Redacción Platino.- La maldad del Joker [el Guasón], enemigo mortal de Batman, excede las fantasías de cualquier sádico. Sus crímenes son tan crueles e innumerables que solo recordarlos produce horror. Y cada vez que sale del Asilum comete nuevas atrocidades que causan inmenso sufrimiento. Es uno de esos tipos humanos del cual la mayoría estaría de acuerdo en que su muerte evitaría dolor y salvaría incontables vidas.
Por supuesto Batman siempre aprehende al Joker. Pero, cuando lo aprehende… no lo mata. ¿Por qué no lo hace y así termina de una vez por todas con este ciclo de destrucción y sufrimiento, especialmente sabiendo que volverá a escaparse para cometer nuevos crímenes?
Excepto por unas pocas ocasiones Batman ha rehusado sistemáticamente matar al Joker porque si lo hiciera, dice, el no se distinguiría moralmente de los criminales que ha jurado combatir.
Qué es mas importante… ¿cuidar de la moral personal o hacer algo que va a beneficiar a un montón de gente? ¿Hacer el bien o evitar el mal? O, lo que es lo mismo… ¿es ético matar para evitar futuras matanzas?
Como observa Mark White en un reciente ensayo, Batman plantea una serie de dilemas éticos. Matar al Joker para evitar futuras muertes es un argumento bastante evidente que, a primera vista, pareciera no presentar mayores complicaciones. Según el utilitarismo el objetivo ético de nuestras acciones es el de maximizar la felicidad o el bienestar total. Salvar la vida de muchos a costa de solo una, por trágico que esto sea, resulta en un incremento neto del bienestar y la seguridad social.
¿No es este el argumento que Obama usa para llevar a cabo asesinatos preventivos, incluyendo el asesinato de sus propios ciudadanos?
Ciertamente y para la inmensa mayoría de los estadounidenses esta es una decisión moralmente aceptable, especialmente en una época en que un gran numero puede ser muerto solo por unos pocos. Podemos decir que creemos en ciertos deberes, derechos o principios absolutos, en ciertos imperativos categóricos, pero solo y cuando estos no interfieran con la felicidad, el bienestar, la conveniencia o seguridad del mayor número posible de personas, ahora y a largo plazo.
La tortura, por ejemplo, puede justificarse si con ella, según dijo el ex vicepresidente Cheney durante la administración de Bush, podemos impedir otro ataque terrorista. La felicidad de muchos justifica el sufrimiento de uno.
Pero, no para Batman. Él no quiere ningún trato con el utilitarianismo. La felicidad es importante, ciertamente, pero hay ciertas cosas que no se pueden hacer para conseguirla. El no matará, ni para salvar otras vidas, y tampoco va a arriesgar a inocentes para capturar a los villanos.
En la historia El hombre que rió de 2005 Batman sostiene al Joker sobre las reservas de agua potable de la ciudad de Gotham pensando para si mismo… “Estas aguas tienen suficiente veneno para matar a miles de personas. Seria tan fácil ahogarlo en ellas. Ya han muerto tantos por su culpa… Pero no, no debo”.
¿Por que negarse a matar a uno y con ello permitir la muerte de tantos? ¿Porque es su deber? ¿Porque es su sentido de justicia?
La respuesta de Batman es siempre la misma… Porque seria tan malvado como los delincuentes que combate. Si lo hiciera cruzaría una línea de la cual nunca retornaría. La logica utilitaria, si se aplica consistentemente, fácilmente puede llevar a la violación de la dignidad y los derechos más elementales del individuo.
En el fondo Batman es kantiano. La moral de un acto se basa en las características intrínsecas del acto mismo independientemente de las consecuencias que puedan derivarse de él. El fin no justifica los medios y los medios deben justificarse por sus propios meritos. El hecho de que el asesinato de uno puede prevenir la muerte de muchos es irrelevante. El único factor relevante es que matar es erróneo.
Lo correcto no es una cuestión de cálculo y beneficio, sino algo que tiene que ver con la forma apropiada en que los humanos se tratan unos a otros.
Hace algún tiempo Philippa Foot diseño un experimento mental que plantea un dilema moral clásico. Imaginemos —dice— que viene el tren y vemos a cinco personas en la línea que no tienen tiempo para escapar. La única manera de evitar la muerte de estas cinco personas es desviar el tren a la otra línea. Pero, en medio de ella, también hay una persona que tampoco tiene tiempo para escapar. Ahora imaginemos que nosotros estamos al lado de la palanca de cambio de línea y que debemos elegir entre hacer nada, que lleva a la muerte de cinco personas o desviar el tren a la otra línea que lleva a la muerte de una sola persona.
