Ni con melón ni con sandía

Juan José Alvarado, columnista en Platino News

No estoy a favor, no estoy en contra, sino todo lo contrario. Es una posición válida, bien entendida por quienes hayan estudiado dialéctica y muy criticada por los ignorantes, los elementales, por aquellos que están debajo de la línea de flotación.

Conozco la frase bíblica: si no estás conmigo estás contra mí. Cosa más absurda, pues no tiene porque, nada ni nadie, obligarte a elegir entre dos opciones, definirte por A o por B, pues nadie se tiene que decantar por algo por la fuerza de la costumbre, por la obligación sociopolítica o psicosocial.

El no estar de acuerdo con las políticas de un país, de un grupo, de una religión, en algo o en nada, no te vuelve anti ese país, ese grupo o esa religión. Siempre hay una tercera vía, por eso, ni con melón ni con sandía. Hay otras opciones, y si no las hay las tenemos que construir, las tenemos que propiciar, o de plano quedarnos sin nada es mejor que tener algo que no se quiere.

Nada de que a caballo dado no se le mira el diente. Hay que tener la capacidad de no recoger las migajas que se caen o que te tiran de la mesa.

Bien decía el poeta Salvador Díaz Mirón: estoy en contra de la injusticia, aunque esta venga del cielo. Las actuaciones de los grupos radicales, de derecha o de izquierda, no han dejado nada bueno a la humanidad, pero no podemos justificar las actuaciones de grupos radicales por radicalismos de grupos radicales contrarios, en donde ambos, se dicen tener la razón, ser los poseedores de la verdad, aunque quizá ambos estén equivocados.

Se podrán defender unas u otras posiciones ideológicas, políticas, religiosas, pero no es correcto querer imponerlas y vaya que ejemplos de dichas imposiciones, sobran dichos radicalismos, y a todos nos constan que muchos pueblos y muchos individuos las han sufrido y las siguen sufriendo. De manera sutil o descarada, llegan hasta la medula, carcomen toda la estructura social y personal, dejando en la indefensión a los pueblos y a las personas.

Es todo un proceso de alienación que se gesta de tal forma y que se impone lo irrazonable, lo inaceptable, lo acientífico, lo inhumano. parafraseando al Savater, se vive la dictadura de los ignorantes, de los iluminados, de los que se han adueñado del poder, de aquellos de la acumulación originaria, como bien lo ha marcado Marx, aunque ahora creen que lo que tienen les proviene por un esfuerzo personal, individual y autentico, dirán, casi divino.

Siempre habrá otra alternativa, no hay que tomar partido de lo que no queremos, de lo que no estamos convencidos, de lo que nos repugna. Siempre tendrá mejor sabor la automarginación que ser engullidos por lo que nos asquea.