Los siete pecados capitales: Envidia

Juan José Alvarado, columnista en Platino News

Según la Real Academia Española de la Lengua RAE, la envidia es: 1.- Tristeza o pesar del bien ajeno. 2.- Emulación, deseo de algo que no se posee.

La casa ajena, el hombre o la mujer ajenos, el cuerpo ajeno, el dinero ajeno, la cultura ajena, la comida ajena, la felicidad ajena, el bienestar ajeno. Sea poco o sea mucho, pero despierta la envidia por el bien ajeno.

Hay cada día más personas que el plato del vecino lo ven más lleno, que quieren ser cono el otro, como la otra, que quieren poseer lo que otro u otros tienen, o creen que tienen.

La envidia que los inunda más visible es el malestar que se despierta por lo material, pero en realidad, el sentimiento de envidia más irracional es por las pertenencias o logros psicosociales del otro: la estabilidad de la otra pareja, los hijos bien portados del otro matrimonio, la felicidad o disfrute que irradia el otro, los logros personales de los otros. Eso, es lo que más quieren emular y sus limitaciones psicosociales les impiden lograr.

Son sujetos tan limitados, tan poca cosa, con tantas frustraciones emocionales, que la menor diferencia con el otro la ven como una afrenta y provoca su envidia, su tristeza, su malestar, pero no ven que los logros y más los psicoemocionales, se logran partiendo una vez de cero.

Quien sufre de envidia es irracional, y no es capaz de ver que lo que posee y lo que no posee, no es por una maldición o conjuro divino, pero además, siempre va a desear el bien ajeno, material o inmaterial, por lo cual cada día se sienten más hundidos, más abajo, más lejos de sus iguales, de sus pares, de su entorno laboral, académico o familiar.

Al envidioso nada le satisface, nada le llena, nada le complace y vive una vida de martirio, desolado, alejado de las cosas sencillas que da la vida, de hecho, ni siquiera le queda claro que es lo que realmente desea para ser feliz.

Todo se le hace poco, lejano, inalcanzable, siente que es merecedor de todo y de nada, está profundamente confundido, con los demás, pero sobre todo consigo mismo. Es un eterno vacío en el que vive, sin poder alcanzar lo que ni siquiera ha definido que quiere o puede tener, pues su envidia lo tiene postrado en un abismo de insatisfacciones.

El envidioso se queda sólo, se asila y lo aísla su grupo primario, sus círculos más cercanos y como carece de círculos de confianza, no puede y no quiere recibir ayuda, pues aceptarla siente que lo pone en desventaja, cuando en realidad clama por apoyo, por tener lo mínimo para sentirse feliz y estar pleno… como muchos a los que envidia.