Rápidos, furiosos y escurridizos

Hasta el conteo del 2021, en México había casi 6 millones de motocicletas registradas, el doble de lo que había hace cinco años.

En el 2022 se vendieron un millón 250 mil motocicletas, por encima del millón 100 mil autos adquiridos. Y esa será la tendencia de crecimiento: cada día más motos en circulación.

En el rubro de motocicletas “utilitarias”, pueden conseguirse usadas desde dos mil pesos. Para el caso de las motos nuevas, van desde los 14 mil pesos hasta los 70 mil pesos y por supuesto, hay todas las facilidades para su adquisición: sin enganche, sin consultar buró de crédito, en abono chiquitos e incluso sin aval.

Resulta sencillo hablar de las ventajas que representa el uso de motocicletas: menor costo de gasolina, mayor movilidad y en la gran mayoría de casos, una opción de empleo con el crecimiento de los servicios de entrega que surgieron en la pandemia.

Y así, por segundo año consecutivo, México se convierte en el mercado más grande de la industria de motocicletas en Latinoamérica.

¿Y en dónde rompo el optimismo? Aquí voy…

Aunque las motocicletas representan aproximadamente el 8% del parque vehicular, están involucradas en alrededor del 25% de las muertes en accidentes viales. Es el medio de transporte con mayor riesgo para sus ocupantes, lo que resulta en tragedias familiares cuando es utilizado como una minivan con cuatro o cinco pasajeros.

Además, la participación de motocicletas en la comisión del delito es también cada vez más común, lo mismo para el robo a transeúnte que para dejar advertencias a víctimas de extorsión, y por supuesto, en casos de homicidios.

Este medio de transporte representa para el delincuente la ventaja de poder huir de la escena del crimen con mayor agilidad, además de que son difíciles de rastrear en las investigaciones.

Las instituciones de seguridad que están dando la batalla al revisar la documentación y números de serie, logran sacarlas de circulación, pero están llenando corralones: solo entre el 30 y el 50% son reclamadas por sus propietarios. Y estamos hablando de miles de aseguramientos.

Así, por un lado, se está acumulando basura en instalaciones que incluso tienen un costo al erario, mientras que por el otro lado, el delincuente cuenta con una gran herramienta que en caso de perderla, puede ser repuesta de manera muy fácil.

Mientras los carros deben salir de la agencia con el chip de registro y trámite de placas, las motos salen de las tiendas cual si fueran patín infantil para usarse en el parque.

No hace falta más que dar una ojeada a los diarios para reconocer la coincidencia en los modus operandi de los crímenes: dos sujetos a bordo de una motocicleta.

Pareciera ser cuento de nunca acabar: se decomisan, se sacan de circulación y se reponen con facilidad. Hay iniciativas locales para contar con un padrón de usuarios, para endurecer leyes y reglamentos, así como hay autoridades que se toman en serio el cumplimiento a las mismas.

Pero nada pasa, porque no hay soluciones definitivas ni generales: después de todo, es un gran negocio.

Sophia Huett