Es sin duda un dicho popular que lo hemos escuchado desde niños, pero parece que ahora cobra vigencia y más valor.
En los scouts, se practicaba la enseñanza de los caballeros del Rey Arturo. El Uno para todos y todos para uno de los Tres Mosqueteros. Esa era la piedra angular del sistema de patrullas.
Cada uno de los muchachos protegía y ayudaba a los demás y el resto de la patrulla protegía y ayudaba a ese muchacho, quizá fue una de las razones que, en la segunda guerra mundial, al reclutar a jóvenes para la guerra se volvió obligada la pregunta: “¿perteneciste a los Boy scouts?”
De ahí, se tenían elementos de jóvenes que sabían colaborar, ayudar, apoyar, que eran disciplinados y que muchos sabían obedecer y dar órdenes, así que siempre los reclutaron para darles mandos directivos.
Seguramente el fundador Baden-Powell no se equivocó con su consigna: “un grupo de muchachos dirigido por muchachos” él, como militar, sabía de la importancia del trabajo en equipo.
Pero eso que se interiorizó en nuestra sociedad y que lo tejimos palmo a palmo durante años, de ha ido destejiendo, cual Penélope, que tejía para destejer. Ahora de ha ido deshilvanando el tejido social y cada quien para su santo. Solamente se busca el logro personal, los intereses propios, y se han dejado a un lado los intereses de grupo.
Cada día nos convertimos más en una sociedad de ermitaños, solos en medio de una selva gris y bulliciosa que nos permite el estar juntos, pero alejados de los demás.
El prójimo esta en ese sujeto anónimo, sin rostro, atrás de las redes sociales, así como nosotros lo estamos. Una sociedad que solamente busca y pelea su beneficio. Con individuos que están dispuestos a arrostrar contra todo y contra todos con tal de lograr sus objetivos individuales, personales, egoístas.
Es esta época de lo desechable, propugnemos por las relaciones humanas no desechables. Aún hay mucho por rescatar y vivir con más consciencia de clase. Más interesados en el grupo social que nos da forma y que le damos forma y sustento.