Paciencia

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“La paciencia es la cosa más dura para el espíritu. Pero es lo más duro y lo único que merece la pena aprender. Todo lo que es naturaleza, desarrollo, paz, prosperidad y belleza en el mundo descansa en la paciencia; requiere tiempo, silencio, confianza”.

Hermann Hesse

 

Uno de los desafíos de estos tiempos en los que vivemos es lo que el filósofo Byung-Chul Han* describe de la sociedad actual. Desde la perspectiva del capitalismo el tiempo es oro, estar de ocioso es un pecado. Han señala en su libro El aroma del tiempo que:

“La sensación de que el tiempo pasa mucho más rápido que antes tiene su origen en que la gente, hoy en día, ya no es capaz de demorarse, en que la experiencia de la duración es cada vez más insólita. Se considera, de manera equivocada, que el sentimiento de atolondramiento responde al miedo de “perderse algo”.

“El miedo a perderse cosas (valiosas), y el consecuente deseo de intensificar el ritmo vital. […] son el resultado de un programa cultural desarrollado en la modernidad, que consiste a partir de la aceleración del “disfrute de las opciones del mundo”, es decir, el aumento de las cuotas de vivencias, en hacer que la propia vida sea más plena y rica en vivencias e incluso de este modo alcanzar una “buena vida”. La promesa cultural de la aceleración se fundamenta en esta idea, y tiene como consecuencia que los sujetos quieran vivir más rápido.”

“Pero en realidad nos encontramos ante el caso contrario. Quien intenta vivir con más rapidez, también acaba muriendo más rápido. La experiencia de la duración, y no el número de vivencias, hace que una vida sea plena. Una sucesión veloz de acontecimientos no da lugar a ninguna duración. la satisfacción y el sentido no se dejan fundamentar en un cuerpo teórico. Una vida a toda velocidad, sin perdurabilidad ni lentitud, marcada por vivencias fugaces, repentinas y pasajeras, por más alta que sea la “cuota de vivencias”, seguirá siendo una vida corta.”

De aquí que la prisa sea la premisa, el nuevo mandato, en el que se instala el egoísmo, el hedonismo, el individualismo y el narcisismo para acuñar en letras de oro “el yo y el ya”.

A la velocidad en todo se le suma el “ tener más, el sentir más, el gozar más, el ganar más” en todo que se hace, va desde lo más intenso, el café, lo más frio, una cerveza, pasando por poner cualidades o atributos a las cosas: bebidas que no solo quiten la sed, sino que den energía, comida nutritiva adicionada con minerales y vitaminas, hacer ejercicio oyendo música, viendo noticieros para ahorrarse el tener que leer, y ahí al culto al cuerpo, a la belleza, con todas las contradicciones y negocios asociados  y con ello instalar sin ningún pudor la simulación, la apariencia, la ficción de no ser quienes realmente somos y con ello a vivir de prestado, endeudados, con tarjetas de crédito saturadas, y siendo clientes de “abonos chiquitos” en varias tiendas departamentales, con lo que se dejar de dormir bien, de comer bien y sano, de no tener tiempo para estar con amigos y familia, con la pareja, los hijos e hijas, y otros miembros de la estructura familiar, y en la que las relaciones vinculares también han entrado en la dinámica de la prisa.

No hay tiempo y no hay paciencia. En estudios sobre le uso del tiempo en familia, en zonas urbanas en el país, demuestran que hay un rango de 2 horas a menos de 30 minutos al día para estar con la “familia”, que incluye en ese tiempo todas las acciones de cuidado y convivencia, desde la atención básica, aseo, alimentación, juego, ayuda en tares escolares, ver la televisión, hablar o charlas con todos o algunos de los miembros de la familia, que en México es de 4.1 personas.

Unas de las acepciones que tiene la palabra “paciencia” son: “Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse” y “Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho”. Ambas acepciones tienen un punto en común: la calma.

