Sin escape

arturo mora
Dr. Arturo Mora Alva

“Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.” Friedrich Nietzsche

“Y siento que los peligros, la soledad y un futuro incierto no son males abrumadores mientras el cuerpo esté sano y las facultades en uso, y, sobre todo, mientras la libertad nos preste sus alas y la esperanza nos guíe con su estrella.” Charlotte Brontë-

“Mientras algunos se dedican fanáticamente a hacerse ricos y a dominar las fuentes del poder, otros nos dedicamos a expresar las emociones y fantasías, los sueños y los deseos de los seres humanos.” Cristina Peri Rossi / Premio Cervantes 2021-

Hace ya más de un año circulaba en el ciberespacio un texto que aludía a lo que “el Covid-19 nos ha enseñado” como sociedad. El texto puntualizaba lo siguiente:

  • Que la mitad de los trabajos se pueden hacer desde casa
  • Que la otra mitad merece un salario muy superior al que tienen.
  • Que ningún partido político y de ningún sistema económico, esta preparado para combatir una pandemia.
  • La ciencia es vital para la salvación
  • Que la naturaleza renace sin nosotros y los humanos somos absolutamente innecesarios.
  • Que si es posible detener el cambio climático y que no es posible seguir el estilo de vida que llevábamos antes.
  • Que si es posible seguir dejar un momento nuestros intereses particulares para enfocarnos en el bienestar colectivo.

Han pasado ya más de 15 meses de esta publicación y tal parece que nuestra ingenuidad, ignorancia, soberbia, egoísmo y arrogancia nos pone una vez más en el filo de la realidad y lamentablemente nuestra respuesta es repetir lo que ya veníamos haciendo antes de la pandemia.

  • Los patrones de consumo vuelven a ser los mismos, las plazas comerciales vuelven a ser el lugar de diversión y donde el las compras son el ritual del regreso a nueva normalidad en donde el dinero es la ofrenda para los emporios empresariales y para los multimillonarios que acrecentaron sus fortunas en estos dos años de pandemia.
  • El mundo del trabajo se ajustó y se hicieron cambios en las políticas salariales y laborales en aras de la productividad, dejando de lado una buena parte de los derechos laborales, dentro de un esquema de aceptación incondicional de las reglas no escritas en el mundo laboral y se suma al nuevo mandato de la auto explotación en la sociedad del rendimiento.
  • Las condiciones de vida, de salud y de educación no han cambiado, al contrario, las secuelas y las condiciones económicas vigentes han hecho crecer los problemas, tanto de las circunstancias materiales de vida de las personas, – viudes, orfandad, secuelas del Covid-19, rezago y abandono escolar entre otros-, a los que se suman problemas importantes, -inéditos-, de interacción e integración social en las escuelas, colegios y universidades, así como toda el mundo laboral, industrial y rural.
  • En el campo de la interacción social y las relaciones humanas el saldo es crítico. Las violencias intrafamiliares se dispararon junto con las denuncias. Las situaciones asociadas al encierro y a los cambios en los patrones de convivencia dieron paso a la expresión de conductas antisociales y también abrieron la puerta a la ansiedad, a la angustia, a la depresión, al suicidio, a la soledad y al aislamiento de forma alarmante.
  • El contexto social se agudizó entre el desempleo abierto y el desempleo universitario, junto con la pérdida de los rituales, velorios, graduaciones, fiestas y celebraciones de tradiciones que se fueron difiriendo y cancelando, han hecho mella en la construcción u y consolidación de identidades locales, de grupo, de comunidad, gremiales y familiares.
  • La dinámica social esta atravesada por la agenda social que reclama el fin de las violencias, especial en contra de las mujeres, niñas y niños, adolescentes, ancianos, personas trans, en clima de inseguridad entre el crimen organizado, el narco y la creciente ola delictiva, a la que añade la lucha por plazas y territorios, y con ello los homicidios y la desaparición de personas, que alcanza cifras récord y que muestra el desgaste institucional y la ausencia -cada vez triste y dramática- de un estado de derecho, que opere sin impunidad y sin corrupción.
  • La pandemia vuelve a poner en el centro del debate el tema del desarrollo social y económico y con ello el problema de la desigualdad, de la equidad, de la pobreza y que desnuda sin ninguna reserva el problema estructural del abuso del poder económico y falta de justicia social, incluida la distribución de la riqueza.
  • Con relación al modelo de desarrollo económico, todo vuelve a la normalidad. La oportunidad de revisar y revertir las prácticas de consumo energético, el impacto en el uso racional de los recursos naturales renovables, el uso eficaz y eficiente de los combustibles fósiles,  el manejo adecuado de todos los residuos contaminantes  o del cuidado integral del agua potable, se convierten en declaraciones de compromisos, por demás ambiguos, poco evaluables, poco o nada exigibles y que hacen que la fragilidad de un nuevo proyecto civilizatorio, más humano y de largo plazo sea cada vez más lejano.
  • Los estados nación han sucumbido a los intereses de las grandes empresas, de los monopolios transnacionales, de los holdings y particularmente de mercados financieros volátiles y artificiales que manipulan el valor de las monedas y que especulan con los precios de las materias primas, a la vez que juegan obturar y controlar el comercio de mercancías, insumos y productos que se maquilan dentro de las cadenas de producción a escala mundial y en donde las soberanías de los países quedan capturadas entre las crisis económicas y la especulación financiera, entre la ganancia rápida -sin ningún escrúpulo-, y la economía de guerra y las amenazas de la inestabilidad social de los países en desarrollo y la acumulación de la riqueza que crece y que se concentra en menos personas.
  • La ciencia aportó una respuesta muy rápida para el desarrollo de vacunas y tratamientos para el Covid-19, pero también demostró que esta al servicio del mejor postor. La vacunación mundial todavía está muy lejos de poder lograrse. Las mutaciones del coronavirus siguen. El miedo, el sufrimiento y la muerte siguen siento realidades humanas para países y comunidades completas. Las farmacéuticas son por ahora quienes resuelven como si fuera el nuevo coliseo romano global y junto con los gobiernos nación deciden quien enferma, quien sobrevive, quien sana y quien muere.

No hay escape si todo sigue igual que antes, que la nueva normalidad quiere ser a la fuerza la antigua normalidad. Por ahora, la realidad se muestra sin ningún filtro y deja al descubierto que no hemos podido y no hemos querido aprender de las lecciones de la pandemia y que lo que la pandemia nos ha querido enseñar, como sociedad, se quedando en el olvido.

Volvemos a comprobar que para el capitalismo y para mercado no importan las personas, que son sólo un número en la estadística -pérdidas y ganancias-, seres humanos desechables y personas rentables, obedientes y sumisos.

No hay salvación para todos y todas.  No hay y no habrá redención, ni perdón, ni olvido para los responsables de esta tragedia, que, si puede ser resuelta de otras maneras, renunciando por ejemplo a la opulencia y a la avaricia de los que lo tienen todo, pero, que quieren aún más. Pese al discurso oficial de escala mundial, que esta disfrazado de humanismo y altruismo, la pandemia es y será todavía carga, penitencia, suplicio, drama, dolor y muerte. Tal parece que estamos sin escape a más de dos años del inicio de la propagación del Covid-19 y no aprendimos nada o casi nada.