Recuerdos serratianos de un xarnego*

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

Justo a dos meses y cuatro días de que Joan Manuel Serrat Teresa (Barrio del Poble Sec de Barcelona) cumpla setenta y nueve años, llegó para quedarse, vaya lío, por última vez entre nosotros en este curioso año de 2022. Lo escuché en mi niñez de manera aledaña por las hermanas de mi madre que quién sabe de dónde sacaron los discos del catalán que por esos días se había convertido en símbolo de la libertad pues cantar a un poeta, como Miguel Hernández y otros más, nunca ha sido fácil. Menos para un xarnego que canta en español.

En pocos años el repudio de los suyos creció ante sus declaraciones en México (29 de septiembre de 1975) en contra de la pena de muerte, violencia establecida y oficial. Prohíben la venta de sus discos y en cuanto regrese a España será detenido y puesto a prisión. “El Sindicato del Espectáculo (…) acuerda suspenderle todos los contratos hasta que no se retracte de sus declaraciones, cosa que no hace”. Entonces se exilia en nuestro país donde inicia una gira por el mismo para promocionar su álbum Para piel de manzana.

El 20 de agosto de 1976 regresó a España y en el aeropuerto de Barcelona fue recibido de manera multitudinaria. No lo detienen las autoridades franquistas. Imagino la contrariedad de un gobierno autoritario arrestando a un símbolo que seguro no quisieron hacer mártir. Más porque hará una gira por los barrios barceloneses que le darán más apoyo y mejor solvencia creativa. Rematará entonces en el Palacio de los Deportes con un gran concierto.

En los años que vienen se casará con Candela Tiffon. Luego nacerá María. Grabará en catalán y volverán a considerarlo antiespañol. También prohibirán sus discos, así como su entrada a países latinoamericanos como Argentina y Chile. Las dictaduras lo verán como un subversivo de los valores morales más recónditos que tiene una familia cristiana y aborrecedora de todo lo que huela a socialismo que significa el mismísimo diablo.

Por mis años de adolescencia la generación del cambio rondaba entre nuestros mayores por Nicaragua, sobre todo. Recuerdo aquello de: “Somos los últimos (…) de la cultura del libro”. (Pasqual Maragall). Y en efecto. Seguimos siendo los últimos de la cultura del libro. De hecho, y valga el contrasentido, somos los primeros en tener una cultura fincada en un libro y seremos los últimos en propagarla por siempre. Por eso no nos arrodillamos ante nadie. Menos ante Daniel Ortega y su temible mujer Rosario Murillo.

Serrat cantaba:

Quiero alzar la voz para cantar a los hombres

Que han nacido de pie

Que viven de pie

Y que de pie mueren.

Algunos verán lo anterior como un cuento muy sencillo, pero no lo es, puesto que nos une por siempre el Mediterráneo como punto de llegada y partida cultural para sostener nuestra cultura de donde proviene el Tercer hombre. Es decir, el xarnego que algunos llevamos dentro. No por nada Mario Benedetti habla de “una ejemplar y seductora conjunción del humor y el amor” en la obra de Serrat, pero también extensiva condición humana que nos tocó vivir por estos lares del mundo.

Por cierto, a la pregunta a Benedetti sobre qué esperamos aún de Serrat, este responde: “Yo diría que esperamos lo que siempre aguardamos de su arte original, comunicativo, sincero, tan riguroso que parece espontáneo, y además que nos siga queriendo como nosotros lo queremos a él”.

En primera juventud refrendé mi amor por las canciones de Serrat. Nuestro compañero de campus Felipe de Jesús Escalante interpretaba de maravilla Cantares, Poema de amor y otras piezas más. Por esos días la convulsión del mundo, vía el Soviet supremo, daba sus últimas vueltas. Por esos años nació la segunda hija de Joan Manuel, Candela que seguro iluminó la vida de los Serrat Tiffon.

Después, egresado de no sé cuantos estudios a la manera de Oxford, sine nobilitate, encontré a Ethel que como Dulcinea fue mi princesa, luego reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vinieron a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas… En fin. Las palabras de amor volvieron a surgir bajo el amparo de Serrat en el Teatro Doblado. Era 1992 y la Utopía nos tomó por sorpresa. Fuimos felices hasta que vimos que el terrorismo en casa comienza por los fanatismos…

Han pasado treinta años de aquellos momentos. Sigo escuchando música de Serrat. La de ayer y la de hoy. He visto a una mujer BLG que le sentó muy bien la primavera. Allí sigue de pie. También, ahora, a la mujer que yo quiero aquella que

no necesita

bañarse cada noche en agua bendita.

Tiene muchos defectos, dice mi madre,

y demasiados huesos, dice mi padre.

Pero ella es más verdad que el pan y la tierra.

Mi amor es un amor d antes de la guerra,

para saberlo…

la mujer que yo quiero, no necesita

deshojar cada noche una margarita.

 

(La mujer que yo quiero, 1971)

 

Y entonces, previo al momento de recibir en el escenario de la Alhóndiga de Granaditas en este 50 aniversario del Festival de los nuevos tiempos, el Cervantino con mis recuerdos serratianos, Joan Manuel Serrat sigue cantando a la más grande de todas las maravillas humanas, la vida.

23 y 24 de octubre de 2022.

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*Para la realización de este texto me apoyé en el libro Joan Manuel Serrat (Algaba Ediciones, [1998] 2003, España) de Margarita Rivière, Pról. de Mario Benedetti, 315 pp.