Podemos inferir a partir del incremento de la violencia intrafamiliar en México, que no hay una educación socioemocional para entrenarse en la paciencia, y que la impaciencia, la ira, el enojo, imperan sobre la calma, el sosiego, y la tranquilidad para enfrentar la realidad y las dinámicas de las relaciones humanas, sobre todo familiares y afectivas, de ahí, las violencias de todo tipo se viven en los diversos espacios de socialización y de vida, y que son la expresión cruda, injusta y dramática de la intolerancia, de la impaciencia, de la falta de comunicación y del conocimiento de uno mismo.

La psicóloga Sarah Scchnitker** señala que existen tres tipos de paciencia que tenemos y que podemos desarrollar todas las personas:

Paciencia interpersonal. Aquella que desarrollamos en nuestras relaciones con los demás. Por ejemplo, lidiar con personas difíciles en todos los ámbitos (trabajo, familia, vecino). Y también cuando tenemos que empatizar en una relación afectiva-emocional. En definitiva, es la que nos permite mantenernos en calma ante alguien enojado o hiriente.

Paciencia en situaciones desafiantes que presenta la vida. Son los desafíos que se nos van presentando como, por ejemplo, cursar una carrera universitaria, afrontar una enfermedad, desarrollar un proyecto personal, o atravesar una situación de crisis como esta pandemia.

Paciencia de la vida cotidiana. Aquella que permite contener la molestia que causan los reveses o avatares de todos los días. Por ejemplo, cuando tenemos que esperar para realizar un trámite, esperar el resultado de un examen o que nos atiendan en algún sitio.

Lo importante es asumir que es posible entrenarnos y aprender a tener paciencia, que pasa por una serie de actitudes como aprender a escuchar, a comunicar, a tener herramientas para manejar y solucionar conflictos, a ser empáticos y saber dimensionar y contextualizar situaciones el manejo y control de la ira, el enojo, la decepción, el abandono, el rechazo, el fracaso y la frustración, entre otras condiciones emocionales y afectivas que nos alteran y rompen la calma.

Para enfrentar la vida y la vertiginoso de la misma, se requiere calma, serenidad, paciencia.  “La palabra “paciencia” viene del latín patientia y significa “cualidad del que sufre” y no es menor el comprender que somos seres del sufrimiento, que siempre estamos en duelo, y desde esa experiencia es lo que nos permite aceptar y reconocer la necesidad de paz, de amor, de tranquilidad, de felicidad, de poder tener tiempo para estar con uno mismo, para pensar las cosas, para tener un respiro, para sentir que tenemos cierto dominio y control de nuestras emociones y poder identificar de forma inteligente, pensar, lo que sentimos, los sentimientos que tenemos para otros y para nosotros como personas.

“La palabra “paciente” viene del latín patiens: sufriente, sufrido.  El paciente es el que sufre calladamente, mientras el impaciente, no tiene paciencia.” Y el saber que se tiene que esperar la recompensa desde el esfuerzo puesto en obtener algo, desde el tiempo invertido para lograr algo, desde tiempo destinado para crear las condiciones para hacer reales nuestros deseos requiere paciencia, y reconocer que sufrimos y que muchas veces se requiere ayuda psicoterapéutica, espiritual, médica, o comunitaria es un punto de partida para aceptar el dolor humano, pero y dejar de sufrir, lo que implica aceptar ser “pacientes”.

El dolor es real y el sufrimiento opcional. Romper la cultura nacional de vivirnos como víctimas nos puede llevar a ser una sociedad que aprende a tener paciencia y con ello tener una dignidad humana y desarrollar recursos emocionales para ir en contra de la prisa y del individualismo. Pasar del “el yo y el ya”, al “el nosotros y con paciencia” deberá ser la oportunidad para ser mejores seres humanos y tener una mejor sociedad.

*Byung-Chul Han (2009) El aroma del tiempo. Herder. Pág. 57-28.

**https://www.experta.com.ar/blogg/paciencia/