Los buenos modales

Psic. Juan José Alvarado
Psic. Juan José Alvarado

Cierto que hay, en todos los grupos sociales una serie de normas de convivencia mínima, algunas explícitas, pero las más significativas son implícitas, muy sutiles y casi en silencio moldean las relaciones de los diversos grupos sociales.

Dichas normas se aprenden, como bien lo diría Althusser, en los diversos ámbitos del desarrollo del humano: la familia, la escuela, la iglesia, etc. Todas, en mayor o menor medida influyen y determinan las relaciones sociales.

Hace años, en una charla de café. Se hizo mención del libro de Carreño, el “Manual de urbanidad y buenas maneras” Uno de presentes tuvo a bien decir: “yo ni lo conozco” a lo que de inmediato otro de restregó: “se te nota”

Aunque siempre habrá normas que a unos les parezcan chocantes, antiguas, obsoletas, y otros se manifiesten como que son las más importantes, ahí, que se divida la opinión y se mencione a la gente como educada, refinada, corriente, vulgar. Cada quien desde su óptica etiquetará al diferente.

Lo cierto es que a lo largo de la historia tenemos que dichas normas sociales han ido cambiando y se han ido trasformando y han trasformado a la sociedad. Algunos dirán que, para bien, otros dirán que para mal.

Pero no hay verdades absolutas. La mezclilla, que hace décadas se usaba básicamente para el campesino y el obrero, ahora forma parte de la mayoría de los guardarropas de nuestros amigos y familiares.

La corbata se resiste a dejar de ser importante y en ambientes relajados no se usa, pero para dar formalidad, todo mundo está dispuesto a portarla, así como las zapatillas en las mujeres. Nadie quiere correr el riesgo de “verse mal” y opta por esas prendas, aunque algunos en la intimidad las califiquen de incomodas.

Sin embargo, persisten normas que nos resistimos a dejar y pedimos el uso y aplicación de las mismas: Respeto.

En aras de este respeto, socialmente estamos obligados a ser cautos en nuestros comportamientos, nuestras opiniones, pues no queremos, al menos deliberadamente, ofender o lastimar a los demás, pero tampoco queremos que se nos lastime.

Esa, es sin lugar a dudas la piedra angular de una sana convivencia social. No dejemos que se pierda el respeto.