Método para leer a Juan Rulfo

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

Vamos a partir de cero. Quiero decir, que el lector se arriesgue a pensar alto, sentir hondo, hablar claro y también a actuar. O como bien contara Cide Hamete Benengeli: “En un lugar de la Mancha…”. Ocho sílabas que muestran que la poesía, en verso popular, no es menor. Y por ende contagia a unos y otros (incluyendo a los envidioses).

Aquí me dirán algunos que la gente ya no habla en verso. Y tienen razón. Como tampoco usan la palabra total para registrar su paso por el tiempo. El Ser está diluido. No está fundado más en la palabra. Un porcentaje pequeñísimo de población sigue la premisa de aquel gran pensador inglés: “La verdadera Universidad hoy día son los libros”.

Esto también lo avalan las palabras de Gracián: “Sólo el que vive sabe”. Porque una mayoría aplastante de gente no vive. Sólo deambula por la convención de la vida.

Y, de manera anónima, Juan Rulfo vive dentro de una cultura de palabras a través de su obra orgánica: “El llano en llamas”, “Pedro Páramo” y “El gallo de oro”. De allí su trascendencia para con el universo de lectores de libros. Porque él no tenía por consigna llenar hojas de papel sino…

Mejor avoquémonos al Método para leer a Juan Rulfo.

Lo primero que hay que hacer es desenfadarse. Quitar de encima la pereza y adentrarse al claroscuro del alma en el llano.

Luego, embozarse bajo los pliegues de la gracia literaria.

Después, en el momento crucial de la historia, urdir ciertos enredos para encontrar el habla que produce la nación ―hablo de Comala y sus alrededores― donde se verá el tiempo nuevo.

Más tarde identificar los anhelos artísticos que vendrán para mostrar cómo el Sur es el Ser que anuncia el cielo lleno de luz. O sea: otros murmullos: Poderoso caballero es don Dinero (Quevedo); Hamlet (Shakespeare); Nueva Atlántida (Bacon); De jure belli ac pacis (Grotius); Diálogos acerca de dos nuevas ciencias (Galileo); Novelas ejemplares y la segunda parte del Quijote (Cervantes).

Es decir, lo anterior buscado de manera deliberada, nos lleva a equilibrar, más bien a precisar que Rulfo tiene ―en sus pariguales de hace siglos― la pasión por el estudio.

Este tipo de humanista es el que produce esperanza en el habla española.

Si se avoca uno a esta metodología aseguro que tendrán muchos juros de por vida. Aunque, en este Siglo XXI: “El español es una lengua muerta/ moribunda en el mejor de los quesos/ es x eso que Rulfo redactó su Quijote/ en el habla del siglo XVI//”. (Nicanor Parra dixit).