Violencia normalizada

Katya Morales Prado
Katya Morales Prado

Los jesuitas siempre han sido icónicos, son activos, se meten en todos lados, no se callan ni se acomodan hipócritamente y han sido incómodos para las autoridades absolutistas. Basta recordar la expulsión de la orden en todo el territorio español en los tiempos de Carlos III en 1767 y como casos paradigmáticos del siglo pasado  está el asesinato del cardenal Romero en El Salvador en 1980 así como de los seis jesuitas y dos mujeres que los asistían también en El Salvador en 1989.

Dentro de la ola de sangre que cubre a nuestro país, esta semana fueron asesinados a balazos dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, Javier Campos Morales y Joaquín Cesar Mora Salazar, lo que se sabe es que cayeron al tratar de ayudar a un guía de turistas que ingresó a refugiarse dentro del templo, acabaron balaceados los tres y los sicarios se llevaron los cuerpos. No estamos aquí para hacer conjeturas ni sospechosísimos, ni sacar conjeturas morbosas, lo que se ha declarado es que aparentemente no hubo un móvil de los asesinatos, sino que los sicarios estaban sin control emocional y decidieron repartir balazos.

Esto es la exposición del estado de caos y ambiente descompuesto que vivimos en donde se permiten excesos tan grandes como tener tres muertes así nada más porque los matones andaban de malas. Hemos normalizado la violencia a tal grado que sabemos que a cualquiera le puede tocar en cualquier momento y que el gobierno no nos va a defender. En una conformación teórica del Estado se supone que los ciudadanos cedemos frente al gobierno la facultad de ejercer la defensa en favor de los gobernados, pero el declive en que vivimos, en que hemos perdido la brújula nos indica que no hay garantías brindadas por el Estado ni en la mínima expresión.

No podemos añorar que un solo grupo delincuente domine la zona para aspirar a que haya paz, no podemos resignarnos a ser víctimas potenciales en todo momento del crimen organizado, sin que nadie tenga la potestad de defendernos.

No está nada fácil atajar la inseguridad, pienso yo sería necesario:

  1. Hacer reformas legales que permitieran una mayor coordinación interestatal y la intervención total de las fuerzas estatales en el combate a todos los delitos.
  2. Reducir la participación del ejercito a las funciones mínimas y crear bandos de policía y buen gobierno a través de células básicas donde la gente conoce a su policía, interactúas con ellos y puede exigir y colaborar directamente.
  3. Que los gobernantes dejen de tener adversarios y se den cuenta que están ahí para gobernar no para ganar votos para sus partidos.
  4. Con el narco no se pacta, pero es la cabeza de la hidra, no se puede pretender acabar con el de una manera violenta, se le debe cortar los suministros económicos, esa es la verdadera manera de reducirlos, lograr que no sean negocio, que no valga la pena arriesgar la vida por una ganancia corta. El combate no debe ser con armas sino con estrategia de fiscalización y control de recursos.

La sangre de los jesuitas nos duele a todos. No debe quedar impune su muerte, que no sea estéril su tragedia, la reflexión del horror debe llegar a cada una de nuestras consciencias y para que  digamos un hasta aquí desde el fondo de nuestro ser.

Mtra. Katya Morales Prado
Abogada egresada de la Universidad Iberoamericana León. Maestra en Derecho Corporativo, por la Universidad Latinoamericana. Maestra en Derecho Constitucional y Amparo, por la Universidad Iberoamericana León, con un Máster en Políticas Anticorrupción Iberoamericanas por la Universidad de Salamanca, España, cursando actualmente Doctorado en Derecho.