Luz y oscuridad

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“No podríamos vivir, a buen seguro, sin esos instantes de necesaria melancolía, sin la nostalgia. Porque un hombre o una mujer sin recuerdos deben parecerse mucho a un tronco hueco, recorrido por las hormigas y la lluvia…” Ana María Matute

“El tiempo, que confunde tantas cosas, posee también la virtud de ordenar otras. De devolverlas al lugar que se merecen…” Cristina Fernández Cubas

“El único placer que no tiene caducidad, es el que se encuentra dentro. Nunca afuera.  En el ser, nunca en las cosas”.  María San Felipe

La visión es uno de los sentidos que nos han hecho sobrevivir, junto con el olfato y el oído. La sobrevivencia esta anclada en la manera en que estos sentidos convocan las alertas, usan las señales asociadas a la experiencia y con ella establecieron códigos no escritos para huir, para agruparse, para defenderse, para proteger a los críos y a los suyos. Juntos son dispositivo que se “dispara” para actuar, para defendernos y sobrevivir.

Sin embargo, la visión es uno de los sentidos que nos llena de mucha información, desde la percepción del color y de la forma de las cosas, hasta la forma que observamos la naturaleza y los fenómenos que se presentan, pero, también es la “ventana” desde donde miramos la vida, y con ello la perspectiva subjetiva que hace que sea uno de los sentidos que más equívocos tiene. Las ilusiones ópticas son claros ejemplos de ello, los espejismos son parte de la “forma de ver” la vida, y no digamos interpretarla, además de que nuestra mirada esta filtrada por la forma en que el lenguaje, las representaciones, los signos y los significados adquieren junto con la cultura y que hacen que todo lo que miran nuestros ojos y lo que registra nuestra mente sea subjetivo e interpretable, en los contextos en los que se “ve” la vida toda.

El ver, se convierte en intento de registro de la veracidad de las cosas: “yo lo vi, con estos ojos que se comerán los gusanos” es una afirmación popular para reafirmar el ser testigos de algo, de un suceso y, sin embargo, si hay varios espectadores “viendo” el mismo hecho. Bien sabemos, que cada quien mirará y narrará los hechos desde “su lugar”, desde “sus propios ojos”, constatando que nuestra óptica, nuestro ver, es un sentido que se presta a ser puesto en duda siempre ante los ojos de otros más.

De ahí que no solo cada cabeza sea un mundo, sino que cada uno de nosotros y nosotras narra lo que ve con lo que tiene, con lo que puede y desde donde es capaz de hacerlo. La idea de la memoria como fotografía y aun como video, es una paradoja en donde la imagen queda fija y el registro dinámico de las imágenes queda condicionada a un filtro único y propio con el que buscamos explicar y comprender lo que hemos visto y lo que estamos viendo.

Imaginar es formar en la mente representaciones de sucesos, historias o imágenes que no existen en la realidad o que son o fueron reales pero que no están presentes, definición que nos mete en el lio del tiempo. Pero imaginar también es suponer, hacer juicios a partir de hechos o eventos aislados o parciales, de ahí la ficción. El antónimo de real es ideal, entre los hechos y la ideas la mirada y la imaginación hacen de las suyas. De ahí también el valor del arte, en especial de las artes plásticas porque las y los artistas miran el mundo real, incluidos sentimientos y emociones que se sienten en lo real que lo plasman, lo crean, lo recrean, lo modifican, los traducen, los condensan, lo atrapan, los expanden, lo resignifican, y lo hacen lenguaje para para ser mirado, para ser visto, para ser observado y desde ahí dar sentido y significado.

Ver la realidad hoy en día, en donde las pantallas y lo que proyectan, reclaman un sentido de la vista que no puede quedarse en lo que ve y en lo que oye, sino que implica un ejercicio crítico para desmontar lo que las pantallas presentan. Edgar Morín ha planteado que necesitamos decirle a las niñas y niños que lo que “ven” en un documental, aún de National Geographic, por científico que sea, no es la realidad. Habrá que explicarles, que eso que vieron es una “edición”, una manera de presentar la realidad, pero que no es la realidad. Habrá hacer que las niñas y los niños vean “detrás de cámaras” para que no crean en todo lo que ven. Eso aplica hoy para todas y todos, para poder comprender que todo lo que se presenta como real, como verdad, como parte de información, está siendo sesgado, que todo tiene fines e intereses particulares y sobre todo políticos y económicos desde la esfera del poder.

Es un hecho que la visión es un sentido maravilloso, pero también sujeto a ser engañado con gran facilidad, ahí están los magos, los ilusionistas, esta la velocidad de las manos del prestidigitador para desaparecer cartas de la baraja y palomas entre otros objetos. Hoy están conductores de noticias, influencers, tiktokers, youtubers en las pantallas haciéndola de hechiceros y sembrando desinformación, creando noticias falsas, desatando rumores, haciendo chismes de todo, jugando con la buena fe de las audiencias y con la idiosincrasia del pueblo.

El saber que hoy el sentido de la vista y el  del oído son usados para la estafa, para el engaño, para la burla, para sembrar miedos, para glorificar la ignorancia, para explotar y someter a las personas desde la ideología, especialmente mediada por las pantallas, nos debe obligar, a usar la inteligencia, el sentido común y sobre todo el pensamiento crítico para desmontar con urgencia el juego perverso que desde las empresas multinacionales, los emporios dueños de las redes sociales y los poderes fácticos hacen para “mostrar un mundo” diseñado y pintado a su gusto, en donde solo buscan sembrar miedo, temor y angustia usando nuestros propios sentidos y nuestra vulnerabilidad en un mundo  excluyente, marginado,  desigual y profundamente injusto.

Ver para creer, ahí esta la clave del engaño. “Nuestra vida no se divide entre luz y oscuridad. No es tan simple. En medio hay una franja de sombras. Distinguir y comprender esos matices es signo de una inteligencia sana.” Haruki Murakami. Hoy seguimos presos en la alegoría de la Caverna de Platón.