La pregunta es ésta: ¿estamos moralmente obligados a desviar el tren a la segunda línea o no? Si fuéramos utilitarialistas estaríamos llamados a desviarlo para salvar más vidas. Si fuéramos kantianos, en cambio, tendríamos problemas con esta elección. Según el utilitarismo todos tenemos la obligación de maximizar el bienestar social, sin excusas. Para el kantiano, en cambio, “no matar”, una vez que se transforma en imperativo categórico, significa literalmente “no matar”, incluso si hay razones que indican que seria una buena idea.
Es la diferencia entre lo que es bueno y lo que es correcto.
Tirar la palanca para desviar el tren y matar a uno en lugar de cinco puede ser un mejor resultado, pero no un resultado correcto, especialmente cuando no hay diferencias morales en toda esta gente.
Entonces… ¿no da lo mismo si todas ellas no son moralmente equivalentes? Judith Thomson introduce algunas modificaciones en el experimento que agregan un grado más de complejidad:
¿Qué pasa si las cinco personas están borrachas y se quedaron dormidas en la línea y la otra es un trabajador ferroviario cumpliendo solo con su deber? El tiene derecho a estar ahí ¿cierto? en tanto que los otros no. ¿Podría uno decir que los cinco están ahí por propia elección y que la responsabilidad por lo que pase cae completamente sobre ellos por lo que no es justo salvarlos a expensas del otro que esta ahí únicamente porque es su responsabilidad? Y si es así ¿que queda de nuestro utilitarianismo?
¿Qué pasa si las cinco personas están borrachas y se quedaron dormidas en la línea y la otra es un trabajador ferroviario cumpliendo solo con su deber? El tiene derecho a estar ahí ¿cierto? en tanto que los otros no. ¿Podría uno decir que los cinco están ahí por propia elección y que la responsabilidad por lo que pase cae completamente sobre ellos por lo que no es justo salvarlos a expensas del otro que esta ahí únicamente porque es su responsabilidad? Y si es así ¿que queda de nuestro utilitarianismo?
Mark White presenta una tercera variación en el tema ¿Qué pasa si la otra persona es el Joker? Imaginemos que después de haber atado a las cinco personas en la línea el Joker se ubica en la otra para ver que es lo que Batman hará. Si seguimos la misma logica anterior tendría que favorecer la decisión de matar al Joker. Después de todo… ¿Porque sus victimas tendrían que sacrificar sus vidas para salvarlo si sabemos que su pasión es matar inocentes?
Si seguimos la logica de Batman el Joker no debiera ser asesinado para salvar a los cinco. En estas circunstancias uno podría preguntarse ¿Pero…no tiene Batman alguna responsabilidad aquí? Como alguien en una de sus historias le dice “si tu no matas al Joker la muerte de éstas y todas sus futuras victimas recaerá en tus manos”. A lo que Batman responde “No, las muertes que el Joker causa son su responsabilidad. Yo soy solo responsable por las muertes que yo causo”. Cierto. Batman tiene razón.
¿Realmente? Supongamos que la victima del Joker es Robin y no los cinco desconocidos del experimento anterior… ¿Cuál seria la decisión correcta?
Para un kantiano como Batman el valor moral de una acción consiste no en las consecuencias que puedan derivarse de ellas, sino en la intención con que el acto se lleva a cabo. El valor reside en el acto mismo y no en otra cosa como nuestros intereses, deseos o preferencias. Un acto que se ubica más allá del principio del placer. Solo las acciones que surgen exclusivamente del deber y solo por deber tienen valor moral.
Actuar moralmente no es elegir los mejores medios para lograr un fin determinado, sino elegir el fin por si mismo.
Y cada ser humano es un fin en si mismo porque cada uno tiene un valor intrínseco absoluto. Es esto lo que en términos de deber moral le impide tratar a un ser humano como medio. No porque este sujeto a una ley moral escrita en piedra, sino porque solo el es el autor de su propia ley moral, solo él define “No matar” como su imperativo categórico.
Todo esto suena bastante bien. Sólo que dejar a un asesino realizar una acción criminal por una cuestión de principios no es cosa fácil. Especialmente cuando confrontamos situaciones extremas… ¿No es en esas situaciones cuando vemos al bien empezar a perder su contorno? ¿Cuándo la realidad sobrepasa los absolutos? Si uno de tus hijos estuviera en esta situación en lugar de Robin y tú en lugar de Batman… ¿Qué harías?
Afortunadamente no somos ni Batman ni Obama y éste es solo un experimento mental. Un escenario imaginario que nos permite escapar a nuestros dogmatismos y especular acerca de lo que moralmente deberíamos o no deberíamos hacer. Y, al parecer, cuando lo hacemos las elecciones no son siempre tan claras.