Es evidente que la economía de China, la segunda más grande del mundo, atraviesa por múltiples problemas que han mermado su crecimiento económico. El pasado 23 de octubre se informó que su Producto Interno Bruto (PIB) creció 3.9%, tasa por debajo de la meta gubernamental y que es producto de sus políticas públicas contra la libre empresa, una severa crisis inmobiliaria y los estrictos controles y bloqueos de cero-Covid, que han reducido la propagación del virus a costa de paralizar la actividad del consumidor. Todo esto sumado a su acercamiento a Rusia e Irán, además de su discurso beligerante contra Taiwan, que nos hace pensar que cualquier día de estos nos amanecemos con la noticia de que ya invadió la isla.
Esta situación tiene muy preocupados a empresarios e inversionistas que buscan retirar, o al menos disminuir sus operaciones en China. En un artículo publicado en el portal Zerohedge el 28 de octubre, titulado “Confianza sacudida:” Las empresas estadounidenses en China miran a otros lugares mientras el ‘Friendshoring’ cobra fuerza, se hace un recuento de cómo se ha fracturado la economía global a medida que surge la necesidad de reajustar las cadenas de suministro. Las empresas estadounidenses se han dado cuenta de que la política de cero-covid por parte de China y los cierres de actividad económica que esto conlleva, junto con el mayor riesgo geopolítico en toda la región, son malos para las empresas por lo que han reducido sus inversiones en el país.
La última encuesta de la Cámara de Comercio Estadounidense en Shanghái, aplicada a cientos de empresas estadounidenses en el país asiático, encontró que con respecto a la última encuesta, casi el doble de encuestados están recortando inversiones. Menciona que alrededor de una quinta parte de las 307 empresas encuestadas dijeron que estaban recortando inversiones en 2022 debido a los prolongados cierres relacionados con Covid, restricciones de viaje e interrupciones en la cadena de suministro.
“La confianza ha sido sacudida”, dijo la Cámara de Comercio Estadounidense en Shanghái.
El Financial Times citó a Eric Zheng, presidente de la cámara de Shanghái, indicando que Beijing debería “dar un giro hacia un enfoque más sensato para manejar el covid-19 basado en un equilibrio razonable entre la salud pública y la economía”, y agregó que las estrictas medidas han “cambiado de rumbo” de las expectativas de rendimiento empresarial”.
Aunque las empresas estadounidenses todavía esperan un crecimiento futuro, la confianza empresarial se ha hecho añicos, ya que solo el 55% de los encuestados son optimistas sobre las perspectivas comerciales de China dentro de cinco años, un mínimo histórico.
Y la reciente toma de poder del presidente Xi Jinping de un tercer mandato de cinco años, podría dejar a los directores ejecutivos de empresas estadounidenses frente a una perspectiva compleja. Esto es lo que puede estimular la relocalización acelerada de las cadenas de suministro críticas fuera del país, moviéndolas a lugares más amigables. La encuesta se realizó entre el 14 de julio y el 18 de agosto por lo que no toma en consideración lo sucedido en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
Todo esto sugiere que es cada vez más probable que las empresas occidentales desvíen al menos parte (si no todas) sus cadenas de suministro fuera de China en un movimiento llamado “friendshoring”, que implica trasladar las operaciones de regreso a los EE.UU., a Europa o a países cercanos con regímenes amigables. Si se pueden encontrar lugares que conserven el beneficio de los bajos costos laborales y con menos controversia internacional, pues mejor aún. Desde luego que México es en teoría un país idóneo para la relocalización de empresas estadounidenses fuera de China, pero el problema es que nosotros enfrentamos graves problemas como la escasez de mano de obra, insuficiente generación de energía eléctrica, serios problemas de inseguridad y la incertidumbre de un régimen que parece estarse radicalizando en su actuar político.
