“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo” -Eduardo Galeano
Hace algunas semanas escuche una entrevista a una funcionaria estatal que buscaba prevenir a la ciudadanía de las diferentes formas de extorsión, en uno de los muchos ejemplos que atinadamente expuso, hablaba de las extorsiones a las familias que tienen algún miembro migrante, se refirió a un caso que ella conocía de primera mano por haber ocurrido en su familia y empezó el ejemplo exponiéndolo de la siguiente manera:
“Nosotros tenemos algunos familiares viviendo en Estados Unidos, no precisamente MIGRANTES, es gente que se fue a vivir allá por que se fueron a trabajar a una empresa “
Más allá de la oportuna entrevista que tuvo en el noticiero matutino, me impactó la noción inconsciente y seguramente no mal intencionada que tiene la vocera acerca de la migración.
Ella exceptúa a sus familiares del concepto de migrante porque ellos viajaron a la unión americana con motivo de que ya tenían trabajo en una empresa, en consecuencia, ella supone que su estancia es legítima y por lo tanto no les considera así; En pocas palabras para esta funcionaria viajar con trabajo y o en búsqueda de trabajo es toda la diferencia que hay para ser considerado migrante.
La verdad es que no, se equivoca rotundamente ya que migrante: es toda aquella persona que sale de su lugar de origen a otro lugar distinto, ya sea de manera temporal o definitiva.
La definición nunca exige precariedad, pobreza, urgencia, marginación, falta de oportunidades y /o ilegalidad, síntomas todos que desgraciadamente asociamos a la migración; Quiero suponer que es por ello que la citada servidora pública no identificaba a sus familiares como migrantes, pues esta palabra tiene una fuerte carga de adversidad y atraviesa los matices del clasismo, xenofobia y discriminación.
La Filosofa y Socióloga Adela Cortina conceptualizo ampliamente esta combinación de prejuicios y lo tradujo en una fobia a la pobreza, creando así un nuevo concepto que recién fue reconocido por la real academia de la lengua española en el 2017.
Aporofobia es la palabra que define la fobia a las personas pobres o desfavorecidas, el rechazo a los desposeídos, a los carentes y a los que poco o nada tienen que ofrecernos; la definición nos propone una forma de identificar la desigualdad social, la discriminación y el rechazo inconsciente que se propina a las clases más vulnerables.
Esta repulsión a lo carente nace de un condicionamiento natural de nuestra especie humana ya que somos una especie recíproca, nuestro instinto de supervivencia nos exige a ser gregarios entre nosotros, reunirnos con los iguales y evitar las diferencias que puedan variar nuestra existencia, para muchos esta es la explicación de la xenofobia.
Sin embargo, estamos dispuestos a recibir con los brazos abiertos a aquellos que aun siendo diferente a nosotros y nuestro entorno nos aportan satisfactores o proporcionan ventajas a nuestra comunidad.
Esta ha sido la agenda del conservadurismo a nivel internacional, acusar con éxito el riesgo y el peligro en lo distintos a nosotros, a nuestra sociedad, porque en el fondo privilegiamos la perpetuación de nuestra especie y de nuestra forma de vida, ¿Recuerdan la agresiva campaña de Donald Trump que lo llevo a la victoria?
En la migración desgraciadamente pasa lo mismo, por ejemplo, los migrantes que viven en nuestro país.
Por un lado, coexistimos sin ningún problema con los coreanos, taiwaneses, japoneses que llegan a las armadoras de coches en nuestro estado, o bien con los miles de estadounidenses que se retiran a vivir en nuestros bellos municipios, convivimos con ellos en los restaurantes, las plazas públicas y centros comerciales, hasta nuestras autoridades dirigen sus esfuerzos a la vinculación institucional con sus consulados en favor del fortalecimiento institucional y el estrechamiento de lazos internacionales.
Sin embargo, cuando comúnmente coincidimos con un hermano centroamericano en algún semáforo de esta ciudad sentimos incomodidad, advertimos peligro e invisibilizamos sus necesidades, las autoridades apenas y destinan la mínima atención pues privilegian más el rendimiento social que el humanismo internacional.
No es discriminación, tampoco xenofobia o clasismo, es la suma de todos ellos y se traduce en Aporofobia.
¿Por qué es importante insistir en el concepto?
Es importante que seamos conscientes de nuestro impulso social, no podemos ignorar una realidad que nos exige atención y ello parte desde la visibilización de la realidad que tenemos a la vuelta de la esquina.
Si entendemos esta dicotomía que parte desde la forma en que la conceptualizamos (como el caso de la funcionaria estatal) podremos humanizarnos y disponer de un esfuerzo social que empatice con el prójimo, en este caso con el migrante.
No se trata de dispensar la misma atención a todos los migrantes en general, se trata incluso de lo contrario, de subsidiariamente atender a los más desfavorecidos proveyéndoles de lo mínimo indispensable, en razón de la humanidad de nuestra especie y de una conciencia social de nuestra civilización.