Dicen que la mejor manera de dejar de pensar en un problema es tener otro peor, así le ha pasado a nuestro pobre México en este inicio de año.
Empezamos con el drama de la ministra plagiadora, que si bien no quedó de presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no debemos olvidar que sigue siendo una de las once personas con mayor autoridad jurisdiccional en nuestro país. Hace 35 años fue parte de una red de corrupción universitaria, donde todo indica que la maestra colocaba tesis recicladas a alumnos que seguramente retribuían de alguna forma el haber evadido la carga de elaborar una tesis propia. En eso participó la ministra hace mucho, pero hace poco, con tal de salir exonerada y buscando conseguir la presidencia de la corte, hizo uso de las más negras artes de corrupción como son el tráfico de influencias, para conseguir que la fiscalía abriera y cerrara una investigación en tan solo una semana dándole todo el respaldo que necesitara, o la falsificación de documentos con una carta falsa en donde el otro alumno se confesaba culpable y además conseguir que un notario asegurara haber estado frente al alumno confeso quien reconocía y ratificaba su carta. Fue un espiral de lodo, mentiras y corrupción donde la ministra y su maestra hicieron de todo para cubrir sus trampas académicas.
Seguimos con la confesión presidencial relativa a que la ayuda a los pobres no es su convicción personal sino una estrategia política. Claro que esto siempre lo hemos sabido, los gobiernos así se han manejado desde hace más de 100 años, a pesar de ser un delito, todos hacen uso de los programas sociales con fines electorales, la noticia aquí es el cinismo de confesarlo abiertamente. El presidente se aventó esa puntada para desviar la atención de la ministra plagiadora y llevar el punto de atención mediática hacia algo nada nuevo pero escandaloso de momento.
La recaptura de Ovidio fue otro tema significativo y lleno de interrogantes, nos empezamos a preocupar sobre los efectos directos e indirectos, la relación con Estados Unidos, a especular sobre la procedencia de las órdenes y lo de los pobres como estrategia pasó ahora a segundo plano.
Cerramos la semana con la terrible tragedia del choque de trenes en la línea 3 del Metro de la Ciudad de México, lamentable crónica de un accidente anunciado. En este periodo de gobierno el presupuesto asignado al mantenimiento del metro se ha reducido cerca del 40% y cuando a las cosas no se les da el adecuado mantenimiento lo normal es que se deterioren y se vuelvan peligrosas en su uso, tal como lo hemos visto en el metro en los últimos 3 años, con cuatro accidentes con víctimas fatales, así como incidentes cotidianos relativos a inundaciones, incendios etc.
Hay horrores que pasan y otros que se fabrican, los distractores estarán siempre ahí, y el gobierno se encarga de jugar con ellos para conducir la opinión pública, pero después de esta semana tan movida dos puntos no se nos pueden ir de la mente. Tenemos en la Corte una ministra corrupta y tenemos una mínima inversión en mantenimiento en infraestructura necesaria e importante para el funcionamiento del país. Nunca olvidemos nuestro derecho humano a una buena administración pública, hagámoslo valer, exigiendo personas éticas en los puestos clave y una distribución adecuada del gasto de nuestros impuestos.