Desde luego que estamos siendo considerados en este momento. Michael Every, el estratega global de Rabobank, describió recientemente en una nota a sus clientes, qué países se beneficiarán del friendhoring…Hay una serie de gráficas que lo explican: los procesos productivos de mayor complejidad y valor agregado se mudarían de regreso a Estados Unidos, Europa occidental y otros países desarrollados. México y otros países de renta media como Brasil, Argentina y Europa del Este podían a traer los procesos de tecnología media; mientras que los países subdesarrollados de África y del Sudeste Asiático se beneficiarían de la salida de fábricas de China que realizan procesos productivos de bajo valor agregado e intensivos en mano de obra.
La conclusión es que con todo esto, en esta década podríamos presencias uno de los mayores ajustes de la cadena de suministro global en una generación, producto de que para muchos, China ha dejado de ser un país confiable.
En este sentido, quiero hacer referencia a lo que se menciona en un artículo de Mickey D. Levy, publicado el 26 de octubre en el Wall Street Journal, y titulado: China está a punto de caer en la trampa de los ingresos medios. En él, se describe muy bien cómo Xi Jinping, al darle la espalda a la libre empresa, está provocando que la economía china deje de crecer, abriendo oportunidades para muchos países de desarrollo medio, entre los que destaca México. El Dr. Levy es economista sénior en Berenberg Capital Markets y académico visitante en la Institución Hoover.
El Dr. Levy comienza mencionando como el XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino consolidó el poder de Xi Jinping y confirmó su visión ideológica del futuro de China. Pero más allá de eso, el evento reveló poco sobre cómo China lidiará con una gran economía, pero en estado tambaleante. El crecimiento se está desacelerando (ya mencioné que creció apenas 3.9% anual en el tercer trimestre de este año) y el aumento de la autocracia ha agravado los problemas a largo plazo. El modelo de mayor control gubernamental sobre la actividad económica es intrínsecamente defectuoso; es evidente que las trabas que impone al crecimiento económico aumentarán y sin duda se agravarán a medida que Beijing siga reforzando su control sobre la economía.
Hay una gran ironía en el alejamiento cada vez más intenso de los mercados por parte del presidente Xi, ya que fueron los mercados lo que convirtió a China en la potencia económica que es hoy. El sólido crecimiento que sacó a China de la pobreza fue impulsado por un modelo híbrido: una forma de capitalismo de Estado en la que Beijing permitió que la propiedad privada y la libre empresa al estilo estadounidense florecieran junto con grandes empresas estatales de baja productividad. El auge de la fabricación relacionada con la exportación de China fue impulsado por la mano de obra de bajo costo, la inversión del gobierno y la adquisición altamente eficiente de tecnología y conocimientos extranjeros. Con la libre empresa, el capital físico fluyó hacia China e impulsó la innovación y la productividad. La participación de China en las exportaciones mundiales aumentó del 4% en 2000 al 14% en 2015, creando empleos bien remunerados y prosperidad interna que financió la infraestructura urbana moderna. China representó el 30% del crecimiento global en este período.
Algunos analistas promovieron el modelo de crecimiento económico de China como una alternativa favorable respecto al capitalismo estadounidense y proyectaron un rápido crecimiento que duraría muchos años. Esto fue ingenuo. Así no es cómo funcionan las economías. A medida que se absorbió la oferta de mano de obra barata de China, los salarios y los costos de producción aumentaron considerablemente, mientras que los rendimientos marginales de la inversión de capital disminuyeron. La productividad total de los insumos combinados de capital y mano de obra disminuyó.
Para muchos, la evidencia ahora apunta a que el objetivo de China de hacer una transición de la manufactura relacionada con la exportación hacía una economía sostenida en el consumo interno fracasó, y otra muestra de ello es que el crecimiento económico de China depende cada vez más del gasto público, lo cual es una política condenada al fracaso. Muchos podrán decir que esto no es muy diferente a lo que pasa en Estados Unidos, dónde los déficits fiscales crónicos y el crecimiento de la deuda son lo que mantiene a flote su economía.
El problema es que el régimen del Sr. Xi ha frenado la libre empresa, socavando lo que trajo prosperidad a China. Los controles más estrictos están restringiendo el espíritu empresarial privado, la innovación y la movilidad del capital. La creciente propiedad del gobierno en la industria y la asignación burocrática de los recursos nacionales están generando ineficiencias y excesos.
