El inadecuado, absurdo y maloliente lenguaje inclusivo

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Gto., a 15 de noviembre de 2021.- En el arte de gobernar los negocios privados y públicos, es decir, la política que sí se puede enseñar —según nos anuncian los Diálogos de Platón— porque nos convoca a “pastar libremente en las praderías” para ir “por sí mismos en el camino de la virtud”, encuentro por estos días un sentido ambiguo, que me recuerda un pronunciamiento de Miguel de Unamuno cuando habló que todo hombre debe ser guerrero, sacerdote y maestro y que no hay cosa peor que delegar estas tres funciones de todo buen ciudadano.

Pero entra el ser antipedagogista. Esto es oponerse por completo a ser caudillo, sacerdote y maestro porque no se asume uno como parte del pueblo completo y perfecto.

Sólo la batalla particular interesa. No más.

Si bien desde la cultura griega aprendimos por Prometeo que el hombre “en igual forma creó una lengua, articuló sonidos y dio nombre a todas las cosas, construyó casas, hizo trajes, calzado, camas y sacó sus alimentos de la tierra”; no se le concedió saber política sino desarrollar por él mismo el diálogo para que el fruto de las reflexiones y preceptos desemboque en el arte de gobernar.

Recordemos que la solvente política deriva en dos estadios: justicia y templanza.

Es el diálogo que proviene del dialecto el que por estos días está más vivo que nunca. Su manifestación para unos es considerada como una presunción malintencionada. Sólo recordemos el cómo, tres estudiantes de secundaria de Cliffside Park de New Jersey, EE UU abandonaron la clase después de que una profesora les pidiera que no hablaran en español sino “estadounidense” o bien en “americano”. Su argumento fue que “los soldados estadounidenses no luchan por su derecho a hablar español, están luchando por su derecho a hablar americano”.

Los estudiantes salieron indignados por el señalamiento de la profesora y convocaron a una manifestación para defender su derecho a hablar en la lengua que les pertenece y acusar a la tutora de discriminación.

Otro hecho cercano es el asunto del habla catalana por el acontecimiento de todos conocidos. Merece la pena citar a Unamuno cuando, en 1916, ya en tierra catalana empieza a oír hablar catalán en el tren, pero no el catalán literario que vengo leyendo hace ya bastantes años. Es el catalán vulgar, conversacional o coloquial, el vivo, todo él salpicado de ¡buenos! —como interjección, o más bien como muletilla ilativa, el catalán dice: ¡bueno! Y no — que a veces se parece no poco al que en Barcelona llaman parlá municipal o parlá chanchez.

Por cierto, el autor bilbaíno de Andanzas y visiones españolas señala que un día se unificará el lenguaje de toda España y que no se debe dar validez oficial a otro que no sea el idioma nacional castellano.

Finalmente queda para la historia del festival de los nuevos tiempos, hablo del Internacional Cervantino —próximo a cumplir 50 años— el pronunciamiento de Mihály ‘Misi’ Kovács violinista del grupo Romengo con la virtuosa voz de Mónika Lakatos quien dentro de la presentación en la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas lamentó no hablar bien en mexicano. Asunto que arrancó un sentido aplauso del respetable reunido en el máximo foro popular del festival.

La sola intención del músico, quien sirvió de traductor para la cantante y grupo en general, mostró a un hombre que más allá de la barrera lingüística supo dialogar con el público presente tanto en español mexicano como musicalmente hablando.

De los tres casos mostrados hace falta la comprensión mutua. El saber expresar en una lengua habla del diálogo para saber verter la personalidad y con ello la justicia y la templanza.

Esa es la política real del pueblo y no, aprovecho el viaje, el inadecuado, absurdo y maloliente lenguaje inclusivo que busca imponer una minoría en busca de entidad.

Així les coses amics.