Sistema de gobierno en León solicita una voz distinta

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Guanajuato a 9 de marzo de 2021.-Si Alejandra Gutiérrez Campos candidata del PAN a la Alcaldía de León hubiera participado en la Administración Municipal 2012-2015 tendría una percepción distinta con respecto a su declaración sobre que “sufrió discriminación salarial por el Municipio” por el hecho de ser mujer (AM de León, 8 de marzo). Esto lo señalo porque su afirmación cala, al principio, pero dicha en un día tan especial como el Día Internacional de la Mujer es políticamente correcta. Es decir, calcula su discurso de campaña, pero no deja de tener el hábito político de la razón emocional de donde extrae simpatías para con las mujeres y grupos afines.

En política, recordemos, se busca siempre la preferencia de los sectores más desprotegidos y vulnerables porque la decisión final será sincera si se afianza («empatiza» dicen ahora) con quien emite su mensaje de dolor. Se calcula entonces que, intelectualmente, los votantes con cierto primitivismo democrático atinen a sacar el ciudadano cívico que llevan dentro para optar por alguien.

Lo cierto es que hasta la administración citada se tenían más de doscientas cotizaciones diferentes de salarios entre los servidores públicos. El más raquítico era el de los bibliotecarios superado por un trabajador del sistema de limpia o por un agente de tránsito. Los más cotizados por supuesto eran, según el escalafón, el los de los directores generales o bien el de los secretarios. Pero la disparidad salarial era enorme. Entonces intervino el juicio bien fundamentado de quien presidía la alcaldía (¡una mujer por cierto!) que no dudó entrar de lleno al tema y resolver el problema en turno.

La Dirección General de Desarrollo Social puso manos a la obra y en un santiamén, con ayuda de un despacho especializado en la materia, reestructuró los organigramas respectivos e hizo la modificación por ley respectiva. Así se llegó a la treintena de salarios distintos, pero homologando cotizaciones de los cargos varios. O sea, un coordinador de área ganaba lo mismo en Educación Municipal que en Desarrollo Social.

En el caso particular que conozco, por haber dirigido la Red Municipal de Bibliotecas Públicas de León, se logró que los administrativos, bibliotecarios, intendentes y personal de vigilancia ganaran un porcentaje mayor a la cotización de su salario habitual. En términos llanos, por ejemplo, de los 4 mil 753 pesos que percibían los bibliotecarios terminaron por ganar 7 mil 753 pesos mensuales.

Para llegar a esto se tuvo que lograr el consenso con los diversos directores para convencerlos que los servidores públicos de la administración en general deberían tener dignidad salarial porque, en efecto, aquí descansa en buena medida “el poder del pueblo sobre el pueblo” según la Democracia (así con mayúscula) si se sabe leer bien.

Y aquí entramos en ciertas honduras con respecto al asunto del poder ya que “el poder es una relación, y tener poder implica que alguien controla (de alguna manera y en cierta medida) a alguien. El poder real es el poder que se ejerce”. Esto por supuesto no gustó a los empresarios, a los dueños de medios de comunicación, a los educadores privados, etc. porque dicho poder lo tenía una mujer que venía de la clase trabajadora, había estudiado en escuelas públicas y se había forjado en el ejercicio de la democracia real cuando votaron por ella. La gente, el pueblo creyó en ella porque tenía soluciones sencillas para casi todo. Logró que la administración pública se solidarizara, ciudadanamente hablando, con el pueblo leonés.

La primera alcaldesa de León creó un sistema de gobierno afín a todos los que vivimos en esta región donde termina el Bajío y comienzan los Altos. Supo poner atención vital en los servidores públicos («dignidad laboral») y su trato con la ciudadanía. Dio resultados porque no descuidó la función del gobierno. Se rodeó de mujeres y hombres suficientes que no se amedrentaron por la crítica intensa de los hombres del poder, político, económico y mediático, que presionaron tanto que lograron que un sector de la derecha más radical (de Acción Nacional) les hiciera el juego con un juicio político, la condenara y le hiciera la vida imposible creciendo rumores de toda clase (amantes, alcoholismo, enriquecimiento ilícito, en fin) y de manera final algo tan miserable como llamarla puta a una mujer gobernante que no cedió a sus oscuras peticiones.

De allí que no necesitemos ahora que algún político nos diga que es suficiente ponerse en los zapatos de la gente para resolverle sus problemas porque apela, de manera discrecional y simplista, al “requisito de la explicación” y se pierde muy fácilmente la voz individual de quien propone legítimamente. En política a esto se llama, según Giovanni Sartori, el “mercado de las vacas” porque hay mucho ruido e insisto no se escucha la voz auténtica del proponente.

Argumentar el rasero de la doble discriminación por ser mujer es real sí, y muy terrible, pero, desde la política y en tiempos de cuota de género sólo exhibe que las administraciones albiazules son de arrastre, de mayoría similar y obstaculizan las defecciones de la política pública en nuestra ciudad sobre las mujeres. No se parecen, en nada, a lo que vivimos en el incentivo del 2012-2015 sin el ruido de las vacas.

Si Alejandra Gutiérrez Campos evitara la forma del “negativismo simplista” y buscara apuntalar, desde su propuesta de campaña, un sistema de gobierno, su voz sería distinta. Merecemos otra mujer que nos dirija en León si el pueblo sabio, con su poder, le vota.