Feminicidio es una palabra que retumba en nuestros oídos a diario, nuestro país es un lugar realmente peligroso hoy en día para ser mujer. Un feminicidio no se trata llanamente del homicidio de una mujer, se requiere que dicho asesinato sea por razones de género y al hablar de razones de género abrimos un abanico amplio de consideraciones.
Los colectivos feministas denuncian la existencia de 12 feminicidios al día en México, mientras las cifras oficiales reconocieron que en 2021 al menos 3 mujeres murieron diario en nuestro país por violencia de género. Me niego a pensar en este terrible problema en términos de números, no quiero caer en la estadística que si bien es alarmante también nos lleva a un territorio frio.
Cada uno de los feminicidios no es un número más, es una mujer menos y eso significa una vida truncada, deseos, aspiraciones, misiones, objetivos que no van a ser, que se quedan sin realizar, cada feminicidio afecta de manera irremediable a la familia y a la comunidad de la víctima. No estamos hablando solamente de doce mujeres asesinadas al día, esto va más allá, son doce golpes diarios mortales al núcleo social del país.
¿Qué estamos haciendo o dejando de hacer como país para que los feminicidios vayan en aumento? México fue condenado desde el año 2009 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso conocido como “Campo algodonero” el cual se trata de la desaparición y muerte de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua. Los principales puntos de la sentencia se avocan a señalar las omisiones del Estado Mexicano en atender las denuncias, investigar los hechos y sancionar adecuadamente.
A partir de esta resolución comienzan a verificarse cambios normativos e institucionales para contar con herramientas que permitan corregir las deficiencias del Estado, sin embargo, no han sido suficientes, ni contundentes, Los feminicidios son un problema cada vez más fuerte y el Estado sigue siendo terriblemente ineficaz en atajarlo. Decía el jurista Norberto Bobbio que “Conforme se extienden los derechos humanos, el Estado se hace más ineficaz para su protección” y es esto lo que estamos viendo pasar en el caso de los feminicidios.
Nos urgen mecanismos de prevención y protección eficaces y oportunos, nos urgen protocolos de actuación adecuados, fiscalías especializadas bien capacitadas, con actuaciones rápidas, jueces que entiendan la necesidad una justicia efectiva como un clamor social. Y todo esto en el marco de una política de educación y concientización dirigida a toda la sociedad.
Esta semana fue asesinada una abogada, activista que luchaba intensamente por los derechos de las mujeres; unas horas antes del homicidio en sus redes sociales expuso la tardanza de la fiscalía en judicializar su carpeta de investigación a pesar de que contaba ya con todos los elementos. La justicia que no es rápida no es justicia y en estos casos la justicia lenta es cómplice de los feminicidios.
Un recuerdo para Cecilia y para todas las mujeres que han perdido la vida mientras el Estado niega o minimiza el problema.