El lector leonés en la esfera de la historia / 1ª. de dos partes

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Guanajuato a 14 de junio de 2021.-Por los revisores de la historia nuestra, por no decir magníficos  lectores, sabemos que “la ciudadanía leonesa siempre ha tenido inquietudes intelectuales y culturales, y sus autoridades tanto civiles como eclesiásticas, se han preocupado por la preparación y formación de la juventud en general, así vemos como desde sus inicios, algunos de los primeros vecinos de la Villa, trajeron consigo entre sus pertenencias más valiosas sus libros, como se consigna en el inventario de bienes y cuentas de Rodrigo D’Acosta (1598)”.

La lista congrega una veintena de títulos extraordinarios donde destacan Las columnas de la sabiduría, Diálogos y coloquios de Pedro Mejía o bien La crónica general de España de Florián del Campo, constituyéndose así en el primer poseedor en León de una biblioteca. Por supuesto que con el establecimiento de los Padres Franciscanos en la villa trajeron consigo su propio acervo bibliográfico que pervivió en el convento.

Ya establecido el virreinato en León la Villa no dejó de procurar las “Escuelas para indios”, a petición del Virrey Marqués de Balero a través de la Real Cédula que lo ordenaba: “[os pido] se les enseñe la lengua castellana, a leer y escribir y se les instruya en los Misterios de la Santa Fe Católica que es su principal objeto”. Para tal efecto se nombró a don Antonio de Castilla para fungir como maestro para los españoles y para los indios de los pueblos del Coecillo y San Miguel sin dejar de lado la procuración de la guía, moral y espiritual, de las diversas órdenes religiosas.

Para el siglo XIX, luego del movimiento de Independencia, la Villa logró en abril de 1824 la constitución del Primer Gabinete Público de Lectura, es decir, la primera biblioteca pública en todo el estado. Para ello contó con el aval del Congreso del Estado a través de los diputados leoneses y de la autoridad local quienes apoyaron dicho proyecto. Don Agustín Muñoz fungió como primer bibliotecario.

Con el paso del tiempo, elevada la villa a Ciudad de León de los Aldama (1830), otros personajes notables influyeron en la formación educativa y por ende de los lectores: el P. Ignacio Aguado fundador del Colegio de la Madre Santísima de la Luz (1842) adscrito a la Universidad de México. Octaviano Muñoz-Ledo primero jefe político quien introdujo el telégrafo (1853) de su propio peculio y después gobernador de Guanajuato y Querétaro “uno de los mejores gobernantes que ha tenido el estado”.

A mitad del siglo referido el Pbro. Luis Manrique, uno de los primeros cronistas de la ciudad, escribió su Brevísima relación histórica de la fundación, progresos y estado actual de la ciudad de León (1854; 2ª. Ed. 1864) cuyas variaciones y notas fueron bien recibidas. Posteriormente dos folletos abonaron al reconocimiento y discusión histórica de la ciudad. A saber: Apuntes geográficos y estadísticos de la ciudad de León (1872) del doctor José García Saavedra donde da cuenta de la segunda población de la República en número de habitantes y cuya cabecera del Departamento de su nombre en el estado de Guanajuato, y capital del Obispado de León, está colocada en el principio del hermoso y extenso valle llamado Bajío.

Del mismo año es Noticias tipográficas y estadísticas de la ciudad de León de los Aldamas de Antonio J. Cabrera donde da cuenta, en su introducción, que “está uno de mal humor y solo se aprovechan algunas horas en la lectura de buenos libros”. Y más adelante pronuncia: “La lectura aprovecha cuando se medita”.

En cuanto a los periódicos no hay que olvidar que se tienen noticias de la publicación de “La Iniciación Política” (1855), anota el historiador Jesús Rodríguez Frausto, y de manera posterior aparecería “El Conciliador”, que por mucho tiempo se reputó como el primer periódico local, a decir del historiador doctor Mariano González-Leal.

Con la erección de la Diócesis de León (Bula “Gravissimun Sollicitudinis”) llegó también el recaudo de libros para la dotación de un acervo particular muy valioso, en obras de teología e historia, que sumaría al archivo eclesiástico y poco a poco se consolidaría como la Biblioteca del Obispado (1861 a la fecha) para beneplácito de los lectores.

Continuará…


  1. Luz Victoria Lozano V., “Culturales” en Boletín del AHML, 3ª. Época, No. 4, Julio-Agosto 1974, Año IX, p. 13
  2. , p. 13