“Hay un más allá para todo. No quieres o no sabes cómo verlo…” Luigi Pirandello
“La verdad es que, a pesar de las dificultades insuperables, todos nosotros siempre esperamos que algo extraordinario nos suceda.” Khaled Hosseini
“¿Y de qué sirve hablar si ya sabes que otros no sienten lo que tú sientes? Eso no te da derecho a que guardes lo que sientes…” Luisa Burguesa
“Es inútil buscar a alguien que te completa, nadie completa a nadie, tienes que estar completo por tu cuenta para ser feliz.” Erich Fromm
“Hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día. La paz sin la cual el pan es amargo.” Amado Nervo
“Un abrazo tuyo tenía todo el peso del cielo. Era como quedar bajo el cobijo de un árbol milenario. Era la paz. Era el sueño tranquilo. Era la certeza de que no había nada que pudiera lastimarme.” Laura Esquivel
“Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente”. Rabindranath Tagore
“¿Qué soy, entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente.” René Descartes
“Todo lo que hemos olvidado grita en nuestros sueños” Elías Canetti
“Sólo lo sublime puede ayudarnos a sobrellevar lo ordinario de la vida.” Alain Fournier
“Siempre amamos a pesar de todo; y este “a pesar de todo” cubre un infinito…”
Emil M. Ciorán
“Tu libertad la has comprado con soledad.” Ursula K. Le Guin
“El arte de vivir consiste en abrazar la incertidumbre sin miedo, porque es allí donde florecen la creatividad y la libertad.” Clarissa Pinkola Estés
¿Con qué se llena la vida? ¿Cómo se le da sentido a algo que no lo tiene por sí mismo?
“¿Por qué no descansas, ahora que ya sabes de qué se trata este mundo, ahora que ya te has enterado de que no se trata de nada?”, pregunta Djuna Barnes.
Albert Camus afrimó: “Si existe el alma, es un error creer que nos es dada como algo perfectamente creado. Se va creando aquí, a lo largo de toda la vida, y vivir no es más que ese parto largo y torturante.”
¿Cómo es que no vamos siendo más conscientes de la necesidad de arriesgarnos a vivir con todo lo que ello implica, y dejamos de aferrarnos a querer tener certezas en todo, sosteniendo creencias que nos confunden y que relegan el ejercicio responsable de la libertad? Nos empeñamos en pretender vivir en el pasado o en la falsa expectativa del futuro.
Y aunque es cierto que lo que vemos todos los días nos arranca pedazos de alma y de esperanza —a través de las injusticias y el dolor humano que generan otros seres que también se dicen humanos—, y aunque a veces, como escribió Milan Kundera: “El mundo era tan feo que nadie tenía ganas de levantarse de entre los muertos”, aun así, Fernando Pessoa dirá: “Pero quiero creer que la vida es mitad luz, mitad sombras. No soy pesimista. No me quejo del horror de la vida. Me quejo del horror de la mía.”
Somos contradicción y somos dialéctica. Melanie Klein preguntará:
“¿Qué somos nosotros? Todo lo bueno y lo malo que hemos pasado desde los primeros días; todo lo que hemos recibido del mundo externo y sentido en el mundo interno; experiencias felices y desdichadas, vínculos con la gente, actividades, intereses y pensamientos de todo tipo. Es decir, todo lo que hemos vivido forma parte de nosotros y construye nuestra personalidad.”
Y lo cierto es que “No podríamos vivir, a buen seguro, sin esos instantes de necesaria melancolía, sin la nostalgia. Porque un hombre o una mujer sin recuerdos deben parecerse mucho a un tronco hueco, recorrido por las hormigas y la lluvia”, nos dice Ana María Matute.
Aceptar sentir la soledad y el vacío como parte de ser personas es una manera de crear un espacio para conocernos sin autoengaños.
Solo aquel que conoce la soledad puede entender lo que significa la compañía.
Friedrich Nietzsche escribió: “La valía de un hombre se mide por la cuantía de soledad que le es posible soportar.”
Y yo diría también: la valía de una persona se mide por la capacidad de no llenar su vacío con cualquier cosa o a cualquier precio.
Victoria Martínez nos dice:
“Yo también he sentido la necesidad de alguien, la ausencia de un todo, el dolor de un ‘no se puede’, la impotencia de un ‘no se pudo’. Pero aprendí que cada vacío enseña a descubrir que no siempre falta quien falta, que la ausencia no siempre duele. Aprendí a sostenerme con ternura, a hablarme sin reproches y a quererme como soy. No tengo que demostrar quién no soy. La calma llega cuando uno deja de explicarse. Ya no necesito excusas. Aprendí a mirarme sin culpa, a quedarme cuando todos se van, a decir ‘no’ sin miedo y ‘sí’ sin dudar. Ya no busco justificar lo que siento ni disfrazar mis silencios. La vida se va acomodando sola cuando uno se elige con el corazón… él es el que manda.”
