental, nuestro amigo volvió a cavilar en la posibilidad, no de ser eterno, sino más perdurable.

Aquella maquinación de poder contribuir a la difusión de los conocimientos astronómicos le pareció atinado, pero no la forma.

Si ya tenía una vida plena “por qué buscar una ajena”, se preguntó. Porque a su llegada el mundo era coherente con su visión tradicional. Y más cuando su práctico formato podía ser llevado por doquier con múltiples ventajas sobre las nuevas tecnologías.

No dudó por supuesto en conjeturar que si bien era un chico de más de sesenta folios y su plenitud estaba en el cuadrante 47, por aquello de la Némesis, también recordó que él y el posible leyente, así como Arcadio y Christine, “como las estrellas, no viajan solos”.

¡Qué extraordinario esfuerzo!, pensó su creador al señalar la virtud de migrar su texto a la zona digital hoy conocida como Nube…

Nuestro héroe cultural entonces volvió a recitar que no viajaba solo sino con… no concluyó la frase porque el brillo, de primera magnitud, del promotor de la astronomía en México lo apañó.

¡Qué extraordinario esfuerzo!, repensó su creador. Y atizó, al que lee dos veces, o sea el editor, en este caso editora Rosa Campos de la Rosa, que merecía la pena escuchar de nuevo aquel grito ovidiano: Editus hic ego sum «Aquí mi madre y mi partera me parieron».

Pero la conjetura se apoderó de nueva cuenta del ejemplar y sacudió sus hojas para que las condiciones, junto con las fórmulas, fueran las mismas y negaran las excepciones.

Aquella negación le era fortuita pues con ella ganaría el suficiente tiempo para que lo conservaran como era.

El que lee dos veces, o sea la mujer de la frontierra, aseguró la perdurabilidad del texto en el mundillo digital. Pero al momento de la conversión a las nuevas plataformas, uno de sus ayudantes, no entendió aquello de los “tirones” gravitatorios y con un clic dado a la tecla que aniquila todo, anuló su existencia híper-textual.

Borró, por falta de lectura de comprensión, el recitar.

Así, el libro no quiso ser e-book. Y resguardó el procedimiento del “Método de Poveda” que determina la masa total de la galaxia (Gutenberg), según Marcos Moshinsky (e Isaías León-Lévy quien ve con los ojos cerrados desde la Biblioteca de Babel este pasaje).