Melancolía de la poesía leonesa*

Juancarlos Porras

«Decíamos ayer».

 

Alocución atribuida a fray Luis de León,

al volver a su cátedra después

de varios años de encarcelamiento.  

 

La primera mención que haré, antes de las formalidades del protocolo de costumbre, será con la poesía Preguntas de un obrero que lee de Bertold Brecht cuyo 125 aniversario del natalicio del dramaturgo alemán (10 de febrero) conmemoramos los leyentes quienes también somos afines a los conceptos del teatro épico, y nos ayudará, en efecto, a alejarnos de la cursilería y distanciar al espectador del espectáculo. Esto significa adentrarnos a los sueños de los poetas, ahora desterrados, de nuestro hábitat.

Es decir, hablaré de mi angustia de soñar, por aquello de que: “La poesía / es la camisa férrea de mil puntas cruentas / que llevo sobre el alma. / Las espinas sangrientas / dejan caer las gotas de mi melancolía.”. (Rubén Darío, Melancolía). Sé que el camino es precario en este ciclo, pero las respuestas que pretendo encontrar serán fortuitas puesto que la Poesía no está muerta porque no han destruido su cuerpo. Tal vez olvidada sí, como a sus hacedores, pero, quienes confunden el conócete a ti mismo con el ¡Conozcámonos! apelan al ¡Jamás! Que se traduce en que lo seguro no es seguro.

Algunos queremos que el jamás se convierta en el hoy para que la opresión, el olvido o mejor aún la desmemoria se nulifique con los versos. Pero depende de nosotros los leyentes del momento. Por eso conviene indagar sobre estas preguntas de un obrero que lee:

 

¿Quién construyó Tebas, la de las Siete Puertas?

En los libros aparecen los nombres de los reyes.

¡Arrastraron los reyes los bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas

de la dorada Lima vivían los constructores?

¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue

terminada la Muralla China? La gran Roma

está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quienes

triunfaron los Césares? ¿Es que Bizancio, la tan cantada,

solo tenía palacios para sus habitantes? Hasta en la

legendaria Atlántida,

la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían

gritaban llamando a sus esclavos.

                 

El joven Alejandro conquistó la India

¿Él solo?

César derrotó a los galos.

¿No llevaba siquiera cocinero?

Felipe de España lloró cuando su flota

fue hundida. ¿No lloró nadie más?

Federico II venció en la Guerra de los Siete Años.

¿Quién

venció además de él?

Cada página una victoria.

¿Quién cocinó el banquete de la victoria?

Cada diez años un gran hombre.

¿Quién pagó los gastos?

                 

Tantas historias.

Tantas preguntas.

 

Estas no son palabras sueltas o ajenas a la posibilidad de descubrirnos entre unos y otros, sino que nos ayudan a la vinculación de todos, además de “la forma y el contenido de un texto literario” que “se rige por un proceso de mimesis o representación de la realidad que hace el poeta para construir su obra. Según Aristóteles, el género más elevado es la tragedia, debido a su complejidad; además, señala que es más noble que la comedia o la sátira, que sólo muestran los defectos humanos.

La poesía lírica expresa el punto de vista subjetivo del poeta, está sujeta a la manifestación de las emociones y sentimientos, compenetra un yo que exterioriza la intimidad del alma humana.

La poesía dramática se funda en la imitación de una situación. Quienes hablan son los personajes, no el autor, de modo que se puede encarnar una emoción o un sentimiento en un personaje que actúa en un escenario.

La poesía épica se considera una mezcla de los otros dos géneros. Cuenta y describe algo que posee existencia concreta fuera del narrador/autor, que puede ser un yo que apela a un segundo en una interacción de enunciación de sentimientos y acción, donde alternan narrador/autor y personajes. En la épica se incluye la llamada epopeya, una poesía que no es cantada sino recitada y que más tarde dio origen a la novela o narración. En ella se cuentan historias maravillosas donde se mezclan humanos y dioses de diversas épocas”. (Verónica Luna Cruz, Nelisahuel Nava Sánchezllanes, Blanca Elena Sanz Martin, Los géneros literarios, 2003).

Humanos y dioses que reinauguran lo que se conoce como género que supone un horizonte de expectativas (Robert Jauss dixit) del inconsciente antes de que Sigmund Freud descubriera el método científico con el cual se puede estudiar el inconsciente. En Bronces de la poesía (1987) de Abraham Domínguez Vargas lo menciona como sigue:

“El género es el emparentamiento en obras literarias por ciertos caracteres semejantes”, que, “se fundan en la naturaleza misma de las cosas que dan asunto para su obra al poeta; porque o bien, canta a la realidad exterior, o bien expresa los estados de la conciencia, sus propios efectos o sentimientos, o bien representa las acciones humanas que son algo exterior al poeta, pero al propio tiempo pertenecen a la conciencia de la humanidad”.

Sirva esta razón para acudir al himno jocundo León de los Aldama (1942) de Fulgencio Vargas:

 

León,

en el Valle de Señora engastado

—así la perla en el metal preciado

de subidos quilates—:

León,

como el blasón

de prolífica madre de Castilla,

bravo en la pelea

por la alta idea,

dócil en la maravilla

de la mansedumbre de tu corazón:

                 

Hoy como ayer, y como hoy mañana,

cosecha de frutos opimos en vida temprana.

                 

Índice marcador

del trabajo genitor y redentor

de las empresas máximas en “El Bajío”:

Por la espiga de oro

del trigo de tus campos, y el tesoro

de la eterna canción de tus obreros

en las colmenas rumorosas

de tus fábricas jubilosas;

                 

Hoy como ayer, y como hoy mañana,

cosecha de frutos opimos en vida temprana.

                 

Nido fecundo del amor profundo,

de la mujer noble y gentil,

del trovador Príncipe Abril,

—los dos genios hermanos

que así van por el mundo,

cogidos de las manos,

en busca del dolor que aprisiona al romero—:

Por las nítidas flores de tu vergel,

por su aroma hechicero,

por el trino del ruiseñor

que liba miel en cada flor:

                 

Hoy como ayer, y como hoy mañana,

cosecha de frutos opimos en vida temprana.

 

Por eso el caer de las gotas de mi melancolía se dan por la poesía leonesa. Porque es el tropel de las almas flamantes que van por el Valle de Nuestra Señora donde las musas y las gracias viajan felizmente y ponen en fuga a las diablesas malas que no son más que bestiales analfabetas funcionales que hieren la Poesía.

De allí que nos adscribamos los leyentes más al arte de la impaciencia como es la poesía: hecha de amor, de historia, de placer y de gloria, de hechizo y de victoria, de triunfo y claridad.

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*Este texto es el “Pórtico” de Verbena y nostalgia de la poesía en León que abre la primera conferencia del ciclo que comienza el jueves 23 de febrero, a las 12 hs., en el Museo de las Identidades Leonesas, MIL, calle Justo Sierra No. 202, Centro Histórico de la Ciudad de León. Aforo libre.