¿Custos, quid de nocte?

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Gto., a 25 de octubre 2021.- Para puntear (señalar, dirían los empeñosos idiolectos) algunas rutas de la historia musical en nuestra ciudad es conveniente remitirse a la Escuela de Música Sagrada que Monseñor don Emeterio Valverde y Téllez fundara en octubre 8 de 1943.

Derivada, mejor dicho, hecha a la calca, “en los programas del Instituto Pontificio de Música Sacra de Roma, y de la Escuela Superior de Música Sacra de Morelia” (P. Silvino Robles Gutiérrez de Velasco, dixit) tuvo entre sus alumnos a Antonio Alderete Loza y a Juan Torres; así como entre sus maestros a Juan B. Fuentes y a Guillermo Pinto Reyes, por destacar, en ambas citas, un par de sobresalientes músicos.

Cabría pues, por lo anterior, enfatizar que “la dedicación apasionada con que se consagraban a sus estudios: en el único piano de la escuela, hacían sus prácticas de teclado, repartidos en las diferentes horas del día. Cuando se daba el toque de levantarse, al filo de las cinco y media de la mañana, ya varios de ellos estaban agazapados, junto a sus camas esperando dicho toque y, en una espectacular y originalísima estampida, poder abalanzarse sobre el musical instrumento, tratando de adueñarse de él, primero que los demás”, nos relata el referido don Silvino en su Don Silvestre. Perfiles de mi ciudad (1990) curiosa obrilla que lo reconcilia a uno, quiero decir, al impaciente lector por momentos clave, con la historia laica de las predilecciones musicales. Y más con las del piano.

Pues bien. En este emporio del trabajo donde muchos citadinos afirman que no pasa nada (por hablar de manera cultural) un siempre admirado y recordado autor, como lo fue (es) don Leopoldo García Orozco se me aparece y lo cito por aquel sincero y elocuente trabajo literario Nueva luna. Haiku (1995) donde destaca aquel poema cipanguero: “Al desgranar/ acordes, estremece/ la catedral.”//. Y dicho haiku remite al recital de órgano ofrecido por Víctor Urbán el 24 de julio de 2012 ―aunque claro este es otro puntal de la historia―, aparece en las notas de mi dietario Atriles en espera la cita del trabajo discográfico El piano de los siglos XX y XXI en León (ICL, 2012, Colección Musical Vol. 1) de Rodolfo Ponce Montero et. al.

Se trata de un material musical en disco compacto donde recuperan Javier González Compeán, Hilda Esther Sandoval Mendoza y Rodolfo Ponce Montero música para piano de compositores: Paulino Paredes Pérez; Guillermo Pinto Reyes; Francisco Nuñez; Adalberto Tovar; Manuel de Elías; Rodolfo Ponce Montero; Leonardo Saraceni; Javier Compeán; que han influido en la creación y el quehacer artístico en León de los Aldama.

Más allá de hacer un marcaje en el inicio de una serie de producciones discográficas propias del Instituto Cultural de León, ICL ahora mismo en pausa, lo han hecho ya con trabajos interesantísimos como La Alondra del Valle. Canciones y corridos. María de la Luz Ocampo (2002); Cien años con León (1902-2002; Cincuenta años sin María Grever. La Banda Municipal de León y Tarsila Escoto Aguirre, soprano (2003); Carlos Orozco. Mor):ho. Bajo solo (2008); las diez piezas que congrega el disco señalado son, para decirlo con alegorías: sombra del día; profundidad del viajero; escenario abierto como el cielo; promesa de eternidad, donde la vida ―en una ciudad en movimiento como la nuestra en esta Nueva normalidad― sin límites, responde a la pregunta clave que abre esta columna: “Centinela, ¿qué hay de la noche?”. Y la respuesta es simple y harto sencilla: piano solo piano. Golpe de luz en la siesta.

Así tendría que ser, por cierto, golpe de luz en la siesta el resguardo de quienes pronto guíen el destino cultural en León por el cambio que se avecina en el ICL. Qué, dicho sea de paso, espero no caigan en la luz efímera que provocan los fuegos de artificio y tengamos rutas donde salgan y saquen todo lo que dentro llevan y con los cabrestantes de las naves los tiren fuera pero no sepan asentar la fragua, parafraseo a López de Gómara hablando de Cortés por el Guayabal rumbo a Culiacán, y menos hacer carbón.

Que a final de cuentas a los artistas en general, desde la política cultural de escritorio, los nuevos funcionarios siempre nos hacen carbón.