Recuerdos

“El poder necesita cuerpos tristes y enfermos. El poder necesita pobreza para poder dominarte. La alegría, por lo tanto, es resistencia, porque no se rinde. La alegría como potencia de vida nos lleva a lugares donde la tristeza no nos llevaría.” Gilles Deleuze
“Bien mirados, todos nos ocultamos, completamente desnudos, en los vestidos que usamos.” Heinrich Heine
“Siempre tuve el más profundo afecto por las personas que llevaban lágrimas sublimes en sus silencios.” Virginia Woolf
“La mayoría de nosotros estamos dotados con la capacidad de ver los monstruos ocultos dentro de otro, pero son incapaces para ver más allá de ellos. Se necesita un tipo especial de persona para ver la luz dentro de cada ser vivo.” Lynette Simeone
“Ahora sé que eso es felicidad…Ese momento en el que puedo acariciar la vida.” Ignazia Atzori
“Del vacío y la inmensidad del cosmos, emerge la vida; audaz, improbable. Tú y yo estamos aquí. No se necesita otro milagro…” John Mark Verde
“La vulnerabilidad de las cosas preciosas es hermosa, porque la vulnerabilidad es una señal de existencia.” Simone Weil
“El trauma no es lo que nos sucedió, sino lo que quedó sin resolver dentro de nosotros. Intentar escapar del dolor es lo que genera más dolor.” Gabor Maté
“Y que ojalá sonrías y no te culpes ni te castigues: Tú cambias vidas, no destinos…” Elvira Sastre
“Así que te espero como una casa solitaria hasta que vuelvas a verme y vivas en mí. Hasta entonces me duelen las ventanas.” Pablo Neruda
“Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar.” Zygmunt Bauman
“Si sientes que estás tardando en llegar, es porque estás midiendo tu tiempo con el reloj de otro…” CW
“Eres una criatura exaltada, con una chispa de lo divino dentro de ti que nada de lo que hagas puede apagar; y se te ha concedido la vida para dar, porque es en dar que recibimos…” Eknath Easwaran

¿Qué es la memoria, si no recuerdos? Los recuerdos son registros de vivencias, experiencias que dotamos de sentido a través de las emociones con las que asociamos lo que vamos viviendo, las formas en que reaccionamos, los recursos que tenemos para actuar y las palabras, el lenguaje con el que nombramos los sucesos en los que nos vemos envueltos.

Una de las características de la memoria es que es dinámica: cada vez que evocamos un recuerdo, esa memoria selectiva toma una narrativa nueva y una manera especial de convocarlos, así como las razones por las cuales volvemos a pasar por el corazón la vivencia que traemos al presente, dando contenido al significado de la palabra “recordar”, que significa pasar por el corazón.

Hoy sabemos que el corazón está inmerso en un sistema fisiológico que posee una red neuronal. Hay entre 40 mil y 70 mil neuronas en el corazón, por lo que también con el corazón se piensa. Hemos ubicado el sentir ahí, pero también se siente con el cerebro, o, mejor dicho, ahí están los registros mnémicos de nuestra vida.

Cada recuerdo, en un sentido estricto, tiene un lugar; sin embargo, ese sitio se mueve, o mejor dicho, se acomoda a lo que vamos viviendo en el presente y a lo que vamos dotando de sentido y significado. El pasado no lo podemos cambiar, pero sí la historia que construimos con ese pasado. José Saramago escribió:

“El pasado es un inmenso pedregal que a muchos les gustaría recorrer como si de una autopista se tratara, mientras otros, pacientemente, van de piedra en piedra y las levantan, porque necesitan saber qué hay debajo de ellas. A veces les salen alacranes o escolopendras, pero no es imposible que, al menos una vez, aparezca un elefante.”

La historia y trayectoria personal están en ese registro de vida que es la memoria, pero la memoria no es fiel a la realidad, porque está filtrada por el lenguaje, por lo ideal, por lo simbólico y por lo real: la tríada lacaniana que complejiza cómo hacemos el registro de nuestras experiencias de vida.

La posibilidad de recordar literalmente algo es, por demás, imposible. Percibir la realidad desde nuestra subjetividad implica, como mínimo, aceptar que hay otras miradas y, por tanto, otras memorias, otras subjetividades, con todo lo que ello conlleva.

