León Guanajuato a 24 de junio de 2021.- Son tan cotidianas las imágenes o escenas de agresividad en nuestra sociedad que tal pareciera que nos estamos acostumbrando a la misma.
Es fácilmente demostrable que todos los noticiarios matutinos nos dan una buena dosis de imágenes altamente cargadas de agresividad, e incluso, como para hacerlas de mayor atracción son transmitidas con toda una serie de superlativos.
Pero no es en los aparatos de televisión o en la radio o en los periódicos en donde se genera la proclividad a la agresión, esto, de alguna manera, son sólo fieles reflejos de lo que pasa en nuestra sociedad y ¿por qué no decirlo? También en nuestras familias.
Pues es justamente en el seno familiar en donde “el niño hace suya la personalidad de quien lo agrede, se atribuye las cualidades agresivas de quien despierta su ansiedad, imita la agresión, para vencerla, transformándose de tal suerte, de amenazado en amenazaste…”[1] por lo que al tener contacto con el resto del mundo que lo forma y lo socializa, se proyecta y se identifica con esas imágenes que ya ha vivido en casa, siendo, en muchos de los casos, más dramáticas las escenas de agresión dentro de la familia que lo vivido fuera de casa.
No todos los autores comparten la idea de Freud de un instinto de muerte, hay quienes, como Otto Fenichel incluso llegan a negar la agresividad y dicen que es más “una modalidad que adoptan los diversos instintos cuando en respuesta a la frustración y hasta de manera espontánea se intensifica en ellos la necesidad de alcanzar su objetivo”[2] Entendiendo que este objetivo se ha de poder alcanzar al precio de la agresividad.
Tenemos hoy en día que la capacidad negociadora ha decrecido en nuestra sociedad, los jóvenes e incluso los adultos con mucha facilidad tienden a resolver sus diferencias por medio de la fuerza.
Pero no todo es tan negativo con respecto a la agresividad, pues esta se puede encausar para logros en las diferentes esferas del mundo familiar, social, profesional o científico.
Incluso, se requiere de una dosis de agresividad para salir adelante en la vida, pero esta agresividad se ha visto altamente cargada de violencia física y Flugel nos da una serie de cuatro para encausar las tendencias o actitudes agresivas y violentas, “la aventura, el incremento de la unidad social, la liberación a determinados agobios y restricciones y la apertura a ciertos escapes a la agresión”[3] pero no todo es tan fácil como surtir la “receta mágica” y solucionar el problema, hay que estar dispuestos a hacer las cosas y más que nada hay que dar los pasos pertinentes para que se cumplan estas cuatro condiciones.
Quizá no podemos, por el momento, trasformar el mundo, pero debemos empezar por nuestro entorno, nuestro pequeño universo familiar, laboral, social.
En la medida que estemos en sintonía con los inhibidores de la agresividad que reina en nuestras comunidades estaremos haciendo un bien para nuestra familia, para nuestros hijos en lo particular, pues nadie está exento de verse involucrado en una manifestación de agresión por grupos de jóvenes que cada vez respetan menos los espacios y los límites de los demás.
[1] García Terrés Jaime, Los infiernos del pensamiento, Lecturas mexicanas no. 30 segunda serie, México, 1986, pp. 62
[2] ) Ideen pp. 55
[3] ) Ideen pp. 57