Tiempo propio

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

Tampoco jugaré a ser una persona feliz, porque lo soy a ratos perdidos. Pero a veces, caminando por la calle, siento una racha de felicidad, y trato de no indagar la razón; porque si lo hago, comprobaré con harta felicidad que me sobran motivos de desventura. Mejor es aceptar con humildad, esos dones secretos.” –Jorge Luis Borges-

“En esta escuela del mundo ni siendo malos alumnos repetiremos un año, un invierno, un verano. No es el mismo ningún día, no hay dos noches parecidas, igual mirada en los ojos, dos besos que se repitan.” –Wislawa Szymborska

No está claro, ni mucho menos resuelto el enigma del porvenir. La ansiedad se instala como exceso de futuro, y nuestra mente se da a la tarea de hacer de la fantasía y de especulación una trama que agota y que desquicia, si no le damos la justa dimensión que tiene el poder planear y prever para lograr lo que queremos, sabiendo con un mínimo principio de realidad que no todo se puede, que no controlamos las situaciones externas y al menos, idealmente, podemos conocernos y tener un cierto control de nuestra persona.

Por un lado, nos atamos a las rutinas fácilmente, si algo tiene el sistema educativo y muchas prácticas sociales es la de condicionar y moldear a los sujetos. La estructura operativa del capitalismo es la domesticación de la conducta y el control del deseo, si es que lo podemos tener identificado y si no nos mueven las necesidades ficticias de consumo que lo encubren y lo subliman y por el otro la repetición se convierte en hábito y la costumbre en ceguera. El síntoma es la repetición de ese inconsciente que nos sujeta a un no saber y a una búsqueda la más de la vez ingrata y dolorosa del objeto perdido. En los hechos no sabemos qué hacer en los días de asueto, con las vacaciones, aún ciertos fines de semana, sin dinero y sin opciones estos son una desesperante tortura muchas de las veces. Si nos queda tiempo libre queremos llenarlo como sea y lo saturamos de impaciencia y de hastío.

Al mismo tiempo vamos regalando o tirando nuestros días, las horas y minutos, tiempo que se desvanece en dinámicas por demás bizarras ya sea en salas de espera en clínicas y hospitales o en espacios de bancos, empresas y en oficinas de gobierno, esperando un turno, haciendo filas para ser atendidos. Muchas personas pasan  tiempo en trayectos que se padecen como suplicio ante las inclemencias del clima y de los absurdos de una red de transporte que exalta y premia al transporte privado y que restringe al transporte público, además de condiciona nuestro tiempo por la arbitrariedad de concesionarios privados y que pone en evidencia la falta de planeación urbana, y la renuncia absurda de las autoridades municipales para  ofrecer un servicio público de eficiente, limpio y de calidad, porque el servicio de transporte que se tiene, usa nuestro tiempo, -y nuestra vida- para su beneficio al traducirlo en una forma de consumo para gastar el poco dinero que se logra obtener para sobrevivir.

Entre la prisa por cumplir los mandatos impuestos por la sociedad de mercado y la imposibilidad de disfrutar el tiempo de ocio de forma lúdica, creativa o para el descanso de las rutinas y de la prisión social que implica la lógica del trabajo vigente, lo real es que la vida se va, la vivamos o no. Es hecho por demás trágico, si contamos el tiempo destinado al trabajo, al transporte, a las esperas innecesarias y ahora también a las horas que se pasa usando pantallas, en especial los celulares que lo que no queda es tiempo y lo que nos falta es tiempo. Tiempo para vivir con un mínimo de dignidad y con cierta calidad de vida.

El tiempo no se detiene y entre lo más valioso que podemos tener es la consciencia de con quién o quiénes deseamos pasar y compartir nuestro tiempo, con lo que somos y lo que vamos sintiendo por y para quienes nos rodean. Que al final de cuentas es hacer desde lo subjetivo y desde la percepción del tiempo que tenemos de la vida, que este tiempo sea algo valioso, apreciado y sobre todo disfrutado, en el sentido más existencial en el que podamos pensar el tiempo.

He tenido la buena fortuna de vivir algunas experiencias en donde el tiempo se detuvo y la vez transcurrió con el sigilo de quién cuida los instantes y los hace eternos, sabiendo que lo memorable en que se convierten al ser recuerdos y nostalgias de inéditos momentos que nos troquelan y tatúan en la memoria, el alma y el corazón por el gozo y el placer encontrado ese intervalo de tiempo, y por la dicha, la alegría, la felicidad y sobre todo la tranquilidad sentida que se abre como una puerta al infinito de la existencia misma, que dicho sea de paso, es cada vez es más difícil sentir.

He estado en silencio con mis pensamientos también en varias ocasiones, escondiendo relojes, para tener una noción del tiempo amorfa, liquida e inefable, que juega con los sentidos y con la imaginación, llegando a la idea de escuchar los latidos del corazón para contar el tiempo y en esos espacios tener la oportunidad de poder sentir la soledad y el silencio, a la vez sentir la compañía de todos y todas que se alguna manera ha estado en mi tiempo y a poder escuchar sus voces, experiencias que ayudan a poner en los calendarios de la vida esos registros indelebles que hacen que lo que somos tenga sentido y significado y que en su realización sean una memorable vivencia y que se convierten en tiempo propio y en amor propio a su vez. José Saramago escribió:

“No me gusta hablar de felicidad, sino de armonía: vivir en armonía con nuestra propia conciencia, con nuestro medio ambiente, con la persona que te gusta, con los amigos.

La armonía es compatible con la indignación y la lucha; la felicidad no: la felicidad es egoísta.

Como a veces digo: en vez de creer en la felicidad, creo en la armonía con el otro. Pienso que el amor es el encuentro de la armonía con el otro”.

Habrá que hacer mucho tiempo propio para poder estar y ser en, con, desde, para, el otro y los otros, esto es, para que todos esos otros sean a su vez también tiempo y amor propio para todos nosotros y todas nosotras.