Tomemos en consideración los problemas inmobiliarios de China. Los planificadores centrales de Beijing establecieron de manera persistente objetivos extremadamente altos para el PIB y los lograron aumentando el gasto público en infraestructura y bienes raíces residenciales. Los funcionarios locales y provinciales del Partido Comunista se beneficiaron de los ingresos por la venta de tierras y los empleos creados por los promotores inmobiliarios. El auge de la urbanización y el valor de las propiedades elevaron la actividad inmobiliaria a más del 25% del PIB y a aproximadamente el 75% del valor del patrimonio neto de los hogares, niveles muy poco saludables e insostenibles.
Los excesos se están desmoronando. Las fuertes caídas en los precios de las viviendas y expectativas agrias que golpean el valor del patrimonio neto de los hogares, han mermado la confianza. Esto está reduciendo el gasto de los consumidores y haciendo ineficaces las iniciativas gubernamentales para estimular el consumo. Los promotores inmobiliarios más grandes se encuentran en una situación desesperada, con crecientes incumplimientos en sus créditos y tasas de incumplimiento de los bonos extranjeros denominados en dólares que superan el 20%. Los futuros propietarios protestan por los pagos de la hipoteca de los apartamentos apenas en construcción que nadie sabe cuándo se terminarán. Los rescates del gobierno, si es que los hay, serán costosos y volver a ganar la confianza del pueblo será un desafío.
El Sr. Xi también está reforzando el control estatal sobre la economía digital de China, las empresas de tecnología de la información, redes sociales y muchas empresas que considera una amenaza para los ideales comunistas. Estos incluyen firmas que brindan una plataforma para expresar puntos de vista contrarios y generación de lo que él considera riqueza “excesiva”. Xi está asignando más capital a empresas estatales políticamente leales, al tiempo en el que las regulaciones financieras se vuelven más estrictas y se restringen los flujos de capital para financiar a empresarios privados.
Aunado a lo anterior, hay un claro deterioro de las relaciones de China con el mundo occidental, lo que también pone a prueba su progreso económico. Las empresas globales, cansadas de las prácticas desagradables de China en el comercio internacional y en los joint ventures que ha emprendido, sin mencionar su beligerancia hacia Taiwán, están tomando medidas para reducir la exposición de sus cadenas de suministro, como se mencionó líneas arriba. Muchas naciones están restringiendo el comercio de microchips avanzados y los intercambios de tecnología y capital humano. La iniciativa del presidente estadounidense Joe Biden de restringir las exportaciones estadounidenses de microchips, semiconductores y tecnología relacionada, si se implementa de manera efectiva, será un duro golpe para el desarrollo y la innovación de China en una variedad de industrias. La disminución del flujo de competencia e ideas tecnológicas, a la larga, socavará las capacidades innovadoras de China. Tal vez Joe Biden si leyó la novela 2034, de la cual escribí hace dos semanas.
Los días de crecimiento persistentemente fuerte de China han terminado, pero sin duda seguirá siendo una potencia económica. Su tecnología y las industrias civiles y de defensa apoyadas por el gobierno seguirán siendo fuentes de fortaleza. Sin embargo, la estrategia de relocalización y friend shoring, en la forma de reducciones corporativas de muchas empresas globales, en sus vínculos con la cadena de suministro china ya han comenzado.
Es una realidad que el control cada vez más estricto de Xi y su rechazo a la libre empresa aumentan la probabilidad de que China se vea atrapada en la trampa de los ingresos medios en la que han caído muchas naciones. Sus ciudadanos oprimidos pagarán el precio. Los socios comerciales de China ya están sintiendo los efectos y los que pueden se están saliendo de China. ¿A dónde irán? ¿Será México capaz de capitalizar esta oportunidad y consolidarse como potencia manufacturera mundial? El lograrlo dependerá de las políticas públicas que se implementen que brinden seguridad pública y legal, energía eléctrica suficiente y que sea verde, mano de obra capacitada, parques industriales con la debida infraestructura, entre otros. Veremos que sucede.