Los otros Mártires de León

Juancarlos Porras y Manrique, columnista Platino News

Por las Memorias de Toribio Esquivel Obregón (1) abogado y político leonés sabemos de los “jefes de los ejércitos arzobispales de Michoacán” que desde Uracho, en el año de 1875, se alzaron contra el presidente Sebastián Lerdo de Tejada para proclamar la abolición de las Leyes de Reforma y que abogaba por los fueros eclesiásticos.

El coronel Juan de Dios Rodríguez, quien sirvió a los imperialistas en Querétaro, era su jefe supremo pues su pericia en las artes de la guerra lo hacían vital para la lucha armada.

Los cristeros al grito de “Religión y Fueros”, fueron perseguidos por los cuerpos de la Brigada Flores, de la Cuarta División y que guarnecía a León.

Al paso del tiempo el movimiento reaccionario avanzó por el sur al centro de la República, pero no pasó los puntos limítrofes de Guanajuato con Michoacán.

Otro movimiento sí lo hizo con creces encabezado por Porfirio Díaz, por los estados de Oaxaca, Veracruz y Puebla, bajo la proclama del Plan de Tuxtepec que desde su concepción liberal solicitaba la abolición del Senado, la supresión del Impuesto del timbre y la No reelección.

De las dos sonadas corrientes la última llegó al triunfo que esperaba. La de los cristeros, sobre todo los de Piedragorda (hoy Ciudad Manuel Doblado) con el cura de apellido Licea junto las curas, es decir, las sobrinas del personaje citado triunfaron al momento ya que gustaban de avivar las fiestas con música y licor y permanecieron incólumes a la justicia del jefe político de León Octavio Rosado quien fue convencido “que el cura era víctima de la calumnia”.

Pero muy pronto los dueños de las haciendas del rumbo de Piedragorda abandonaron sus casas para refugiarse en el pueblo por el alto bandidaje de los revolucionarios ya confundidos por la política en 1876. Unos se manifestaron a favor de José María Iglesias como presidente constitucional desconociendo al presidente Lerdo de Tejada. Otros cristeros se pusieron a la ordenes de los de la Revolución Ultraliberal de Tuxtepec.

A todo lo anterior se conoce como estado de revolución perpetua. De allí deriva un acontecimiento por demás intenso en la historia del Bajío mexicano. Esta trata sobre el abandono del general Ignacio Martínez quien al frente de las fuerzas Iglesistas dejó, luego de salir de León rumbo a La Unión, cantidad de pertrechos y unas mulas cargadas de dinero. Lo curioso del caso es que no se disparó ni un solo tiro. “Aquello se llamó”, bien apunta el abogado leonés, “por clásica reminiscencia y por la más cruel ironía, la batalla sin lágrimas”.

Iglesias salió de León. El general Díaz entró a la ciudad acompañado del general Francisco Z. Mena ciudadano leonés hijo de un humilde carnicero conocido como “el Tuerto Mena” quien vivía en una de las últimas cuadras de la calle de la Plaza de Gallos por el rumbo del templo de Lourdes.

Entonces los cristeros se apaciguaron y tardarían medio siglo en insistir en su postulado de “Religión y Fueros” de nueva cuenta pero ahora reconvertido por las nuevas tendencias del siglo XX, y sobre todo por la búsqueda del martirio y por qué no, hasta de la ultra trascendencia terrenal para consolidar su nombre, al paso del tiempo―en este siglo XXI tan de las identidades―en sitios tan disímbolos de León, como un local de tacos llamado “el Catorce” (homenaje de los cristeros de San Miguel el Alto a Aureliano Ramírez López «el XIV») o bien, uno de venta de helados y aguas frescas denominado “Cristeros”, o hasta un grupo local de rock autodenominado “Cristeros”.

Pero de los otros mártires de León, es decir, los sacrificados en la calle Palo Cuarto hacia el portón de La Brisa, hoy Barrio del Coecillo, el 3 de enero de 1927, varones cristeros a quienes les pusieron un cuatro (por parte de J. Natividad López inspector de la Policía) pocos los recuerdan. Son, ahora mismo, rebasados con creces por otros mártires del civismo y de la democracia del 2 de enero de 1946 a quienes, de manera paulatina, han sido utilizados por los grupos políticos para ser, dicen ellos, herederos de la lucha del pueblo auténtico congregados en la Unión Cívica Leonesa, UCL en un principio, pero ahora nulificadas sus siglas por las del P.A.N.

O sea, los mártires del 2 de enero de 1946, los reales pues, han sido también olvidados ya que son sustituidos por una figura recreada desde la retórica política pero que no deja de ser el trabajo consecutivo del estado de la revolución perpetua en el Bajío que se contrapone al Bienestar para todos en tiempos del Humanismo mexicano.

Notas:

  1. Las memorias fueron publicadas bajo el nombre de Recordatorios públicos y privados. León, 1864-1908 de Toribio Esquivel Obregón, Prol. y Selecc. de Guillermo Zermeño, UIA-COCUL, 1ª. Ed. 1992, pp. 94-98