“Estamos condenados a enfermarnos si, como consecuencia de la frustración, no somos capaces de amar.” Sigmund Freud
“Perdón a todos aquellos que esperaban de mí lo que no soy. Andaba ocupado; ya saben, intentando vivir mi propia vida.” César Sánchez Manríquez
“La raíz de la vida estaba en cada gota del océano de la inmortalidad, y el océano era luz radiante, que era fuego, corazón y movimiento.” Helena P. Blavatsky
“No debes temer al que tiene una biblioteca y lee muchos libros; debes temer al que tiene un solo libro y lo considera sagrado, aunque nunca lo haya leído.” Friedrich Nietzsche
“Hay silencios que dicen mucho, al igual que hay palabras que no significan nada.” Edith Piaf
“Lo único que podrás llevarte es todo aquello que diste.” Juan Zéngaro
“Si, mis días corren veloces a su fin; esto es todo lo que pido: en vida y muerte un alma libre y valor para aguantar. Emily Brontë
“Los seres humanos no nacen solamente el día en que sus padres les dan a la luz, en realidad la vida los obliga muchas otras veces más a parirse a sí mismos.” Gabriel García Márquez
“Estamos solos, vivimos solos y morimos solos. Solo a través del amor y la amistad podemos hacernos la ilusión, por un momento, de que no estamos solos.” Orson Welles
“No es que tenga miedo de morir, simplemente no quiero estar allí cuando eso suceda.” Woody Allen
“El significado literal de la vida es lo que sea que estés haciendo que te impida suicidarte.” Albert Camus
“Los vientos del pasado te empujan al futuro, aunque estés de espaldas a él.” Hannah Arendt
“El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer…” Jorge Luis Borges
“Que no os engañe mi apariencia. Lo sigo teniendo todo maravillosamente desordenado.” Patricia Benito
“En algún lugar dentro de mí, existirán para siempre los momentos en que, tu abrazo, fue el mejor lugar que elegí para vivir.” Massimo Bisotti
“No te apegues sino a lo que sientas que no existe en ningún otro lugar más que en ti mismo, y crea de ti, con paciencia o con impaciencia, el más insustituible de los seres.” André Gide
“Probablemente nunca se curen esas heridas del corazón. Pero no nos podemos limitar a sentarnos y contemplarlas eternamente.” Haruki Murakami
La complejidad de la vida se expresa hoy, tristemente, en un cúmulo de tensiones artificiales que ofrecen poca evidencia del uso de la inteligencia humana. Las dinámicas sociales entran en un marasmo del pensamiento crítico y en una apatía para politizar; es decir, para hacer de la política un asunto de interés público, ya que todo es político y porque somos un zoo politikon, un animal social, como nos definió Aristóteles.
Una buena amiga publicó en su muro de Facebook este texto de Carla Escoffié:
“Hay que politizarnos, pero también hay que disfrutar la vida; porque si no disfrutas la vida, no amas. Y si no amas, no vas a defender nada. Y si no vas a defender nada, no tiene caso politizarse.”
El problema es que la modernidad occidental ha configurado nuestra racionalidad desde una idea de polos opuestos que, si bien pueden entenderse de manera hegeliana —tesis, antítesis y síntesis—, lo cierto es que esa dialéctica no ha prosperado en la práctica. Creo que no hemos querido aprender ni emprender nuevos modelos de convivencia que deconstruyan las estructuras de poder vigentes y que no pasen por exaltar antagonismos estereotipados ni formas confrontativas que solo reproducen el sistema y validan ingenuamente ideas sin argumentos, así como descalificaciones de todo tipo. Todo ello perpetúa la explotación, el machismo, la discriminación, la desigualdad, la meritocracia, la acumulación desmedida de riqueza, la dominación, la ignorancia, el trabajo infantil, la trata de personas, la esclavitud, la expoliación de la naturaleza, la contaminación del medio ambiente y la instalación de una permanente tristeza en las personas.
Ya Gilles Deleuze escribió:
“El poder requiere cuerpos tristes; el poder necesita tristeza porque puede dominarla. La alegría, por tanto, es resistencia, porque no se rinde.”
En este sentido, la editorial de la Universidad de Oxford seleccionó rage bait, traducido como “cebo de ira” o “anzuelo de ira”, como la palabra del año 2025, destacando un fenómeno que atravesó de manera decisiva el debate digital. Se trata de una estrategia que explota emociones negativas, especialmente la ira, para aumentar la interacción en redes sociales y plataformas web.
El concepto alude a un tipo de contenido diseñado deliberadamente para provocar indignación, una tendencia que, según Oxford Languages, refleja una creciente conciencia pública sobre las tácticas de manipulación que circulan en línea. Oxford recordó también que el término fue utilizado por primera vez en una publicación de Usenet en 2002, entonces vinculado a la ira en la conducción: describía la reacción de un conductor expuesto por otro. Con el paso del tiempo, el concepto se desplazó al ámbito digital.*
Son tiempos de redes sociales, en la era de la información, y, sin embargo, no tenemos aún el hábito ni el cuidado permanente de analizar lo que vemos, oímos, leemos y decimos. Estar en la dinámica de deslizar el dedo sobre las pantallas hace que perdamos la capacidad de concentración y nos mantiene en una práctica superficial que explota la sensibilidad emocional, dejando de lado el poder pensar y discriminar lo que se nos presenta a través de las pantallas.