Así, “La realidad es lo que no se esfuma cuando dejas de creer en ello”, dijo Philip K. Dick. Esto implica aceptar conscientemente que nuestro sistema de creencias opera y determina la realidad y lo que “podemos y queremos ver”. Por eso, habrá que reconocer que la “realidad” es una construcción social, contextualizada en el tiempo y el espacio, estructuralmente hablando. Esto nos obligaría a crear un sistema de comunicación en el que, desde el diálogo y el intercambio tolerante y respetuoso, pudiera ser posible “atrapar la realidad”, creando una zona de interpretación intersubjetiva que nos permita generar consensos sobre lo que vemos, vivimos y experimentamos, dando recursos desde la memoria a la inteligencia humana y creando ajustes al sistema de creencias —la cultura y la ciencia— desde un pensamiento crítico, intentando abordar la complejidad de la vida y el pensamiento humanos.

“Un recuerdo sin la carga emocional se llama sabiduría.”

Construir recuerdos culturales de escala humanitaria sería la gran tarea civilizatoria. Poder aprender y aprehender de la historia, en ese sentido, significaría no repetir lo que ha salido mal —muy mal en muchos casos— y lograr que la memoria colectiva y la construcción social de la verdad nos den las herramientas para erradicar las desigualdades, las violencias, la explotación irracional de la naturaleza y todo aquello que pervierte y desvía el desarrollo de las capacidades intelectuales y emocionales de nuestra especie, dejando atrás la arrogancia y la soberbia ficticias que nos han llevado a las atrocidades que hemos cometido, incluidas aquellas que han atentado contra los propios seres humanos.

Retomo la interrogante que plantea José María Pérez Gay: “…entonces me pregunto si un recuerdo es algo que tenemos o algo que hemos perdido para siempre”, una reflexión que nos conduce a una introspección vital al recordar nuestra vida y preguntarnos por las personas que ya no están cerca de nosotros, pero que fueron —y son aún desde el recuerdo— importantes en nuestra existencia, porque permanecen ahí: “Puedes borrar a una persona de tu mente. Sacarla de tu corazón es otra historia…”, acuñó Michel Gondry.

La memoria es recuerdo, pero el recuerdo es más que memoria. La memoria es también inteligencia en acción, en el sentido evolutivo, porque no solo es adaptación, sino también la capacidad de crear y recrear al ser humano. Jane Hirshfield, poeta norteamericana que integra en su obra lo estético, lo espiritual y lo biológico, escribió: “Admiro cada vez más la resiliencia. No la simple resistencia de una almohada, donde la gomaespuma vuelve una y otra vez a recuperar la forma, sino la tenacidad sinuosa del árbol: cuando le tapan la luz de un lado se da vuelta para el otro. Es una inteligencia ciega, es cierto. Pero de esa perseverancia surgieron tortugas, ríos, mitocondrias, higos: esta tierra resinosa, irrevocable.”

En un sentido romántico, estamos hechos de pedacitos de las cosas que hemos amado y amamos, y “Aquello me recuerda que la belleza puede vivir tanto en la quietud como en la tormenta…”, escribió Lía Risco. Carl G. Jung afirmó: “La soledad es tremendamente bella porque es profundamente libre”, y podríamos agregar: porque en la soledad la memoria se convierte en recuerdos. Leonard Cohen sentenció: “El amor es constante, solo cambian los amantes”, y de ahí podemos comprender el valor del amor en este devenir humano. Isabel Allende se pregunta:

“¿Qué nos pasó? Tal vez estamos en el mundo para buscar el amor, encontrarlo y perderlo, una y otra vez. Con cada amor volvemos a nacer y con cada amor que termina se nos abre una herida. Estoy llena de orgullosas cicatrices”, y esas cicatrices son memoria en el cuerpo y en el alma, cargadas de recuerdos.

“No somos solo lo que hacemos.

También somos las canciones que nos salvan,

los libros que nos marcaron,

las personas que nos abrazan sin decir nada,

y los momentos que atraparon nuestra atención para siempre…

Y con todo eso, vamos armándonos…”

 

Ese es el valor de la memoria y de los recuerdos: nos hacen estar aquí y ahora, para poder construir nuevas vivencias, nuevas experiencias, nuevas oportunidades para la dicha; otros caminos y rutas diferentes para encontrar sentido a lo absurdo y azaroso de la vida, y dar significado a la alteridad y a la presencia del otro, de los demás, en nuestra propia existencia y poder hacer memoria y tener muchos, si es posible buenos recuerdos.