El conflicto de la identidad mexicana
León Guanajuato a 13 de septiembre de 2021.- Nuestra identidad como mexicanos ha sido una gran atadura que no hemos terminado por resolver, el mestizaje del cual somos resultado no lo hemos asimilado por completo y lo atendemos como un hecho pero que en realidad nos sigue conflictuando.
Somos herederos de una gran cultura, lo descubrimos en la comida, en nuestras tradiciones, en las costumbres que nos distinguen, la música, la arquitectura, el arte y la gama de colores que adornan nuestro folclore son únicos y se distinguen a por sobre las demás culturas.
Sin embargo, atendemos a nuestro bagaje cultural como depositarios más nos es difícil adivinar la pertenencia de tan magnifica herencia desde nuestro origen.
Nuestro origen (nos han enseñado) es el del mancillado, el conquistado, el que en los hechos debe de detentar con orgullo el crisol de las culturas prehispánicas y su magnificencia, pero debe de hacerlo portando el apellido López, Hernández o Ramírez por el hecho de que sus antepasados (su origen) vivieran o trabajaran en haciendas y tierras de españoles, por lo que se les identifico con una extensión de su nombre cual hierro que marcó la pertenencia de sus integrantes.
Adivinamos en nuestras formas, nuestra administración y en muchas de nuestras costumbres una herencia virreinal que lo mismo le puso nombre a nuestras ciudades y nuestras plazas, adoptamos sus formas de convivencia, cabildos, regentes, oficialías y se aderezaron con un sentido religioso que aprendimos con la disciplina que civilizó y explotó la prosperidad de una tierra en donde sus pueblos originarios bien fueron sometidos, desplazados y/o extinguidos.
Ya lo decía el premio nobel de literatura Octavio Paz en su obra el laberinto de la soledad:
“El mexicano es producto de una mezcla de dos culturas opuestas entre sí, dos culturas que de entrada el mexicano rechaza, reniega del legado español debido a la violencia con la que este “violó” y sometió a la tradición indígena, por considerarlos asesinos de un pasado glorioso e imponente.
El indígena subyugado, violado, servil y a merced del conquistador no es un modelo con el que el mexicano pueda o quiera identificarse. Más aún lo rechaza por ser el débil, aquel que terminó doblándose frente a los intereses del conquistador.”
¿Cómo moldear nuestra identidad entonces?
¿Cómo podemos conciliarnos con el mestizaje? Y acabar de ser esa raza cósmica que planteaba Jose Vasconcelos como la evolución de la humanidad que toma lo mejor de dos imponentes culturas y concluye así con el conflicto interno que tenemos los mexicanos de manera silenciosa, aunque insistamos en negarlo, la solución es una:
¡Reinterpretar la Historia!
La historia la escriben los vencedores
George Orwell escribió en una de sus columnas periodísticas en 1944 la frase que ha quedado en la posteridad: “La historia la escriben los vencedores”, una máxima que se ha validado con el paso de los años, sobre todo después de la segunda guerra mundial, memorable es la respuesta de Winston Churchill cuando le preguntaron ¿Cómo esperaba ser recordado en la Historia Mundial? A lo que el primer ministro inglés respondió: “La historia será generosa conmigo, puesto que tengo la intención de escribirla”.
Y así ha sido el devenir histórico, muchos son los ejemplos que demuestran que es el vencedor, el poderoso quien impone la narrativa que explica los hechos en la inmediatez próxima.
La escritora española Carla Montero en su libro el invierno en tu rostro completó casi 80 años después la máxima de George Orwell:
“La historia la escriben los vencedores, pero el paso del tiempo también da voz a los vencidos”.
La era tecnológica que vivimos y el crisol del tiempo que todo asienta permite acceder a más de una versión de la historia para tener una información más completa; Hoy la izquierda más documentada que durante años fueron “los vencidos” ha resuelto abanderar la voz de reivindicación de las culturas prehispánicas.
CDMX reinterpretando la historia.
Claudia Sheinbaum Jefa de Gobierno de la CDMX se ha tomado muy en serio su papel en la historia y se ha propuesto dejar como legado la reinterpretación de la historia para dejar en relieve el orgullo y dignificación de nuestras primeras culturas.
Reinterpretar no significa tergiversar los hechos, significa apreciarlos desde la visión de nuestros pueblos originarios para exaltar la riqueza, la valia y la trascendencia de los primeros habitantes de nuestro país.
Sin que sea un hecho histórico existe el antecedente de una aberración nacionalista de tintes comerciales cuando en 1930 en el gobierno de Pascual Ortiz Rubio intentó sustituir la figura de Santa Claus (de origen comercial y refresquero) por la de Quetzalcóatl apoyado no en la celebración navideña sino en el solsticio de invierno, si bien tendría su justificación conceptual resultó en un verdadero despropósito la trivialización del ejercicio de gobierno.
No es el caso de las últimas acciones de reivindicación que ha tomado Claudia Sheinbaum:
El ahuehuete sobre el que Hernán Cortés lloro la derrota de su ejército el 30 de julio de 1520 fue bautizado para los anales de nuestra historia como “el árbol de la noche triste” resultó triste porque la historia nos la han narrado desde la óptica del conquistador, fue aquel 30 de julio en donde Pedro de Alvarado desencadenó una matanza que provoco la rebelión de los mexicas que arrasaron hasta con la vida del último emperador Moctezuma II que intentó apaciguar los ánimos, provocando la cobarde huida de los conquistadores que abandonaron a su paso los tesoros que se habían apropiado.
Atendiendo a los hechos (que pueden ser verificados) es que resulta atendible la demanda que recoge la Jefa de Gobierno para que la historia dignifique a los mexicas que perdieron la vida y renombre este hecho histórico y su patrimonio como “el árbol de la noche victoriosa”.
Iguales críticas han resultado por la decisión de retirar la estatua de Cristóbal Colón (que igual ha sido centro de repudio en las últimas manifestaciones) para sustituirla por “Tlalli” (tierra en náhuatl) una escultura del rostro de una mujer inspirada en las cabezas olmecas.
La decisión ha sido calificada de banal, ocurrente e incluso hasta de irresponsable ya que atenta contra la hispanidad de la cual somos herederos, una vez más los hechos se pretenden narrar desde una identidad confundida que pretenden otorgar mayor relevancia la figura del “descubridor de américa” (que por cierto ni piso México, ni fue el primero en llegar a este continente), sin embargo el empoderamiento que se da a la mujer indígena poniéndola al centro de los fines del gobierno y también en los hechos en el centro de una de las vialidades más importantes de Latinoamérica y del mundo es un mensaje contundente, poderoso y sobre todo valiente.
La historia se escribe día a día y puede ser que a la distancia del tiempo y con el paso de los años reconozcamos que fue este el tiempo en que México se reconcilio con su historia y logró fincar las bases de su identidad.