Profundidad

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“Cada quien recuerda de un modo diferente y olvida de distinta forma, ésta es una de las cosas que nos impiden ser iguales, idénticos a los otros e incluso a nosotros mismos”. – Rafael Pérez Gay

 “Nos guste o no, pertenecemos a nuestro tiempo y compartimos sus opiniones, sus sentimientos, incluso sus delirios.” Henry David Thoreau

“Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar. Es como una pena que te vacía por dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, como si ya no fueras tú, como si te hubieran robado una parte del alma”. Juan Arévalo

“Cuando sufres, más profundamente se desarrolla tu carácter, y con la profundización de tu carácter comprendes más plenamente los secretos de la vida”. – Daisetsu Teitaro Suzuki

Entrar en el proceso de conocerse así mismo, va más allá de los recuerdos que tenemos de nosotros mismos, no sólo se trata narrar nuestra historia, sino a la vez hacer una ejercicio reflexivo que busca indagar sobre las representaciones, las emociones, sentimientos que en cada momento significativo en esa memoria personal, que habrá que decir que una memoria que recubre, inviste los recuerdos es a su vez selectiva, guarda, oculta, reprime, evade y que acomoda, exalta, sobre dimensiona algunos recuerdos  para construir una autobiografía a “nuestro favor” de la vida que hemos ido teniendo.

La dimensión cultural nos atrapa y es contexto para ser lo que estamos siendo desde que nacemos. Lo dicho siempre por un “otro” teje de forma invisible los deseos y hace que las carencias desde lo afectivo toman significado y se anclen en una trama que se hace inteligible solamente desde un “aparato” analítico, ya sea de orden filosófico o del orden psicológico, que implica  “conocerse”, con todo “eso” que se va configurando en nuestra memoria, -en el inconsciente y en la consciencia- y en la capacidad de comprender al analizar nuestros actos, junto con la forma en que nos han y hemos ido moldeado nuestro carácter, -eso que llamamos personalidad-, y con ello, reconocer y entender nuestras demandas de afecto, de reconocimiento, de aceptación, así como de los deseos conscientes e inconsciente que están presentes en cada uno, en cada una, como parte integral e inherente del ser persona y en donde nuestra condición humana de sujeto revela al ser incompleto, siempre inacabado, y en falta que somos.

Esto que ahora escribo, surge de leer un párrafo que me compartió una buena amiga con la que comparto el gusto por la obra de Haruki Murakami y por la literatura japonesa contemporánea, el texto dice:

“…tratándose de nuestro propio corazón, se supone que, esforzándonos, deberíamos poder escudriñarlo tan a fondo como grande sea nuestro esfuerzo. Así pues, ¿no crees que, al final, lo que tenemos que hacer es pactar con firmeza y honradez con nuestros propios corazones? Si uno desea ver en serio a los demás, no le queda más remedio que observarse en profundidad, de frente, a sí mismo.” del libro “Hombres sin mujeres”.

Somos seres bio-psico–sociales, que si bien tenemos una singularidad que nos hace únicos e irrepetibles en esas tres dimensiones de la condición humana. Es un hecho cierto que somos “afectados” por el lenguaje en su sentido más amplio, y que pasa no solo por ser educados y  aprender a conocer un sistema de signos, códigos y significados dados por otros, sino también, por la forma en que se “anclan” los afectos, las emociones, los sentimientos, las creencias y los pensamientos, que se integran, combinan, superponen, evaden, reprimen y asumen una manera de ver, entender, oler, sentir, percibir el mundo y que dan origen a las representaciones, reales, simbólicas e imaginaria que nos constituyen en sujetos individuales subjetivamente deseantes con relación a los otros.

La profundidad del conocernos en nuestra condición de persona, pasa, por tanto, a la hora de preguntarnos y contestarnos quiénes somos, por la tarea de observarnos, de narrar nuestra historia, de evocar los momentos críticos por los que hemos transitado. Se trata de recuperar el dolor y los procesos de duelo que ha implicado en cada momento, se trata de ver y reconocer lo hemos vivido con el filtro de la conciencia y de asumir un compromiso con eso que está en nuestro inconsciente.

Implica ir comprendiendo cómo algo que nos sucedió en un evento de orden traumático, la más de las veces nos atrapa en la repetición, o cierto episodio de la vida  se instala como un síntoma y en conductas que nos lastiman que hacen que haya un sufrimiento incomprensible y que se llega aceptar muchas veces como culpa, como castigo, desde el discurso de la cultura, de la religión especialmente, pero, que en los hechos nos quita la tranquilidad,  vulnera la libertad y muchas veces doblega la dignidad y crea sumisión, dependencia y daña gravemente el amor propio, y situaciones de orden emocional y de conducta que tiene expresiones irracionales, además de consecuencia físicas en la salud y que nos ponen en escenarios difíciles, complejos, críticos y de alto riesgo.

Esto de la profundidad para conocernos es una invitación a preguntarnos sobre nosotros mismos. Querer saber más sobre quienes somos realmente es la oportunidad de conocer también a las personas que queremos y que amamos. Esto de entra en las profundidades de la memoria es necesario para poder integrar lo que nos falta y poder ser una persona completa desde ahí.

Sumergirnos en los recuerdos y dotarlos de contexto, de su tiempo, de poner nombre y rostro a las personas de nuestra historia y evocar eso que fue y eso que no sucedió entre añoranzas y nostalgias es entrar en la profundidad de poder vernos de frente, sin filtros, con las menos excusas, justificaciones y pretextos posibles y con ello sentirnos liberados, tranquilos, con la serenidad de saber con más precisión y exactitud quienes decimos que somos.

Conocernos a profundidad es un acto de rebeldía, es contracultural y es más urgente en un mundo donde lo banal, lo superfluo, lo inmediato, lo fácil, lo instantáneo, lo intrascendente se apodera de las voluntades sin ninguna consideración, sin ninguna restricción y sin ningún escrúpulo.

Entrar a la profundidad de conocerse como persona, es a su vez la posibilidad de sentir y expresar quienes vamos siendo, con la empatía necesaria y con la autonomía de ejercer la libertad con la ética de la responsabilidad y de asumir por tanto las consecuencias de nuestros actos y con la conciencia de construir socialmente un mundo más humano y más justo, desde el amor, la solidaridad, la fraternidad y la sororidad que esta en el origen del largo proceso civilizatorio aunque lo pongamos en la profundidad del olvido.