Lo peor que le puede ocurrir a un país no es carecer de oposición, sino tener una que exista solo en apariencia, mediocre, timorata, complaciente; una oposición que se conforma con migajas de poder y con el presupuesto suficiente para hacer como que hace, sin hacer realmente nada.
Todo régimen autocrático busca anular a su oposición, no solo derrotarla en las urnas, sino vencerla moral y estructuralmente, eliminando contrapesos para lograr concentración total del poder.
Puedo respetar ideologías de izquierda y de derecha, ambas tienen visiones legítimas del país. Pero lo que no respeto, con lo que no puedo, es con la ideología del “mal hecho”, esa que se justifica en el poder que da la mayoría en el congreso, para imponer decisiones torpes, improvisadas y vengativas, aun cuando toda la sociedad informada advierte sus consecuencias.
La reforma al Poder Judicial fue un ejemplo claro, se alzaron voces desde todos los sectores: empresariales, académicos, universitarios, colegios de profesionistas, advirtiendo el desastre que implicaba. Les dio igual. Actuaron con soberbia, con revancha, con desprecio absoluto al conocimiento, legislaron sin escuchar, decidieron sin razonar y actuaron en contra de toda voz informada. El resultado está a la vista, un Poder Judicial debilitado, humillado, en un caos de burlas y malas resoluciones.
Ahora con la reforma a la Ley de Amparo repiten la historia. Otra vez el desprecio por la técnica, la burla a la academia, la sordera ante la razón. Esa actitud no es solo irresponsable; es criminal con el futuro del país.
Esto es lo que sucede cuando el poder avanza sin resistencia, y no hay quien lo cuestione. Por eso necesitamos partidos políticos reales, no agencias de colocación de amigos ni refugios de los mismos de siempre. Es indispensable contar con partidos políticos serios, que aglutinen ciudadanos con ideologías claras y pensamiento propio.
Este fin de semana el PAN se relanzó a nivel nacional, con una nueva imagen y el compromiso de recuperar la cercanía con los ciudadanos. Al mismo tiempo, en Guanajuato, el Partido Verde renovó su dirigencia, prometiendo frescura y atención genuina. Ambos son, en sus respectivos ámbitos son oposición: el PAN frente al gobierno federal y el Verde frente al gobierno estatal. Ojalá cumplan con la responsabilidad histórica de ser “Una Buena Oposición” como contrapesos firmes, críticos, observantes; no complacientes ni sometidos. Ambos partidos tienen la oportunidad de demostrar que pueden ser una oposición digna, no decorativa.
A México le urge una oposición que piense, critique, cuestione y proponga, que no se doblegue ni se venda, que tenga convicciones y memoria. Porque cuando el poder se queda solo, sin quien lo contradiga, lo siguiente es el abuso y cuando eso ocurre, ya no hablamos de política: hablamos de dominación.
Los mexicanos necesitamos tener verdaderos partidos de oposición, que nos representen, nos ofrezcan opciones de pensamiento y, sobre todo, que nos devuelvan la esperanza de que se puede tener un buen gobierno que nos sepa escuchar a todos y haga las cosas bien, con técnica y conocimiento, no con consigna y venganza.