Los gobernantes son administradores de lo público. El presupuesto que manejan no es de ellos, las decisiones que toman las tienen que hacer apegadas al mandato que tienen de brindar a la sociedad a la que representan, seguridad, servicios, infraestructura. Si lo asimiláramos a una empresa podríamos decir que los ciudadanos somos los dueños y los gobernantes son los gerentes que tenemos contratados para que garanticen que todo funcione.
A todos nos queda claro que los encargados deben rendir cuentas, deben comprobarle a los dueños, ¿En qué se gastó? ¿Por qué se decidió tal o cual cosa? ¿Cuáles fueron los resultados que se tuvieron con las decisiones tomadas? Un encargado no puede gastar en lo que se le ocurra, ni decir que algo va a costar 100 pesos y luego gastarse 300, menos puede decir que compró algo que realmente nunca haya recibido. Pues igual, los gobernantes deben manejar el presupuesto autorizado, sujetarse a él y las cosas deben haberse recibido o los servicios prestados.
Los informes de gobierno son los mecanismos a los que hemos recurrido para supuestamente verificar estas rendiciones de cuentas, pero la verdad dejan mucho que desear en este sentido. Los gobernantes preparan verdaderos shows mediáticos, sacan videos bien emotivos, dicen lo que les da la gana con mentiras incluidas y llevan muchos aplaudidores para validar todo.
Un verdadero ejercicio de rendición de cuentas debe partir de un comparativo con datos reales entre el mandato recibido y los resultados arrojados. Determinar con precisión ¿Cuál había sido el proyecto inicial y cuáles fueron los resultados finales? Exponer la comparativa entre tiempos, costos y acreditar los entregables tangibles.
La rendición de cuentas no es un discurso unidireccional, sin verificación, no es el momento de decir todas las mentiras que se te ocurran, minimizar los problemas, presumiendo logros inexistentes.
El hábito crea insensibilidad. Nos hemos acostumbrado tanto a las mentiras que ya somos insensibles antes ellas. Escuchamos diario miles de mentiras en cada mañanera, ya no nos sorprende que los informes de gobierno sean propaganda falsa, en donde se nos muestra un país seguro, con crecimiento económico, disminución de la pobreza, educación de calidad, servicios de salud de primer mundo y el festejo de que ya se acabó la corrupción. Si de verdad rindieran cuentas la narrativa sería obligadamente muy diferente y tendrían que afrontar los problemas del país, la poca efectividad en la estrategia de seguridad, el encarecimiento de todo, el caos con los temas educativos, la ineficiencia en los servicios de salud y que la corrupción ha alcanzado niveles históricos siendo ya el país un referente internacional de la incapacidad que tenemos para combatir la corrupción.
Para poder remediar todos los males tendía el gobierno primero que reconocerlos y rendir cuentas verdaderas en sus informes.
Para el gobierno decirnos mentiras no le cuesta nada, a la ciudadanía creérnoslas nos ha salido carísimo.