Por ahí del 23 de marzo de este año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) advertían de una recesión mundial sin precedente, provocada por la pandemia de la COVID-19, pero hacían un llamado a la unidad y a la solidaridad entre las naciones para iniciar la recuperación en 2021.
Una de las propuestas del FMI y del BM fue la moratoria a las deudas de los países más pobres y vulnerables, además de un fondo de un billón de dólares para apoyos en créditos blandos a quien lo requiriera.
Hoy vemos que los costos de la pandemia por el nuevo coronavirus son inconmensurables en todo el mundo, sin dejar de lado a nuestro país, en todos los sectores de la economía. El llamado del FMI y del BM conminaba a los gobiernos de las naciones a trabajar juntos para proteger a las personas y limitar el daño económico.
Desde antes de la fecha referida, se exhortaba a reforzar los gastos en los sistemas de salud, a enfocarse en las redes de seguridad social y proteger las fuentes de trabajo y por ende a los trabajadores.
No se dejó de lado el exhorto a considerar el frente fiscal de los países, con medidas de apoyo a las plantas productivas, ante la previsión de las caídas del producto interno bruto.
En México se tomaron medidas emergentes por parte de los tres órdenes de gobierno y que aún no han terminado de ajustarse, especialmente para disminuir, en todo lo posible, la pérdida de empleos.
Por fortuna y motu proprio, la banca en México reaccionó con prontitud para hacer frente a los impactos por la contingencia de la COVID-19.
La Asociación de Bancos de México (ABM) envió sus propuestas a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), entre las que destacaron el apoyo a los usuarios en establecer prórrogas en el pago de créditos vigentes, sin consecuencias negativas para los historiales crediticios.
Todos los bancos se sumaron a esta iniciativa y al momento han sido ejemplo a nivel internacional de la manera en que se han ido aplicando. Benefician a las personas físicas sujetas de créditos automotrices, personales, de nómina, tarjetas de crédito, e hipotecarios de vivienda o construcción de vivienda, entre otros.
Solo quien ha perdido su empleo o ha disminuido su nivel de ingreso por el paro de empresas y fuentes de trabajo formal o informal, puede entender el gran alivio que representan estas prórrogas de hasta seis meses, sin que existan intereses moratorios.
Los beneficiarios pueden utilizar los recursos destinados al pago de esos créditos a necesidades más urgentes, como es la alimentación y pago de servicios básicos. Estos apoyos son un respiro y una tranquilidad psicológica.
Los apoyos no han quedado ahí; hoy la banca mexicana también promueve los créditos empresariales y PyME, bajo condiciones favorables de plazos e intereses, que representan una posibilidad más, ante las limitaciones que han tenido los gobiernos para cubrir todas las necesidades.
El exhorto de las Naciones Unidas, a través del FMI y del BM, a la solidaridad y a la cooperación, encontró eco en un sector esencial para la supervivencia de la economía nacional: los bancos mexicanos.