Transformación Digital en Ensayos Clínicos. Parte 2

Doctor Éctor Jaime Ramírez Barba es médico cirujano y diputado del PAN en el Congreso Federal.

No hay salud sin informaciónMargaret Chan

Quizá uno de los cambios más trascendentes de la transformación digital es que la información deja de vivir en silos. La integración de sistemas y el uso de plataformas en la nube permiten que patrocinadores de estudios, investigadores, autoridades regulatorias y centros clínicos compartan datos en tiempo (casi) real. Con estándares comunes y modelos de datos armonizados se optimizan los flujos de trabajo, se reduce la duplicación de esfuerzos y se fortalece la supervisión de los ensayos. Esto es crucial: un sistema de salud digital debe comportarse como una red interconectada, no como un archipiélago de islas tecnológicas aisladas.

En términos contundentes, estimados lectores, el reporte de Natalia Kotchie en IQVIA subraya que las empresas farmacéuticas que adoptan modelos digitales nativos superan de manera consistente a las organizaciones tradicionales en generación de valor y eficiencia operativa. La digitalización ya no es una moda aspiracional; es una condición de supervivencia competitiva en el mercado global de la investigación clínica.

México llega a este punto con una oportunidad histórica. La Plataforma Digital de Investigación y Ensayos Clínicos (DIGIPRIS) de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) representa mucho más que un reemplazo tecnológico: es la puerta de entrada a una nueva era de investigación que podría reposicionar al país como actor relevante en el desarrollo de terapias innovadoras. Si la aprovechamos bien, DIGIPRIS puede ser el andamiaje sobre el cual escale todo nuestro ecosistema clínico-regulatorio.

El potencial económico es enorme. Según la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica (AMIIF), México capta hoy alrededor de 200 millones de dólares al año en investigación clínica, cuando tendría condiciones para multiplicar esa cifra por diez. Paradójicamente, ocupamos apenas el lugar 29 a nivel mundial en investigación clínica, a pesar de ser la 15ª economía global y contar con un mercado de más de 130 millones de habitantes: diversidad genética, carga de enfermedad compleja y costos competitivos… los ingredientes están, falta la mezcla.

Datos oficiales señalan que la plataforma DIGIPRIS ha reducido hasta en 75% los tiempos de evaluación de protocolos: de procesos que podían tardar 255 días se estaría transitando a esquemas que prometen resoluciones en 45 días naturales. De confirmarse de forma sostenida, México se acercaría a los estándares de las agencias más ágiles, algunas de las cuales evalúan protocolos en alrededor de 30 días. Acelerar sin sacrificar la calidad regulatoria es el arte que debemos dominar.

La innovación digital no se limita al trámite. Hay evidencia de que los fármacos diseñados con apoyo de inteligencia artificial (IA) muestran tasas de éxito en fase I del 80-90%, comparadas con rangos de 55-65% en aproximaciones más tradicionales. El inventor mexicano Manuel Gutiérrez-Novelo ha señalado que “México tiene la tecnología y el talento necesarios para implementar estas innovaciones en IA y estar a la altura de las necesidades del sistema de salud global”. Coincido: capital humano hay; necesitamos escalar la adopción.

Desde la Fundación Mexicana para la Salud (FUNSALUD) hemos emprendido un diplomado en inteligencia artificial aplicada a la salud para capacitar a médicas, médicos y otros profesionales. Tres generaciones han egresado ya. El objetivo: cerrar brechas de conocimiento y democratizar el acceso a herramientas avanzadas, especialmente en comunidades rurales y zonas históricamente desatendidas.

La telemedicina es otro pilar en construcción. Datos de Bupa México indican que 54% de las personas usuarias de internet conoce los servicios de consulta médica en línea, pero solo 15% los ha utilizado. Esa distancia entre conocimiento y adopción revela una oportunidad gigantesca: acercar servicios especializados sin el costo de viajes, traslados o ausencias laborales, y complementar la atención presencial en redes integradas de referencia y contrarreferencia.

El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reporta haber desarrollado el segundo expediente clínico electrónico más grande del mundo, con 53.7 millones de registros acumulados. El sistema alberga siete años de historia clínica: 722 millones de notas médicas, 1,796 millones de recetas y 1,186 millones de estudios de laboratorio. Escalar la interoperabilidad de este acervo —con protocolos de seguridad, gobernanza de datos y consentimiento informado— sería un parteaguas nacional.

La visión de fondo es ambiciosa: construir un sistema universal en el que cualquier paciente pueda acceder a su historial médico completo desde cualquier hospital público o privado del país. Esa interoperabilidad no es un lujo tecnológico; es la base para continuidad asistencial, investigación traslacional, farmacovigilancia en tiempo real y evaluación de resultados en salud.

Una investigación clínica más robusta, apoyada en plataformas digitales interoperables, podría multiplicar el potencial de México para convertirse en hub regional. La ventana está abierta; aprovecharla depende de los legisladores de Morena, para dictaminar las reformas a la Ley General de salud que en transformación digital hemos presentado.