¿Por qué soy villamelón? Fue la época en que yo era reportero del a.m. de León cuando mi madre agonizaba de cáncer en algún piso del IMSS T-1. Me tocaba ir a cuidarla por las tardes noches y le leía poemas de Villaurrutia, de Nandino, míos y de León Felipe, que era su favorito. Cuando jugaba el León la liguilla de allá por 1992, escuchábamos los juegos por el radio de algún empleado del Seguro o yo me iba a otro piso a verlo en alguna tele furtiva.
Era un León poderoso, con camino perfecto a la final. Ella me dijo que León iba a ser campeón… y lo fue. Ella estaba a punto de morir cuando León le ganó la final al Puebla en el glorioso Nou Camp.
Ese día me tocó trabajar en la redacción para recibir reacciones y reportes de la ciudadanía, para estar al pendiente de la información policiaca. Me moría de ganas de haber estado en el estadio, pero me conformé con verlo en televisión en el periódico (aunque no sé si era conveniente ir por lo de mamá). En los dos goles del 2-1, corrí como loco por entre las mesas de redacción y lloré de gusto junto con otro compañero al que abracé hasta tumbarlo… Estaba triste por mi madre y estaba feliz por el León.
Por la tarde, al salir del trabajo caminé hasta el seguro por todo el López Mateos, porque no había camión ni taxi que pudiera pasar por el bulevar. Fui testigo y partícipe del desfile, de la alegría de toda una ciudad: los cláxones, los gritos, los brindis, las banderas… era el festejo amoroso de un pueblo por su equipo; es el amor que no se puede definir, por un escudo, por un símbolo de identidad, por un grupo de jugadores que se habían entregado siempre hasta la victoria, por una institución.
Mi madre dormía cuando llegué al Seguro. Al despertar más tarde, le dije que había ganado el León y que éramos campeones. Ella dijo que se había dado cuenta porque el juego lo habían visto las enfermeras en una tele y que los gritos se oían por todos lados.
Fueron las últimas conversaciones antes del coma irreversible…
Mi abuela era fiera de corazón, mi papá también, mis hermanos le van al León. Yo, porque nací en León y soy de León le voy al León. No entiendo que personas que nacieron aquí le vayan a otro equipo.
Antes, eran pocos los juegos que me perdía, ahora no es lo mismo con otras ocupaciones, con otras necesidades económicas, no siempre se puede. Cuando hay promociones se aprovechan.
Recientemente he escuchado y leído comentarios, cíclicos per se, en radio, prensa y televisión, que el estadio León se está llenando de villamelones, de arribistas, de aficionados de ocasión, de oportunistas que no siguieron siempre al equipo en las buenas y en las malas, que ahora porque va bien la Fiera, ahora sí son fieras.
Y los comentaristas se enojan incluso porque las playeras se agotan, porque los “verdaderos” aficionados no consiguen un boleto para entrar al estadio.
Y me pregunto, ¿es malo dejar de ir al estadio cuando un equipo no demuestra coraje, pundonor, amor por una camiseta? ¿es malo sí regresar al estadio cuando el equipo va bien, pero ante todo corresponde al cariño de una afición que incluso en una década de infierno de ascenso fue la más fiel en todo el país?
En estos momentos en que el León hace historia con más triunfos consecutivos que cualquier otro equipo en la Liga MX, es dable que esa afición atemporal, regrese y colme el estadio, y si no pasara así, qué dirían los villacomentaristas ¿¡por qué la gente no viene!?
Con arribistas, esta será una forma de alcanzar otra estrella, para el equipo, para la ciudad, para el estado y para los aficionados que llevamos al León en la sangre, en la piel y en las lágrimas de tristeza y alegría, porque La Fiera tiene afición aquí y en la otra vida.