La Generación Z y los milleniales pueden tener muchas oportunidades interesantes por delante en términos de perspectivas laborales creativas, emprendimiento, utilización de las herramientas más poderosas de la historia, entre otros. Sin embargo, hay múltiples estudios que dan cuenta de los retos sin precedentes que enfrentan en materia de Inestabilidad económica, Altas cargas de deuda, Obstáculos profesionales, Asequibilidad de la vivienda y Presiones de jubilación.
Todo esto se da en un contexto de un ambiente geopolítico-económico-financiero sumamente complejo en el ámbito internacional. La mayoría podemos tener un sentido de optimismo de que los años venideros serán mejores o al menos más estables, pero la realidad es que es ahora es más difícil que nunca el predecir el comportamiento de las principales variables macroeconómicas. La enorme mayoría de “analistas” se han equivocado terriblemente; por ejemplo, esperaban una recesión en EE.UU. para este año y no se ve que vaya a suceder. En México nadie creía que la economía fuera a crecer más de 3.0% este año (sólo la SHCP y Concamin) y al parecer lo vamos a lograr pese a todo. Y pues ni que decir del tipo de cambio, cualquier analista que hubiera hecho una predicción de un dólar en 16.70 pesos para el tercer trimestre de este año hubiera sido tachado de loco.
La incertidumbre es global. En un artículo de Benjamin Picton, Macroestratega sénior en Rabobank, publicado el pasado 29 de agosto y titulado “El mundo occidental está a punto de dar muy malas noticias a sus adultos jóvenes” se mencionan varios cambios trascendentales a nuestro alrededor y parece que muy pocos son los que se dan cuenta de lo que sucede.
De hecho, en el simposio económico de Jackson Hole, Wyoming (Estados Unidos), celebrado del 24 al 26 de agosto, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, reiteró sus comentarios de abril e hizo varios comentarios interesantes: 1. “Existen escenarios plausibles en los que podríamos ver un cambio fundamental en la naturaleza de las interacciones económicas”, 2. “Las regularidades pasadas tal vez ya no son una buena guía sobre cómo funciona la economía”, y 3. “No existe un manual preexistente para la situación que enfrentamos”. Traducción de estas tres frases: “realmente no sabemos si las tasas de interés son lo suficientemente altas o no, y de todos modos ese no es el punto”.
Entonces, según la titular del segundo banco central más importante del mundo, estamos en aguas inexploradas y, como sabrá cualquiera que alguna vez se haya interesado en la Era de los Descubrimientos, una vez que llegue al borde del mundo conocido, seguramente encontrará algunos dragones. Recordará usted como en los mapas antiguos aparecen dragones más allá de las aguas conocidas.
El dragón más obvio en este momento es, por supuesto, China y sus amigos del bloque BRICS, que están realizando nuevos intentos para formalizar el estatus de rival del G7. Michael Every apunta:
Los BRICS acaban de expandirse para permitir la entrada de Argentina, Etiopía, Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Irán, por lo que con mucho alboroto podemos ubicar a más países, sus PIBs y materias primas (como el petróleo) en el eje “antidólar”. Sin embargo, Argentina es un moroso en serie con una moneda que se desploma y podría dolarizarse pronto; Etiopía es uno de los países más pobres del mundo y recientemente ha sufrido una guerra civil; Egipto tiene una moneda marchita; Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos tienen sus monedas vinculadas al dólar estadounidense, y el primero está regateando sobre un acuerdo de defensa y tecnología nuclear con Estados Unidos; e Irán está fuertemente sancionado, también con una moneda en colapso, y podría volver a enfrentarse a Arabia Saudita en cualquier momento. En resumen, el mundo está cambiando, pero como ha señalado el Financial Times, los BRICS+ (nombre creado por Goldman Sachs) ni siquiera tienen un sitio web oficial. Mientras tanto, fue el euro, no el dólar, el que vio colapsar su participación en las transacciones SWIFT a un mínimo histórico de acuerdo con los datos más recientes. ¿Quiere observar las posibles primeras víctimas de cualquier cambio tectónico global? Mire ahí.
De acuerdo con Benjamin Picton, esto se lee como un grupo muy heterogéneo, con “relaciones” construidas principalmente en torno a un estatus común de outsider y una dosis no pequeña de oportunismo a la hora de aprovechar la ventaja percibida de ser el primero en actuar para socavar la hegemonía del dólar. Picton sigue siendo escépticos y para él la idea de un estándar monetario basado en materias primas, como una especie de petroyuan, está plagada de problemas.
