Noche de copas… Una noche loca

María Conchita Alonso, cantante y actriz venezolana muy guapa, logró un gran éxito con la canción titulada como este artículo de hoy allá por los años 80, donde se refería a una noche de traición amorosa, excesos, excepcional, que algunos hemos tenido la dicha o la desdicha de disfrutar o padecer.

Corría el año de 1983 y trabajaba en la Procuraduría General de Justicia del entonces D.F., y esa noche de un caluroso mes de mayo que iniciaba, subió a nuestra oficina en el último piso, el Oficial Mayor Lic. Marcelo Guerrero, para pasar por el Subprocurador, Lic. René Paz Horta, mi jefe, como lo hacía a diario al terminar las labores.

Pero esa noche era especial, porque invitó a mi jefe para acudir a cenar y al show de Enrique Guzmán al restaurant bar del Hotel Señorial, con entrada como embudo. Para festejar algo, no recuerdo. La cuestión fue que el Subprocurador no pudo ir y le sugirió que yo lo acompañara, a lo cual me dijo: “vamos, cenamos, vemos el show y ya nos retiramos a descansar”. Bueno, pues acepté.

Y allá fuimos, como a las 10 P.M., ya don Marcelo tenía su reservación y nos recibieron como a todo el público que ya hacía fila para ingresar, cada noche era un lleno total en el lugar. Hace más de 40 años era muy cotizado el show de Enrique Guzmán, con orquesta, bailarinas, con grupo de rock y con pequeños Sketches de sus personajes televisivos contando chistes y anécdotas. Dos horas y un poco más de espectáculo.

Nos asignaron una mesa como a cuatro filas del escenario, hacia atrás. Ahí tomamos un aperitivo y cenamos. Y justo antes de iniciar el show, fue a nuestra mesa el Capitán de Meseros y preguntó por el Juez Marcelo Guerrero, a lo cual respondió el interpelado: “yo soy”. Acto seguido, nos invitó a cambiar de mesa a una de primera fila, donde ya había un servicio con dos botellas, una de whisky y otra de coñac, todo por instrucciones de Enrique Guzmán.

Para mí fue una sorpresa, pues no lo esperaba, pero Marcelo, como era el invitado lo vio normal. Al iniciar su actuación, Enrique apareció espléndido, muy animoso con buena voz y los acordes espectaculares de la orquesta, con “Mi Corazón Canta”: “Cuando te tomo de la mano…”, se armaron los vivas y los aplausos de pie. Luego ya dio la bienvenida, identificó a varios asistentes a quienes saludó y entre ellos al Juez Marcelo Guerrero.

Durante el tiempo de la actuación del artista me platicó que conoció a Enrique porque estuvo procesado en el Juzgado Penal a su cargo hacía algunos años antes, y después de la sentencia cuando terminó todo, iniciaron su amistad.

La noche aún no terminaba, aunque el show sí, ya pasada la una de la mañana nos retirábamos, cuando el Jefe de meseros entregó una nota con un mensaje de Enrique a Marcelo. La leyó el destinatario y me dijo: “Enrique nos invita a su suite porque tiene un festejo, como ves? ¿subimos un rato?” Y sin pronunciar palabra, asentí con mi cabeza. Desde antes de tocar la puerta de la suite, ya se escuchaba un trio tocando.

Nos abrieron y vimos muchos invitados, era una suite muy amplia con sofás, sillones y sillas para todos, meseros y había notoriamente más damas que caballeros; Enrique nos vio, fue a recibirnos y saludarnos; ahí me presentó Marcelo con él. Nos invitó a sentarnos y continuamos copeando, yo whisky y Marcelo coñac. El Trio eran nada menos que Los Tecolines y complacían las favoritas de los invitados. Les pedí “Cosas del ayer” y cuando la cantaban me sumé a sus voces y dejaron que continuara hasta dejarme solo, y al terminar comentaron que me salía muy bien y ahí les expliqué que la había aprendido en la Preparatoria con un grupo que integramos varios compañeros con un buen requintista.

Eran los tiempos de aquel México de Noche, donde quienes vivieron esa época por allá o ahora avecindados en León, donde había mucha actividad en centros nocturnos con artistas de la época; recordando lugares como La Madelon, El Morocco, Las Sillas del Hotel Fiesta Americana, Conjunto Marrakesh, Hotel Del Prado, Casablanca, La Cueva de Amparo Montes, El Keops, El Capri, el Hotel Regis. Ello sin contar los otros centros nocturnos con strip-tease, de postín, de media categoría o de rompe y rasga, para todos los gustos y bolsillos.

Retomando el relato, continuó la tertulia y nos acompañaron las preciosas coristas del espectáculo de Enrique. Bebimos y bailamos. Luego canté a dueto con él la canción “Cadenas Malditas” del Chamaco Domínguez; y con el coro de todos, Enrique interpretó “Ángel de la Mañana”, y solo se escuchaban las voces: “solo te pido que me beses ángel…”. “salud, salud, salud” y las copas chocaban.

Cuando reparamos, iban a dar las 5 de la mañana y pues había que trabajar a partir de las 9 a.m., así que agradecimos, nos despedimos y nos fuimos.

En aquella época y en aquella ciudad, no podía faltarnos una noche de copas…