Las dicotomías sirven, sin duda, para marcar extremos; lo realmente importante es aceptar que entre ellos existe una infinidad de posibilidades, matices, realidades, pensamientos, experiencias, creencias, opiniones y verdades propias que hacen que nuestras trayectorias de vida sean únicas e irrepetibles. Todo ello desde la subjetividad que nos constituye y desde la comprensión de que la realidad es una construcción social que responde a lógicas de poder establecidas a través de mecanismos culturales, como lo describió Antonio Gramsci, y mediante usos tendenciales que hoy, más que nunca, se emplean para la manipulación y el control social.
Las prácticas culturales, el entretenimiento, la diversión y todo el fenómeno de “habitar” las redes sociales se utilizan actualmente para promover estrategias nacionalistas de protección económica del mercado y ofrecer “seguridad” que sustente una economía de guerra. Una economía que destruye la vida sembrando miedo y anulando la sensibilidad humana, negando al “otro” y validando su eliminación, haciendo ver a los demás como “objetos desechables”. Todo ello evita que aceptemos conscientemente que no hay una sola historia, sino narrativas múltiples, inscritas en la complejidad histórico-social del mundo y en el devenir de la civilización.
Ante esta realidad que nos atrapa, nos envuelve y nos incita al encono, la polarización, el odio y la desesperanza, podemos desarrollar posibilidades para construir nuestra realidad de forma diferente, evitando que el miedo, el dolor y la tristeza se instalen en nosotros. No debemos aceptar las soluciones que la sociedad de mercado impone para su propio beneficio, haciéndonos creer que la felicidad es sinónimo de consumo: que la dicha se compra, que la salud es una inversión, que la educación es un mal necesario, que tener una vivienda es el único motivo de vida, que trabajar es más importante que vivir y que descansar es perder el tiempo. Discursos que se promueven como un nuevo evangelio.
Lo verdaderamente contracultural, la opción para que la vida gane y la dignidad humana sea lo realmente importante, es reconocer y entender que la alegría es el contacto con los demás, que la humildad es nuestro contacto con la realidad y que la ternura es el contacto con nosotros mismos. Solo desde ahí se puede construir la fraternidad, la sororidad y la solidaridad: formas de amor social que integran y hacen que la alegría, la humildad y la ternura se expresen y den sentido a la utopía de la justicia social, la igualdad y la libertad.
Pensar y actuar desde el amor es una posibilidad. No se trata solo de sentir desde lo afectivo, sino de aceptar al otro. Byung-Chul Han escribió:
“El amor no es posesión y dominio del otro, sino aceptación de su alteridad.”
Y Rainer Maria Rilke:
“Cree en un amor que se guarda para ti como una herencia, y ten fe en que en este amor hay una fuerza y una bendición tan grandes que puedes llegar tan lejos como desees sin tener que salirte de él.”
Es claro, aunque no siempre evidente, que “El amor nos vuelve buenos. No importa a quién amemos, tampoco importa ser correspondidos o si la relación es duradera. Basta la experiencia de amar, eso nos transforma”, como afirma Isabel Allende.
Bianca Sparacino dice:
“Algunas de las almas más amables que conozco han vivido en un mundo que no era tan amable con ellas. Algunos de los mejores seres humanos que conozco han pasado por tanto a manos de otros, y aún aman profundamente, aún les importa. A veces son las personas que más han sido heridas las que se niegan a endurecerse en este mundo, porque nunca querrían hacer que otra persona se sienta de la misma manera que ellos mismos han sentido. Si eso no es algo por lo que estar asombrado, no sé qué es…”
Haruki Murakami escribió:
“Lo que busco… la fuerza que busco no tiene nada que ver con ganar o perder. No quiero un muro para repeler la fuerza exterior. Lo que quiero es la fuerza para recibir los ataques que vienen y soportarlos. Injusticia, desgracia, tristeza, malos entendidos… Quiero la fuerza para soportar todas estas cosas en paz. Sin embargo, creo que esta es la fuerza más difícil de conquistar.”
Y si algo hemos aprendido es que las respuestas que buscamos nunca llegan cuando la mente está ocupada; solo vienen cuando la mente está quieta.
Octavio Paz nos coloca en la condición del tiempo, esa Piedra del Sol, ese calendario cósmico que nos sitúa entre el cielo y la tierra:
“Sí, somos mortales, somos hijos del tiempo y nadie se salva de la muerte. No sólo sabemos que vamos a morir, sino que la persona que amamos también morirá. Somos juguetes del tiempo y sus accidentes: la enfermedad y la vejez, que desfiguran al cuerpo y extravían al alma. Pero el amor es una de las respuestas que el hombre ha inventado para mirar de frente a la muerte. Por el amor le robamos al tiempo unas cuantas horas que transformamos a veces en paraíso y otras en infierno. De ambas maneras el tiempo se distiende y deja de ser una medida.”
Y aún ahí habrá que:
“Cantar, aunque cante mal. Soñar, aunque no se cumpla. Amar, aunque a veces duela. Vivir, aunque esté todo en contra. Y así, hasta el final…”, como nos invita Mala Bita.







