Los años pasan

Juan José Alvarado, columnista en Platino News

Seguramente no hay nada que nos prepare para la vejez al cien por ciento, pues es una etapa a la que nos resistimos a llegar y la verdad, no hay programas sociales serios que preparen a nadie para una etapa que, de acuerdo con la esperanza vida cada día habrá más y más viejos.

Además, actualmente se ha querido romantizar a la vejez: la tercera edad, la plenitud de la vida, los viejitos. La edad de la experiencia. Nada de eso, se es viejo y punto.

En una ocasión, un compañero de prepa levantó los brazos, abrió las piernas como si fuera pavo real y me dijo: mira, la verdad estoy igual que cuando estábamos en prepa. Pero ya habían pasado más de treinta años que habíamos egresado de la preparatoria, así que sin miramientos y con tono burlón le dije: ¿estas igual que hace treinta años? Pues que fregado estabas en prepa.

Claro que no está uno igual, quizá lo más vivible es el deterioro físico, pero hay un gran deterioro intelectual, falla la memoria, igual que las piernas, igual que el estómago, igual que le habla, igual que la inteligencia, igual que los reflejos y un largo etcétera que cada uno de los amables lectores, viejillos de más de sesenta, pueden agregar a la lista.

La piel se torna flácida, reseca, delgada, los músculos no responden igual, el ánimo decrece, la higiene baja, la presencia decae. Pese a las cremas, las cirugías, los tintes. De todo se usa de vez en cuando y termina siendo una necesidad semanal, diaria, constante, para disimular las arrugas, las canas, la falta de aliento.

Hay quienes quieren sacar juventud de la cartera, pero ninguna cartera soporta el deterioro físico y mental. Cuando el viejo, en la soledad frente al espejo se ve, se da cuenta de su realidad, y quien no se dé cuenta, es que su estado mental está en franco deterioro.

No se trata de conformarse sino de aceptarse. Hay cosas que no solo no se pueden hacer, también hay cosas que no se deben hacer y por más que se quiera jugar al ser joven, por las que se vista uno a la moda, por más que se diga: soy de corazón joven. Eso no es cierto.

Se es viejo y ya. Así como se pudo o no haber vivido intensamente cada una de las etapas anteriores, la vejez hay que vivirla con altivez, con gracia, con valentía.

A cada uno le corresponde prepararse para la vejez, pues no hay programas gubernamentales que estén a la medida de las necesidades de cada ciudadano. Es responsabilidad que cada uno prepararse para un futuro que tarde o temprano habrá de llegar.