Los auspicios no son buenos para el nuevo multilateralismo alternativo. El supuesto centro del bloque BRICS+, China, está luchando por reactivar su debilitado motor de crecimiento (el sector inmobiliario), mientras que los remedios económicos que Occidente considera ortodoxos son rechazados por su aparente incompatibilidad con el pensamiento de Xi Xinping. Los mercados han estado esperando durante meses señales de un gran estímulo por parte del Partido Comunista Chino (PCC) o del Banco Popular de China, pero, como informa el WSJ, tal vez simplemente no lleguen. La percepción china de que el consumismo occidental es flojo, decadente y moralmente obtuso contrasta con la necesidad de que China cumpla el papel de corredor del déficit para poner suficientes yuanes en manos de la periferia. ¿Cómo pueden Argentina, Brasil, Irán y Egipto comprar manufacturas chinas virtuosas si no tienen yuanes? La respuesta aquí es que el comercio seguirá realizándose en dólares, de una forma u otra.
Picton menciona que es evidente que China tampoco tiene mucho apetito por una mayor expansión del crédito. El PCC ha hecho varios intentos a lo largo de los años para controlar los niveles de endeudamiento, pero todos ellos finalmente han sido abandonados ante la necesidad de activar una economía estancada. Por el momento, Xi Xinping se resiste a una flexibilización a gran escala de las condiciones crediticias, instando a la “paciencia” mientras la economía atraviesa lo que los responsables políticos esperan que sea una mala racha temporal, en lugar del comienzo de un estancamiento al estilo japonés provocado por décadas de malas inversiones y estímulo especulativo de activos inmobiliarios.
La verdadera pregunta ahora es qué tan firme será la resolución del PCC y del Banco Popular de China para abordar los crecientes niveles de deuda ante una desaceleración económica. Para un régimen autoritario cuya legitimidad se basa en la consecución de niveles de vida en rápido aumento, el lento crecimiento plantea un riesgo potencialmente existencial. La respuesta obvia aquí es que los estados autoritarios no tienen necesidad de cortejar la opinión popular, pero la velocidad con la que finalmente se abandonó la política Covid-Zero ante el descontento civil debería servir como indicación de que, en última instancia, el PCC sigue siendo sensible a lo que piensa la población.
Ahora, mirando retrospectivamente el Simposio de Jackson Hole, es justo decir que la deuda y el descontento popular no son un problema exclusivamente chino. Durante la reunión de hombres ricos se presentó un documento por parte de Barry Eichengreen y Serkan Arslanap y en él se dio la mala noticia de que “las deudas públicas no disminuirán significativamente en el futuro previsible”, “los superávits primarios de… 3 a 5 por ciento del PIB son en gran medida excepciones a la regla” y que “la inflación no es una ruta sostenible para reducir las elevadas deudas públicas”. Todo esto constituye una lectura aleccionadora para los ya asediados millennials y la Generación Z, quienes serán los portadores del pronóstico de Eichengreen y Arslanap de que “dado el envejecimiento de la población, los gobiernos tendrán que contratar más deuda pública para financiar el gasto adicional para la atención sanitaria y las pensiones”.
Lo que parece faltar aquí es una dosis de aceite de hígado de bacalao Emulsión de Scott, para que Occidente acepte la idea de que ya no son tan ricos como solían ser y que el deterioro demográfico y el mayor gasto en seguridad nacional podrían requerir una reducción de las ambiciones en torno a lo que es posible en la economía del bienestar. Hay señales de que el mensaje está empezando a llegar. El gobernador del Banco de Japón, Ueda, hizo referencia a la difícil situación de Occidente cuando sugirió que la reubicación de las cadenas de suministro resultará en una menor productividad en el futuro, lo que en última instancia significa menores ingresos reales. Mientras tanto, el ex embajador de Francia en Estados Unidos, Gerard Araud, hizo eco de la evaluación de Michael Every sobre la importancia cada vez menor de Europa al escribir en el UK Telegraph que “la Europa engañada no puede ver que está terminada”.
A nadie le gustan las malas noticias, pero decirle a los jóvenes occidentales que necesitarán pagar una mayor proporción de sus ingresos (de por si estancados) para financiar las pensiones de personas que son más ricas de lo que probablemente nunca serán ellos, será igual al golpe de un globo de plomo, especialmente cuando la cultura popular ya está comunicando la sensación de que un dólar ya no compra lo que solía y que ahora están sujetos a impuestos al máximo.
Así pues, las cosas están cambiando y los responsables políticos de Occidente parecen estar totalmente inseguros de las respuestas u ofrecen respuestas que son un anatema para el tejido social. Estamos en territorio inexplorado y aquí hay dragones.