Cierto que hay, en todos los grupos sociales una serie de normas de convivencia mínima, algunas explícitas, pero las más significativas son implícitas, muy sutiles y casi en silencio moldean las relaciones de los diversos grupos sociales.
Dichas normas se aprenden, como bien lo diría Althusser, en los diversos ámbitos del desarrollo del humano: la familia, la escuela, la iglesia, etc. Todas, en mayor o menor medida influyen y determinan las relaciones sociales.
Hace años, en una charla de café. Se hizo mención del libro de Carreño, el “Manual de urbanidad y buenas maneras” Uno de presentes tuvo a bien decir: “yo ni lo conozco” a lo que de inmediato otro de restregó: “se te nota”
Aunque siempre habrá normas que a unos les parezcan chocantes, antiguas, obsoletas, y otros se manifiesten como que son las más importantes, ahí, que se divida la opinión y se mencione a la gente como educada, refinada, corriente, vulgar. Cada quien desde su óptica etiquetará al diferente.
Lo cierto es que a lo largo de la historia tenemos que dichas normas sociales han ido cambiando y se han ido trasformando y han trasformado a la sociedad. Algunos dirán que, para bien, otros dirán que para mal.
Pero no hay verdades absolutas. La mezclilla, que hace décadas se usaba básicamente para el campesino y el obrero, ahora forma parte de la mayoría de los guardarropas de nuestros amigos y familiares.
La corbata se resiste a dejar de ser importante y en ambientes relajados no se usa, pero para dar formalidad, todo mundo está dispuesto a portarla, así como las zapatillas en las mujeres. Nadie quiere correr el riesgo de “verse mal” y opta por esas prendas, aunque algunos en la intimidad las califiquen de incomodas.
Sin embargo, persisten normas que nos resistimos a dejar y pedimos el uso y aplicación de las mismas: Respeto.
En aras de este respeto, socialmente estamos obligados a ser cautos en nuestros comportamientos, nuestras opiniones, pues no queremos, al menos deliberadamente, ofender o lastimar a los demás, pero tampoco queremos que se nos lastime.
Esa, es sin lugar a dudas la piedra angular de una sana convivencia social. No dejemos que se pierda el respeto.