La soledad y el vacío son constantes de la condición humana. El duelo se instala en las ausencias y en las pérdidas.
“Para hacer crecer el alma necesitas todo, las pérdidas más que cualquier otra cosa…”, sentenciará Marina Cvetaeva.
Emil Cioran, en un plano más allá de la inmediatez y con la crudeza de su visión del mundo, dice:
“En este momento no creo absolutamente en nada y no tengo la mínima esperanza. Todo lo que nos atrae y seduce en la vida me parece vacío de sentido. No poseo ni el sentimiento del pasado ni el del futuro; el presente me parece un veneno.”
Virginia Woolf, desde la intensidad reflexiva, escribe:
“Sola, con frecuencia me sumo en la nada. He de mover los pies con gran cautela, para no rebasar los límites del mundo y caer en la nada. Golpear con la mano una dura puerta, para llamarme a mí misma y volver a entrar en el cuerpo.”
La soledad es ausencia y vacío —añoranza, nostalgia, tristeza y dolor—.
Pero si vamos reconociendo que somos seres que nacemos en el dolor, que la búsqueda de ser queridos, de ser vistos, de querer y ser amados, y de anhelar la recompensa del deseo, es también aprender a vivir con lo que hemos ido perdiendo; y que en la afanosa tarea de encontrar el objeto perdido no nos integramos a lo real, entonces, si somos mínimamente conscientes, “La ausencia termina por convertirse en una presencia, la ausencia termina por acompañarte”, dirá Olga Orozco.
Y aún desde la desolación más grande y profunda, “En algún recodo de tu encierro puede haber una luz”, escribió Jorge Luis Borges.
Estamos en búsqueda de algo que nunca encontraremos. Sandor Márai escribe en una de sus novelas:
“De repente me di cuenta de que no existe la persona adecuada. No existe en la tierra ni en el cielo ni en ningún otro lugar, puedes estar seguro. Solo hay personas, y en cada una hay una pizca de la correcta, pero en ninguna hay todo lo que esperamos y deseamos. Nadie encarna todo esto, y no hay una figura cierta, justa, maravillosa, única, que pueda darnos la felicidad. Solo hay personas, y en cada una hay impurezas y rayos de luz, todo…”
Pensar en nosotros, nuestras búsquedas y relaciones humanas, afectivas, amorosas, nos pone a prueba y puede permitirnos saber más de nosotros mismos.
“Todo lo que nos irrita acerca de los demás puede llevarnos a una mejor comprensión de nosotros mismos”, afirma Carl Jung.
Y porque, como escribió Emil Cioran: “Cuanto más nos tratamos con la gente, más se oscurecen nuestros pensamientos; y cuando, para aclararlos, volvemos a nuestra soledad, encontramos en ella la sombra que ellos han proyectado.”
También habrá que reconocer que, en esto de conocernos, se requiere que:
“Cada persona necesita aprender desde la infancia cómo pasar tiempo con uno mismo. No significa que uno deba ser solitario, sino que no debiera aburrirse consigo mismo, porque si se aburre en su propia compañía está en peligro en lo que a su autoestima se refiere”, como lo expresó Andrei Tarkovski.
Porque, de alguna u otra manera, la soledad y el vacío se instalan sin dar muchas posibilidades de hacer que sean puntos de referencia para vivir con plenitud y sin miedo.
Alejandra Pizarnik, la poeta argentina, dirá: “Soy un deseo suspendido en el vacío.”
Y Su Tung Po (1037–1101), con relación al vacío, dijo:
“Si deseas palabras poéticas sutiles, milagrosas; nunca canses de la quietud ni del vacío: con la quietud entenderás los movimientos de innumerables cosas; y, con el vacío, percibirás mil mundos.”
A su vez, Giovanni Papini escribió sobre la soledad:
“Aun en la soledad perfecta me siento, con espanto, átomo de un monte, célula de una colonia, gota de un mar. En mi espíritu y en mi carne hay la herencia de los muertos; mi pensamiento es deudor de los difuntos y de los vivientes; mi conducta está guiada, aun contra mi voluntad, por seres que no conozco o que desprecio.”
Aun así, con la realidad del vacío y de la soledad, “Cada uno tiene que encontrar la paz desde dentro. Y la paz, para ser real, no debe verse afectada por circunstancias externas”, dijo Mahatma Gandhi.
Y porque, tomando las palabras de Ralph Waldo Emerson:
“El propósito de la vida no es solo ser feliz. Es ser útil, compasivo, dejar el mundo un poco mejor de como lo encontraste. El verdadero éxito no está en los aplausos, sino en saber que, por tu causa, al menos una vida respiró con más calma. Eso es vivir bien. Eso es vivir de verdad.”
Eso es vivir con otros y con un hacer que va más allá del vacío y la soledad.